Sumario:
- El indigenismo socio-político boliviano: núcleo de una nueva transversalidad
- De la coca al Palacio
- La reafirmación indigenista
- Las relaciones entre el gobierno boliviano y los movimientos indígenas en Argentina
- Conclusión
1. El indigenismo socio-político boliviano: núcleo de una nueva transversalidad
Desde la Revolución Nacional de 1952 se reconoce constitucionalmente a Bolivia como país “pluriétnico y multicultural”. Pero en verdad, ha sido siempre una suerte de “apartheid”. A partir de la crisis política de 2001 -que se inició con la “guerra del agua”, en Cochabamba (abril 2001), pasando por las sublevaciones de febrero y octubre de 2003 y mayo-junio de 2005, que provocaron la caída de dos presidentes- se inició un ciclo de contestación popular que fue capitalizado políticamente por el Movimiento al Socialismo (MAS), logrando el 18 de diciembre de 2005 triunfar en las elecciones presidenciales y llevar a la presidencia de país a Evo Morales, con el 53 % de los votos. Las fuerzas políticas tradicionales, agrupadas en Poder Democrático, perdieron por 25 puntos.
Morales había anticipado el 21/12/05, en una reunión en Quillacollo, Cochabamba, que el suyo “sería un gobierno de los movimientos sociales”, y que “no solamente hay que invitar a los presidentes extranjeros, sino también a las organizaciones populares de Latinoamérica, que nos darán la fuerza para frenar la soberbia del imperio”.
El MAS llega al gobierno a través de una transversalidad étnica, clasista y regional. Un dato demuestra esta realidad política: en el departamento de Santa Cruz de la Sierra, liderado políticamente por una posición autonomista de centro-derecha (Comité Cívico Pro Santa Cruz), el MAS logró el 33,2 % de los votos, porcentaje que repite en el departamento de Tarija (fronterizo con Argentina). Por eso el vicepresidente Alvaro García Linera pudo decir que:
“Ya no hay una Bolivia polarizada entre regiones. Este mandato de cambio está presente en todo el país, desde el Oriente hasta el Occidente, en la ciudad y en el campo, entre mestizos e indígenas, entre empresarios y trabajadores. Es la Nación la que se ha puesto de pie”.
Como resultado del boom del MAS, no sólo se vieron afectados los viejos partidos políticos (MIR, MNR y ADN), sino también fortalezas del “indigenismo puro”, como el Movimiento Pachakuti (MIP), liderado por Felipe Quispe, quien pierde en su territorio, en las orillas del Lago Titicaca (en el Altiplano). Lógicamente, Morales logró su principal victoria en la cuna del MAS, el Chapare, donde logró el 90 % de los votos “cocaleros”. Lo cierto es que a partir del “núcleo duro” cocalero, el MAS se ha convertido en un partido socialmente transversal dominante en escala nacional.
2. De la coca al Palacio
El MAS triunfó por haber liderado el proceso de sublevaciones populares dirigidas a derrotar las fuerzas políticas que objetivamente quedaron asociadas con el “neoliberalismo”. Pero también triunfó porque su estrategia política internacional colocó como central ubicarse dentro del heterogéneo espacio político crítico del neoliberalismo en desarrollo en la región. Así, el MAS y Evo Morales se ubicaron al lado de Fidel Castro, de Hugo Chávez, Lula, Kirchner y Tabaré Vázquez. Recibió apoyos de estos gobiernos, que se ubican desde el marxismo-leninismo, pasando por el nacionalismo y terminando en el “neodesarrollismo”.
La clave para entender al MAS nos obliga a retrotraernos a su fundación en 1995, en Santa Cruz de la Sierra. Se funda como “instrumento político por la soberanía de los pueblos”, y pronto adopta el nombre de MAS. Su vinculación social se basa inicialmente en la representación, en la región tropical del Chapare, de los campesinos sometidos a la erradicación de sus cultivos de coca. El MAS es un movimiento político surgido de las propias organizaciones campesinas indígenas, que ahora sustituyen socio-políticamente a la vieja “vanguardia” de la Central Obrera Boliviana.
En 1997, el MAS consiguió solo el 3 % de los votos; en diez años llegó al poder. Tiene mayoría en las Cámaras de Diputados, pero sólo 12 senadores frente a 13 de “Podemos”, lo cual indica que tendrá algunas dificultades para implementar su programa de “Nueva Bolivia”, en particular sobre los temas de los cultivos de coca, la cuestión petrolera y la convocatoria en 2006 de una Asamblea Constituyente.
