Brasil: El gigante despertó. Con mucha euforia y algunos miedos

Por Gisella Evangelisti*

29 de junio, 2013.- ¿Están contentos, las brasileñas y brasileños, del gran crecimiento económico del país en esta última década, del descubrimiento en el Atlántico de reservas de petróleo mayores a las que tiene Arabia Saudí, de haber alcanzado mayor importancia en las instituciones internacionales?

Claro que sí, y también, rotundamente no, si han dado vida, en estas últimas semanas, a las mayores manifestaciones que ancianas  y ancianos recuerden.

Desde el 6 de junio, más de un millón y doscientos mil personas han salido a las calles en un centenar de ciudades del país y de 50 en el extranjero, llevando a los políticos un sinnúmero de reclamos. No se veía tanta gente en la calle desde el 84, (pidiendo el regreso de la democracia), o el 92, (pidiendo la caída del corrupto presidente Collor de Mello).

Pero, en la generación de Dilma- la guerrillera, y Lula- el obrero sindicalista, se  trataba de manifestaciones guiadas por partidos u organizaciones sindicales, mientras ahora se trata de mareas humanas que corean lemas de justicia y democracia, sin líderes aparentes. O gigante acordou. El gigante despertó.

Imagen: Agencia de Información Católica Argentina (AICA)

“La verdad, nunca ha dormido, si se cuentan las decenas de revueltas populares de los últimos quinientos años”, afirma Maria Carvalho Dantas, una mujer pequeña y decidida, que fue comisaria de la policia civil en Aracajú, Sergipe. “Y ahora, en el campo, hay las marchas de los campesinos sin tierra, que piden reforma agraria, y poder producir alimentos sanos y baratos para todos, y las marchas de los pueblos indígenas, que proclaman, por ejemplo, no ser barridos por represas como la de Belo Monte: dos grupos que desde siempre, sin víctimas de masacres. Sin contar las marchas para los derechos civiles de mujeres, negros, gays, lésbicas, Sin techo. Sin contar que desde las experiencias de democracia participativa en Porto Alegre surgió el Foro Social Mundial, que reúne cada dos años organizaciones de todo el mundo, en diferentes países, para discutir sobre los problemas más cruciales de la humanidad. Sin embargo, todos estos movimientos no han logrado modificar la estructura de un país que hasta hoy es el segundo más desigual del mundo”.

¿Qué ha llevado ahora a tanta gente a protestar en las calles, dejando sorprendidos y perplejos los mismos Lula y Dilma, que por primera vez, habían perdido el control de las masas?

Quién prendió la chispa en la pradera fue un pequeño grupo con apenas un centenar de miembros estables, el Movimiento Pase Libre, nacido en el Foro Social Mundial de Porto Alegre en 2005. El 6 de junio logró congregar 2000 personas en Sao Paulo contra el aumento de 0,20 centavos de reais del transporte público en varias ciudades del país. (Un dólar corresponde aproximadamente a 2,18 reais). Si veinte centavos parecen pocos, basta recordar que el precio del omnibus es tan caro como en Europa, y carga como una piedra sobre salarios básicos de 678 reais, mientras los precios de los alimentos suben, el alquiler o compra de departamentos van por las nubes…

“Un profesor muchas veces debe hacer dos o tres trabajos para llegar a fin de mes, y si vive en la periferia debe tomar hasta 3 o 4 omnibus en un dia, para desplazarse en una metrópolis gigantesca, perdiendo en el tráfico tres o cuatro horas por día, que tendría derecho a utilizar para la familia, los amigos, la cultura o la diversión”, explica Joao Pedro Stedile, dirigente del  MST, Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra.

Más de 600 megaricos en Sao Paulo han resuelto el problema de un tráfico infernal  de la ciudad transformando sus terrados en helipuertos, comprando un helicóptero del valor de un millón de dólares, o alquilándolos a 1300 dólares por hora para irse a las playas, evitando horas y horas de embotellamento. “Un país desarrollado no es el que tiene más autos, sino mejor transporte público”, se lee en un afiche en una manifestación. Pero Brasil tiene una industria automovilística que quiere expandirse. Y la clase media desea tener un auto, como lo dicta y bombardea la publicidad, junto con una casa bonita, un perro y dos niños rubios. Y ahora que más familias tienen auto, el resultado es que el tráfico y la contaminación se han vuelto insoportables, mientras el transporte público sigue en estado lamentable, a veces con máquinas comatosas, o con choferes que manejan peligrosamente.

Tráfico vehicular en Sao Paulo. Imagen: Factor Noticia

Eso mientras Europa recorre el camino inverso, apostando a un buen transporte público, y difundiendo el uso de bicicletas pública o privadas, para disminuir la contaminación, y mantener un buen estado de salud a sus habitantes. En París menos del 10% de los residentes usan auto para moverse en la ciudad.

