Argentina: Pueblos originarios presentan propuesta sobre comunicación indÃgena

Servindi, 9 de julio, 2009.- Una representación de 25 diferentes pueblos originarios de Argentina presentó públicamente una propuesta del derecho indígena a la comunicación con identidad que busca ser incluida en el proyecto de ley de Servicios de Medios Audiovisuales. (Imagen: comunicadoresindígenas.org)

Los comunicadores indígenas expusieron la necesidad de que dicho proyecto de ley "contemple el derecho a manejar nuestros propios medios de comunicación, respetando y poniendo en práctica los reconocimientos a nivel nacional e internacional que hemos conseguido".

El coordinador general del Comité Federal de Radiodifusión (COMFER), Luis Lazzaro, destacó el aporte realizado por los pueblos indígenas y se comprometió a incluir un nuevo título que reconozca los medios de comunicación indígena, así como incluir su promoción en los objetivos general del proyecto de ley.

Los representantes indígenas manifestaron que "la propuesta apunta a incluir en el nuevo proyecto de ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, una categoría aún no prevista de "pueblos indígenas", diferenciada de las ya promovidas en el texto del Ejecutivo.

La propuesta fue presentada recientemente en la Cámara de Diputados, en la que los comunicadores indígenas sostuvieron reuniones con diferentes organismos y organizaciones, así como representantes del gobierno.

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Comentarios (3)
IRUPE (no verificado) Jue, 09/07/2009 - 16:11
ME PARECE CORRECTO QUE LOS HERMANOS/NAS INDIGENAS INTEGREN EL COMFER PORQUE TAMBIEN SON CIUDADANOS ARGENTINOS. GRACIAS. IRUPE (DEL TERRITORIO GUARANI DEL NORESTE ARGENTINO)
ANIBAL DIEZ (no verificado) Vie, 10/07/2009 - 18:40
CORRIENTES ES UNA PROVINCIA "SUI GENERIS" EN ARGENTINA, GRAN PARTE DE LA POBLACION CRIOLLA HABLA EL IDIOMA GUARANI, SIN EMBARGO NO SE LO ENSEÑA DE MANERA FORMAL EN NINGUN NIVEL EDUCATIVO, PESE A EXISTIR UNA LEY QUE ASI LO DISPONE DESDE EL 2004. EL PROGRAMA INTECULTURAL BILINGUE LE DIO EXCLUSIVIDAD AL IDIOMA PORTUGUES; HACIENDO A UN LADO A LA LENGUA CONOCIDA POR LA MITAD DE LA POBLACION CORRENTINA, CON MUCHOS VOCABLOS EN CUALQUIER RUBRO O DISCIPLINA (MUSICA, TOPONIMIA, COMIDAS, COSTUMBRES, LEYENDAS, ETC). EL ARANDURÂ -
ti (no verificado) Vie, 14/08/2009 - 13:12
La antigua guerra a muerte contra el mapuche Tito Tricot Dicen los que saben, que los más antiguos de los antiguos estaban hechos de lluvia azul. Y asà caminaban por el mundo, pintando mariposas y océanos sin pausa, descansando sólo en las noches más oscuras alumbrándose de luciérnagas tiernas. Algunos dicen que, en realidad, eran dioses orlados de viento que buscaban la mejor tierra para sembrar sueños y, de pronto, sin previo aviso, en una tormenta imposible de relámpagos y volcanes fulgentes, se dibujó en toda su morena hermosura la primera lagmien mapuche. Toda esta tierra es tuya, le susurraron con fuego para que jamás nunca se le olvidara, ni a sus hijos, ni a los hijos de sus hijos. Y asà a la gente de la tierra se les dio el Meli Witran Mapu – los cuatro puntos cardinales – para que allà hicieran el amor sin prisa y, también sin urgencia, compartieran los frutos de sus entrañas que eran, les dijeron, de todos y de nadie. Que aquà podrÃan construir su Mundo y su PaÃs, y les dieron choroyes y arrayanes, quilas y bandurrias, lagos y montañas, y en el centro de su corazón les dibujaron un rÃo tan bello y tan azulado que daban ganas de llorar en las