3. La reafirmación indigenista
Un día antes de asumir como Presidente de Bolivia, el 21 de enero, Evo Morales recibió en Tiwanaku, a 70 km. de La Paz, en el lugar que la etnia aymará considera el “centro del mundo”, la consagración como autoridad espiritual y política de los pueblos bolivianos indígenas de origen aymará. Recibió la túnica y el gorro que usaban los grandes líderes indígenas. El hecho de que antes de asumir como Presidente del país Evo Morales haya optado por asumir como jefe de los aymará es la reafirmación del carácter étnico-ideológico “precolombino” del MAS y de su futura gestión presidencial.
Se trata de la reafirmación del carácter fundacional de este gobierno, de izquierda socialista moderada: durante la colonia y en el período republicano, los indígenas aymará valían menos que los esclavos africanos, y fueron diezmados por el trabajo forzoso. Ahora, Morales en el poder representa el ingreso definitivo de la ciudadanía política real de las etnias indígenas bolivianas (aymará, quechua y otras).
El nuevo gobierno boliviano se plantea gobernar con el apoyo de una amplia red de organizaciones indígenas bajo el liderazgo del Movimiento Indígena Pachakuti (MIP) y del MAS. Para fortalecer a los movimientos indígenas bolivianos y extender su influencia regional, Morales ya ha dado signos de que intentará que Bolivia se convierta en un centro de convocatoria de movimientos sociales indígenas-campesinos de otros países de Hispanoamérica, en especial de Argentina, Perú, Ecuador y Paraguay.
Está claro que Morales y el MAS se plantean continuar representando políticamente a los 80.000 campesinos indígenas cochabambinos organizados en el Cabildo del año 2000, los 5.000 aymará que bloquearon rutas en septiembre de 2000 y junio de 2001, las 300 familias cocaleras organizadas en sindicatos, los más de 300.000 vecinos del Alto movilizados por el gas, y los miles de indígenas del Oriente movilizados por la unidad político-territorial de la nación. Estos nuevos sujetos políticos constituyen la base social del MAS.
Como es sabido, el 62 % de los habitantes mayores de edad de Bolivia se autoidentifican como pertenecientes a algún pueblo indígena, y poco más del 40 % de la población tiene como lengua materna un idioma indígena. Evo Morales ha logrado integrar o lograr la cooperación de las principales organizaciones campesino-indígenas representativas de ese heterogéneo universo de campesinos indígenas bolivianos. Las principales son:
a) La Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), compuesta por quechuas y aymará. En esta actúa como minoría el movimiento aymará liderado por Quispe.
b) Federaciones de Productores de hoja de coca de las Yungas y el Chapare, localizadas en los departamentos de Cochabamba (Chapare) y La Paz (Yungas), con predomino de aymará.
c) La Confederación Indígena del Oriente Boliviano (CIDOB) y la Coordinadora de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC), en largos conflictos con latifundistas de las tierras bajas de la Amazonia y el Chaco.
En el nuevo gobierno presidido por Morales, dirigentes/as provenientes del MIP y las mencionadas organizaciones campesino-indígenas se encuentran representados en posiciones importantes. Evo Morales ha manifestado el 22/01/06 que se plantea convocar a todas las organizaciones campesino-indígenas a constituir una sola organización como organismo de consulta y participación dentro de la estructura del Estado.
4. Las relaciones entre el gobierno boliviano y los movimientos indígenas en Argentina
Como es sabido, Evo Morales contó, durante la campaña, con el apoyo político, técnico y financiero de varios gobiernos de la región (Argentina, Brasil y Venezuela). En el caso de Argentina, se registra una relación fluida entre los presidentes Kirchner y Morales. Como hemos escrito con anterioridad, el apoyo del gobierno argentino se canaliza por dos vías principales: a) el Ministerio de Relaciones Exteriores, y en especial el Canciller Jorge Taiana; y b) algunos movimientos sociales (piqueteros) vinculados al kirchnerismo, y liderados por dirigentes sociales que ahora ocupan cargos en el Poder Ejecutivo nacional (Jorge Ceballos, Lus D’Elia y Edgardo Depetris).
Sin embargo, los vínculos entre los movimientos campesinos indígenas bolivianos y argentinos son paralelos a las relaciones políticas entre Kirchner y Morales. Son relaciones centralizadas en Bolivia en el MIP y el MAS, y en Argentina por comisiones de derechos humanos y organizaciones campesino-indígenas que actúan en las provincias de Jujuy, Salta y Chaco. En oportunidad de la asunción de Morales al gobierno, hubo dos representaciones políticas principales: a) la representación oficial del gobierno, encabezada por el presidente Kirchner y miembros de su gabinete, y b) la representación de la Comisión de Derechos Humanos de Jujuy.