Según explicaron las autoridades de Sao Paulo, los veinte centavos de aumento servían para financiar la construcción o ampliación de estadios, como prescribe la FIFA, para hospedar la Copa de Confederaciones, y en 2014 el glorioso Mundial. En Río fue reinaugurado el famoso Maracaná, el mayor templo del futbol mundial, pero en las fotos del evento no se veían caras de negros o mestizos. Además, ¿cómo es posible que para construir estadios se derrumben casas de familias de trabajadores, (con la sola recompensa de tres salarios mínimos) y obligándolos a reubicarse en la punta del cerro, con más horas de transporte al día, en nuevas urbanizaciones sin guarderías o servicios? ¿Es así que defiende los derechos de la gente el Partido de los Trabajadores, (actualmente en el gobierno en una heterogénea alianza de 11 partidos)?

La indignación popular comienza a montar como una espuma. Hay más. La Policía Militar, una herencia de la dictadura militar, adiestrada, a través de un proceso de deshumanización, a ver los pobres como enemigos, entró en la manifestación pacífica sobre el transporte como un elefante en una cristalería, atacando con gases lacrimógenos y balas de goma, a manifestantes y periodistas, pegándolos y deteniéndolos. Hubo 55 heridos. La protesta se difundió como polvora en las redes sociales, Facebook y Twitter, y el lunes siguiente, el 17 de junio, en la calle había una marea de 100,000 personas, cada vez más indignadas. “Queremos más hospitales, y escuelas, que estadios.” Se leía en muchos carteles. ¡Sacrilegio!

“La marcha fue larga”, cuenta Leonardo Sukamoto, profesor de jornalismo en la PUC-SP y coordinador de la Ong Reporter Brasil: desde el Largo da Batata al Palacio de Bandeirantes, sede del gobierno de Sao Paulo, son 8,5 Km de subidas y bajadas. Geraldo Alkmin, el gobernador,  tenía el deber de escuchar la voz de la calle, y dialogar con los manifestantes. En vez desapareció, dejando allí la Policía Militar, en un guión demasiado previsto. Un grupo de manifestantes comenzó a forcear el portón, a disparar fuegos de artificios, a lanzar piedras, para expresar su rabia y frustración. Otra vez, La Tropa de Choque atacó. El pueblo perdió”.

Mientra la poderosa Red Globo trataba de descalificar las manifestaciones, definiéndolas obras de vándalos, intervinieron en el candente debate sobre el transporte unas estrellas del futbol, Pelé, Ronaldo y Romario, en pro y contra de esta tasa. Pelé respondió a los manifestantes que querían más hospitales, afirmando que el Mundial no se hacia en hospitales. Ronaldo afirmó que el pueblo no se opone al Mundial sino al desvío de dinero. Más contundente fue Romario, ahora diputado federal, criticando a la FIFA que “monta el circo, no gasta nada y se lleva todo. Tendrá un lucro de 4000 millones de reales, tendrá que pagar un millón en impuestos y no lo hará. Uma sacanagem, una putada. Es la FIFA el verdadero presidente de Brasil”.

Imagen: CNN México

La misma presidenta Dilma Rousseff tuvo que correr a Sao Paulo para convencer a su alcalde, Fernando Haddad, del PT, a eliminar esos malditos veinte centavos. Reconoció que había que dialogar con los manifestantes, con humildad, pero no se aceptaban vandalismos. El secretario del gobierno, Gilberto Carvalho, agregó, quizás a regañadientes que “las manifestaciones demuestran que un gran grupo social de brasileños, salidos de la miseria, ahora exigían otros derechos, como es justo y natural, y debemos atender estas demandas. El gobierno entiende que se trata de  un nuevo tipo de movimiento, un nuevo tipo de liderazgo”.

Sí, como explicaba en una charla el sociólogo español Manuel Castells en Sao Paulo, justo mientras en la calle hervían las manifestaciones, “los partidos han perdido su protagonismo, y se presentan nuevos actores sociales, más fluidos y rápidos que los partidos, en una auto comunicación (autónoma) de masa. También una pequeña red, conectándose a muchas redes, puede alcanzar potencialmente, millones y millones de personas. La creación colectiva de la Constitución en Islandia, el fenómeno de los Indignados en España, el movimiento “Occupy Wall Street” en los Estados Unidos, las revueltas de la Primavera Árabe y el  grupo Anonymous son parte de ese tipo de movimientos, colectivos y globales, sociales y no partidarios.