desconcertantes madrugadas de rocÃo virgen. Hilar su Mundo y su PaÃs, les dijeron, pero, con un dejo de tristeza y con descomunal pesadumbre, entornaron sus ojos de lluvia para advertirles que desde allende los mares vendrÃan de yelmo y alabardas para matarlos a todos en nombre de un dios ajeno. Que tuvieran cuidado, porque aquende la muerte se vestirÃa de uniforme chileno y argentino; y todo se lo dijeron en tiempos en que no existÃan ni Chile y Argentina, sino tan sólo el Wallmapu, el PaÃs Mapuche, su paÃs de tierra fértil y pródiga y, por lo mismo, apetecible por forasteros de distinto signo. AsÃ, aún perplejos ante la posibilidad de que les arrebataran sus tierras y sus sueños que apenas comenzaban, los mapuche se abocaron a la tarea de irisar su Mundo sustentado en Itrofillmongen, la vida en su conjunto, la biodiversidad, el equilibrio, el respeto. Al bienestar en armonÃa le llamaron Küme Felen; Küme Mongen a la calidad de vida y Nor-Felen a la ley natural o autorregulación de la naturaleza de las distintas dimensiones del Mundo Mapuche donde habitan los hombres y las fuerzas de la vida desde tiempos inmemoriales. O desde todos los tiempos, que es el tiempo mapuche, el justo que necesitaron para construir el Wallmapu. El paÃs mapuche, que oteaba dos océanos y dos cordilleras, se nutrió de la lluvia azul de los más antiguos de los antiguos y del Ad Mapu para iluminar a los nagche, wenteche, lafkenche, williche, pewenche o puelche, mapuche todos, gente de la tierra para que nunca se les olvide. Y es tan colosal su memoria que no pueden dejar de recordar, aunque quieran. Cuentan que habÃa un anciano tan anciano que era la memoria misma. VivÃa allá por Curarrehue con su familia, caballos y ovejas. Se iba orillando la cordillera cazando leones, perdiéndose semanas enteras, a veces meses, en búsqueda del tiro perfecto, porque el puma le destrozaba las ovejas en plena noche sin que nadie se percatara y eso no es justo, decÃa. Y recordaba cada oveja, cada gallina, cada yegua perdida a manos del león, las suyas y las ajenas, las de ahora y las de ayer, porque nunca hay que olvidar que el olvido es otra forma de morir, les espetaba a sus hijos y nietos alrededor del fogón de la ruka. El mismo lugar donde una noche de temporal les contó sin prevenirlos que conoció en persona a los antiguos de lluvia azul que, incluso, les rozó la piel de agua cuando en una noche de tormenta como ésta quiso averiguar los insondables misterios de los orÃgenes más remotos del universo. Y supo que desde el cielo cayeron rocas fulgurantes que formaron volcanes y montañas, que de las lágrimas de las estrellas nacieron lagos y rÃos tornasoles y que al paso desnudo de la primigenia mujer mapuche nacieron flores bermejas y pájaros encinta. Supo, también, porque lo vio con sus propios ojos, que los mapuche sufrieron el formidable castigo de Chau Ngenechen por haber infringido los principios del Ad Mapu. Y llovió tanto que los mapuche lloraron desconsoladamente, lo que hizo subir aún más las arremolinadas aguas. Entonces más lloraban de pavor y arrepentimiento y más subÃan los mares y los lagos y los rÃos. Se oscureció el cielo con tal fuerza que los aterrados mapuche sólo vieron tinieblas en el horizonte para siempre, dijo el anciano mientras observaba caviloso las lenguas de fuego que crepitaban en medio del invierno. Porque lo vio, nadie se lo contó, porque era la memoria misma, la brasa de una cultura tan antigua como su tierra, pensaron silentes los niños que soñaban con cazar leones por