En Argentina, las poblaciones indígenas originarias se fueron mezclando con los colonizadores españoles, generando procesos de mestizaje, proceso que continuó durante la etapa republicana, dando lugar a la población criolla. Durante la segunda mitad del siglo XIX, las poblaciones indígenas -en la pampa húmeda, la Patagonia y el noroeste- sufrieron represiones. Actualmente, sólo el 5 % de la población argentina se autorreferencia como indígena, pero la sangre indígena mezclada en la población es mucho mayor.
En Argentina existen 19 pueblos aborígenes indígenas, reconocidos por la Constitución Nacional como pueblos preexistentes (Capítulo IV, art. 75) y por la ley 23.302. Son los siguientes: Toba, Mocoví, Pilagá, Wichi, Chorote-Chulupi, Mbya-Guaraní, Ava-Guaraní, Chane, Kolla, Diaguita, Hjarpe, Mapuche, Tehuelche, Rankulche, Ona, Yamanas, Vilela y Tonocote. La mayoría de las poblaciones indígenas se localiza en las provincias de Jujuy, Salta, Formosa, Chaco, Santa Fe, La Pampa, Neuquén y Río Negro.
En Argentina funciona un organismo especial del Estado para la cuestión indígena: se trata del Instituto de Comunidades Aborígenes (ICA), con delegaciones en todas las provincias con población indígena. Las funciones legales del ICA son variadas, entre ellas el otorgamiento de títulos de propiedad, de viviendas, subsidios monetarios y alimentos, apoyo a la educación, difusión de sus culturas, etc. También la Iglesia Católica incide en las comunidades indígenas, a través de la Pastoral Aborigen.
Ahora bien, los indígenas se localizan principalmente en comunidades, en organizaciones campesinas y en barrios de ciudades. Salvo el peronismo, y limitadamente, los partidos políticos no han incorporado como entidades a los pueblos indígenas. En Argentina la cuestión indígena es considerada por la política como un problema “residual”.
En los últimos diez años, se observan incipientes movimientos indígenas orientados a lograr el uso efectivo de la propiedad de las tierras, reclamos para mejorar sus actividades económicas, reclamos de infraestructura, de subsidios al desempleo, becas de estudio, viviendas (especialmente rurales), comedores escolares, pensiones, salud y educación bilingüe, de no-discriminación, etc. En ciertas comunidades indígenas, se detectan movilizaciones importantes, a saber:
- comunidades guaraníes en la provincia de Misiones
- comunidad Nam ‘Quom en la provincia de Santa Fe
- comunidad mapuche Paichial Antiau, en Villa La Angostura, provincia de Neuquén
- comunidades wichi en la provincia de Salta
- Unión Campesina, de la provincia del Chaco
En algunas de esas comunidades se registra la presencia de organizaciones políticas de izquierda dura (Partido Comunista Revolucionario, PCR), o de sectores de la Iglesia Católica identificados con la Teología de la Liberación.
5. Conclusión
La llegada al poder del MAS y de su líder, Evo Morales, en Bolivia podría potenciar la creciente presencia en la política de los movimientos indígenas en los países de América del Sur, especialmente en aquellos países donde muestran fuertes capacidades de organización autónoma, como son los casos de Perú, Bolivia y Paraguay. La hipótesis de que quizás estemos viviendo el inicio de una etapa de realineamiento y fortalecimiento de los movimientos indígenas en América Latina y el Caribe es una hipótesis sólida. Los movimientos indígenas son vitales cuando se funden con la cuestión campesino-indígena y son representativos de antiguas civilizaciones precolombinas.
Dos gobiernos aspiran a transformarse en centros de convergencia de los movimientos de los pueblos indígenas. Son los gobiernos de Bolivia y Venezuela, gobiernos a su vez unidos por posiciones contrarias al neoliberalismo y al Consenso de Washington. Como hemos analizado en este artículo, Bolivia es por razones políticas y étnicas un país privilegiado para convertirse en el futuro en centro de convergencia de variados movimientos indígenas. Bolivia podría ser un centro de convergencias que incluya a América Central y a México (zapatistas).
Debe ser tenido en cuenta que un fortalecimiento de los movimientos campesino-indígenas replantea en varios países de la región la cuestión de la homogeneidad nacional-cultural y la cuestión de los sistemas de representación político-institucionales (participación en el Estado de esos movimientos). También un fortalecimiento de la presencia política de los movimientos campesino-indígenas incidirá en el manejo político del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe.
En Argentina, si bien los movimientos indígenas están limitados por su marginación de las grandes culturas políticas dominantes, es necesario considerar que desde la reforma de la Constitución Nacional (1994) existen cláusulas constitucionales y leyes que garantizan derechos políticos y socioeconómicos a las comunidades indígenas. También se registra en Argentina, en los últimos diez años, un lento pero constante ascenso de movimientos indígenas en varias provincias.
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* Julio Godio es sociólogo, director del Instituto del Mundo del Trabajo
Fuente: Other-news, la información que el mercado elimina
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