Los movimientos pueden desaparecer de la calle (han terminado las acampadas de los Indignados en España, pero se han creado nuevos métodos de lucha, como veremos en un próximo artículo), siguen comunicándose en la red, y pueden renacer en cualquier momento. Son importantes porque aun partiendo de un objetivo específico, como el coste del pasaje en Brasil o la defensa de un parque en Estambul, buscan recuperar la dignidad perdida de un pueblo, que no se siente escuchado, y realizan una transformación cultural, que está en la base de cualquier transformación de poder: en unas palabras, pueden cambiar la historia”.

Imagen: America Infobae

En un video que ha tenido más de dos millones de visitas en You Tube, “Las claves de las protestas” una joven brasileña que estudia en Estados Unidos, explica que la gente pide una mejor educación (Brasil está entre los diez países del mundo donde se lee menos), un mejor sistema de salud, y no sólo esto: más transparencia en las cuentas públicas, más justicia, menos corrupción. Salió en la Red justo cuando estaba esperando ser votada en el Congreso la famosa Enmienda n.37, una propuesta de cambio constitucional que debería dar más poder a la investigación policial que a la Fiscalía: un regalo para los corruptos, si el pueblo estaba distraído en el frenesí de la Copa. Sin embargo, el pueblo estaba bien despierto.

http://youtu.be/ZApBgNQgKPU

Un tema que suscita mucha indignación en Brasil (y en muchísimos otros países) es que los sueldos de los políticos son entre los más altos del mundo, y encima, se suceden los escándalos. Durante el gobierno de Lula, en 2005, fue descubierto un gigantesco embrollo, el mensalao, o sea fueron compensados con mensualidades extras unos diputados de otros partidos, para que votaran los proyectos de gobierno. El escándalo sacudió el gobierno, pero Lula se mantuvo de pie: “Fui traicionado”, dijo. El presidente del Tribunal Supremo, nombrado por Lula, (el primer negro en esta institución) Joaquim Barbosa, hizo una investigación a fondo y condenó 25 políticos, sea del PT que de otros partidos. Sin embargo, por los vericuetos de la burocracia, siguen en libertad.

Que los políticos se hayan vuelto una casta alejada de la vida real, de las necesidades de la gente, lo afirma también Joao Pedro Stedile, el mencionado  dirigente del MST. “Los partidos se han oxidado en su prácticas y transformados en meras siglas que aglutinan, en su mayoría, a oportunistas que quieren ocupar cargos públicos o disponer de recursos públicos para sus intereses. La juventud nacida en tiempos de democracia no ha tenido oportunidad de participar en la política. Hoy, para apostar a un cargo municipal, se debe diponer de un millón de reais, un candidato para diputado aproximadamente dez millones de reais. Empresarios o latifundistas financian a los candidatos y después ellos deben obedecerlos. La juventud está harta de esta forma de hacer política”.

Otra odiosa enmienda es la llamada “Cura gay”, propuesta por Marcos Feliciano, un pastor evangélico fundamentalista y diputado del Partido Social Cristiano, que insiste en la vieja teoría que la homosexualidad es una enfermedad. La ironia se difunde en la red. “No puedo venir al trabajo hoy dia, porque todavía estoy gay…” “En España, hace veinte o treinta años, los curábamos con electrochoc”, confiesa una psicóloga de Madrid. “Obviamente, sin ningún resultado”.

Las imágenes de las multitudes brasileñas diciendo No al despilfarro y la corrupción han suscitado comentarios entusiastas en Europa y en el mundo.

“Optimo”, titula el periódico británico “The Guardian”. “La ciudadanía brasileña está protestando por algo que los ingleses no han logrado expresar públicamente: estos eventos deportivos mundiales cuestan una barbaridad. Demasiado. No sólo por la construcción, sino por el mantenimiento de megaestructuras. Para ello, Brasil está gastando 15 mil millones de dólares, (una cifra oficial, que va en aumento), mucho más de los que gastaron otros países europeos para los eventos internacionales, sin contar que Italia renunció a ser sede de las Olimpiadas, pues no está para gastos superfluos, siendo tiempos de vacas flacas.

“Magnifico”, comentó también la revista alemana “Der Spiegel”: “Este movimiento social se parece al que llevó a la caída del Muro de Berlín en 1989”. Pero pocos de estos medios agregan que el pueblo brasileño está pidiendo lo que el europeo está perdiendo, gracias a las infaustas políticas de austeridad sucedidas a la crisis financiera: un estado de bienestar social, el welfare, que reconoce los derechos de todos, a ser curados, a tener buenas escuelas, un trabajo, una casa, una viejez digna.