las gargantas andinas. De pronto, murmuró el anciano, hubo tal estruendo que la tierra se abrió en dos y el agua arrastró a todos los mapuche mar adentro, convirtiéndolos en peces añiles y piedras negras. Parece que se murió un instante el sol, reflexionó, pues cuando abrà nuevamente los ojos asomaron en la cima más alta del monte más alto cuatro mapuche ateridos de frÃo que decÃan algo asà como: nunca más, lo prometemos, Chau Ngenechen. Nunca más. Un anciano y una anciana, un joven y una joven, eran. Y los niños escuchando fascinados cómo de la muerte renacÃa la vida, y el abuelo que lo ha visto todo, recordando con amargura el dÃa inclemente cuando su pueblo casi perece ahogado. Pero sobrevivió, para levantarse en todos los rincones del Wallmapu sin olvidar jamás la terrible lucha entre los poderes de la tierra y el mar que, a fin de cuenta, son los estertores del desequilibrio de la Ñuke Mapu ofendida por el egoÃsmo del hombre. Y el más grande egoÃsmo arribó desde Europa ataviado de coraza, rodela, cota de malla, casco y calzón de rojo terciopelo, hediendo a viaje de galeón. Y para matar traÃan sus enfermedades y sus armas: espadas, arcabuces, caballos, cañones, lanzas, ballestas, montantes. TraÃan la más implacable de las guerras y a un dios blanco de ojos azules que supervisaba diligente masacres y esclavitudes, violaciones y estupros por doquier. Yo sentà la glacial ferocidad de su mirada, cuenta el anciano de Curarrehue, una tarde de primavera cuando quise preguntarle el por qué de tanta crueldad. ¿Es que no les basta con sus propias tierras y sus propios animales?, dije yo con mi palabra. Es mi tierra, gritó con voz atronadora, mi acuarela, mi escultura, mi aguafuerte, mi arpillera, mi vitral, mi mosaico, mi libro abierto, mi orgasmo cósmico. Mi propiedad. ¿Y qué es propiedad?, le interrogué desconcertado. Me miró con desprecio desde las alturas de su ciclópeo porte para reÃr burlesco: todo lo que no se puede tocar por los siglos de los siglos, amén. ¿Y qué no se puede tocar por los siglos de los siglos, amén, inquirÃ? Aún con desdén y molesto por haberle interrumpido su siesta, vociferó: los bosques, la tierra, los lagos, los rÃos, las montañas, el cobre, la plata, el carbón, los mares, los peces, el aire, los pájaros, el agua, las ruka, los caballos, las gallinas, los pavos, los corderos, el trigo, los chÃcharos, el merken, las plantas, las cascadas, las risas, las manos, las piernas, el amor, los dientes, los vientres maternos y sus hijos, los sueños, la muerte. Todo lo que es riqueza o puede convertirse en riqueza, rubricó desganado. Pero, declaré y reclamé, al tiempo que le miraba fijamente a los ojos, turbios como el rÃo en invierno, los más antiguos de los antiguos nos dieron el Meli Witran Mapu para que hiciéramos el amor sin prisa y, también sin urgencia, compartiéramos los frutos de sus entrañas que eran, nos dijeron, de todos y de nadie. Que aquà podrÃamos construir nuestro Mundo y nuestro PaÃs. Y asà lo hicimos entre dos océanos, sin premura y sin propiedad alguna, que no la conocÃamos; y los pájaros anidaban en cualquier árbol, los lagos se posaban en inesperados recovecos, mientras los rÃos fluÃan sin pausa por entre ventisqueros, bosques y acantilados para besar atónitos el mar, que era también el mar de todos. Y de todos la tierra que se podÃa tocar por los siglos de los siglos, amen. Es mi palabra, dije, y en ese preciso momento, desde la profundidad de su garganta de plata, brotaron alambres de púa, fusiles, aserraderos, colonos, militares, reducciones, asesinatos, torturas, exilios, migraciones, policÃas, matanzas y paÃses ignotos que clavaron sus banderas de seda en el corazón del Wallmapu. Entonces, nada fue jamás igual y el anciano con su memoria a cuestas se refugió en la cordillera, pero ya no pudo cazar pumas, porque lo persiguieron, lo acorralaron, lo redujeron, lo radicaron a la fuerza y lo asesinaron a la fuerza en nombre de la civilización. Le usurparon el PaÃs Mapuche y le pulverizaron el Mundo Mapuche en nombre de la razón, de la riqueza y de aquella propiedad de la cual hablaba el dios extraño que gritaba la barbarie de los indios. Y los indios se guarecieron en sus silencios de indio para enfrentarse al egoÃsmo wingka, mientras bajo las piedras, en los recodos de los rÃos, en las copas de los árboles, en los contrafuertes cordilleranos y en el fondo del mar, guardaban sus palabras, sueños, memorias, anuncios y denuncias, virtudes y vilezas, victorias y derrotas, amores y desamores, cantos y bailes, los primeros y los últimos pasos. Con especial cuidado escondieron el mapudungun, su lengua, y el origen del mundo y las leyes de la naturaleza. Todo, según cuentan, en un volcán en llamas donde sólo los kimche conocieron del secreto para evitar que el kimun mapuche ardiera en brasas y ceniza. Fue tal su sapiencia que, en las noches más opacas, desde sus ruka, sus campos y sus montes, salÃan sigilosos hombres, mujeres, ancianos y niños para dirigirse al volcán de la memoria. Allà recuperaban palabras, ritos, nombres, historias y, por sobre todo, el sueño de libertad que les mantenÃa vivos mientras el wingka les horadaba el alma. Los mapuche se negaban a morir o desaparecer en la ira de los vientos despiadados que venÃan del norte a lomo de caballo, en cureñas, de quepÃs, de sable y bayoneta, de fusil y revolver. VenÃan de la guerra para hacer otra guerra: de la civilización contra la barbarie, de la chilenidad contra la mapuchidad. Guerra a muerte, hermano, que se entronizó en el PaÃs Mapuche ocupado por la fuerza armada. Guerra a muerte, hermano, que se acuarteló en el Mundo Mapuche ocupado por la violencia chilena. Y a nuestro territorio expoliado le llamaron frontera, cuando, en realidad, la frontera eran ellos; nos llamaron salvajes cuando, en realidad, los bárbaros eran ellos. Le denominan el conflicto mapuche, cuando en realidad el conflicto es de ellos que temen reconocer su indianidad. Hoy nos llaman terroristas, cuando el terror lo siembran ellos en las comunidades con sus allanamientos y golpizas y bombas lacrimógenas y balazos y muertos. Porque los chilenos comenzaron a asesinar mapuche en el siglo diecinueve, prosiguieron en el siglo veinte y continúan en el siglo veintiuno. MatÃas Catrileo, Alex Lemun y Jaime Mendoza cayeron en nuestro paÃs ocupado por la fuerza militar. Es por la propiedad que no conocÃamos, por los árboles y las aguas, los minerales, los peces, los pájaros. Y la tierra que nos dieron para siempre los más antiguos de los antiguos allá en Collipulli, Temucuicui, Lumako, Neltume. Liquiñe, Lleu-Lleu, Cuyinco, Tirua, en la costa, en la montaña, en los valles, nos dieron, para construir el PaÃs Mapuche y el Mundo Mapuche. Es mi palabra, para que nos dejen en paz y simplemente ser lluvia o tierra o mar, dijo el anciano de Curarrehue que es la memoria misma y que caminaba por el sur del mundo mucho antes que los chilenos. Tito Tricot Sociólogo Director Centro de Estudios de América Latina y el Caribe CEALC
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