Y ojo, no es todo oro el que reluce, avisa el mencionado profesor Leonardo Sakamoto. “Es ilusorio creer que toda esa masa heterogénea compuesta de hijos de clase media, o media baja, y también de algunos jóvenes más pobres, que ha salido a la calle, sean  todos progresistas. Al contrario, Brasil es bastante conservador, desde la “élite blanca” paulistana a la así dicha “nueva clase média” que ha surgido en estos años de bonanza económica, entusiasmada por los consumos, y que en su mayoría no considera a la mujer dueña de su cuerpo, está en contra de los gays, y ve con recelo a los inmigrantes pobres de América del Sur.  Finge no ver, o apoya “por motivos de seguridad”, que la Policía Militar pegue, torture, mate, sistemáticamente, durante el proceso de “pacificación,” jovenes negros e pobres en las periferias de las grandes ciudades.

Imagen: El Pregon.net 

Imagen: El Sol de la Florida

Sakamoto reporta que los grupos conservadores se subieron al carro de las protestas, con lemas paralelos, pidiendo las dimisiones en seco del gobierno. Una minoría violenta, en la séptima manifestación del 20 de junio,  comenzó a hacer ataques verbales y  físicos a militantes de partidos e sindicalistas presentes en el evento. “Entre los conservadores ricos, hay los que añoran la dictadura militar; entre los pobres, (“Neonazi”, “Supremacia blanca”,  etc), los que buscan en una supuesta superioridad racial una compensación a sus frustraciones”, señala.

Sin contar que recientemente se ha formado el Partido Militar Brasileiro, que para septiembre debe recoger otras 220 mil firmas para legalizarse. Leer el programa del PMB, da escalofríos. La prioridad será dada a la “seguridad”, se dice, incluyendo una mano más dura hacia los delincuentes, bajando la edad para ser incriminados, entre otras medidas. Sin excluir medidas extremas como poner al paredón a los corruptos, como truena un general en la web del partido.

Para el líder del MST Stedile, la juventud movilizada, no tiene conciencia de que está participando en una lucha ideológica. Así, son disputados por ideas de derecha e izquierda.

Imagen: Marcelo Camargo. Revista Forum de Brasil

“És hora que el gobierno se alíe con el pueblo, o pagará factura en el futuro”, opina el líder del MST.  ¡Cuidado! Y el lema tan coreado, desde un lado al otro del Atlantico, el “Que se vayan todos los políticos”, puede llevar a situaciones electoralmente peligrosas, como en España, cuando el abstensionismo crecido después del 15 M llevó a la rotunda victoria de la derecha.

La respuesta del gobierno

Dilma Rousseff. Imagen: Indymedia Argentina

Después de unos días de silencio, Dilma ha tomado la iniciativa, primero proponiendo un gran pacto social, con un “salto de cualidad en el transporte en las grandes ciudades” y una mejora en la educación pública y en la salud, ofreciendo destinar el 100% de las ganancias provenientes del petróleo a la educación, y haciendo llegar millares de médicos del extranjero para cubrir las necesidades sanitarias de las zonas más desprovistas. No convenció del todo. Por eso, la ex guerrillera ha tomado el toro por las astas, tocando zonas neurales de la vida política, afirmando la responsabilidad fiscal en los tres níveles de gobierno, y la realización de un plebiscito sobre el tema de la reforma política.

Comenzaron los si y los peros, de políticos y blogueros. Es puro marketing. Es sólo una táctica. Todo podría ser cambiado, para que nadie cambie. Pero alguien vio que hay una oportunidad histórica, para reanudar el dialogo entre el pueblo y el poder, y cambiar las reglas del juego político. Y crear un increíble antecedente en América Latina y en el mundo. Un sueño, para destapar envidia en los italianos que después de n. juicios y condenas al gran corrupto y corruptor Berlusconi, todavía deben aguantar sus chantajes.

En estos días, ya se están dando a la velocidad del rayo, dos grandes medidas contra la corrupción. Una, la aprobación por el Senado del proyecto que transforma la corrupción en un “crimen atroz”, con penas que pueden llegar a 12 años de prisión; la otra, el retiro de parte del Congreso de la polémica enmienda PEC 37 que pretendía, como hemos visto, dar el poder de investigar los reatos de corrupción a la policía, quitándolo a la Fiscalia.

Ahora tocará al pueblo dar su voz, y no sólo su voto, como está pidiendo, en apoyo a un cambio profundo en la vida política. Para esto, el “gigante despierto” debe seguir manteniendo los ojos abiertos. Bien abiertos. Como platos.

*Gisella Evangelisti es escritora y antropóloga italiana. Nació en Cerdeña, Italia, estudió letras en Pisa, antropología en Lima y mediación de conflictos en Barcelona. Trabajó veinte años en la Cooperación Internacional en el Perú, como representante de oenegés italianas y consultora del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, en inglés) en países latinoamericanos. Es autora de la novela “Mariposas Rojas”.

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