Por Efraín Jaramillo Jaramillo*
10 de abril, 2013.- La causa de los indígenas ha despertado el interés y gozado de respeto de muchos colombianos. Estos sectores sociales subalternos que solían ser excluidos, ya no lo son tanto. Han ganado poder y exigen que su voz sea oída y sus intereses sean tenidos en cuenta. Sus luchas han sido unas contiendas por la liberación, como las han sido todas las luchas de los oprimidos en el mundo.
Ese tránsito hacia la liberación ha motivado también la fundación de grandes movimientos que han destruido imperios en todas las épocas de la humanidad.
Había sucedido en Egipto con Moises, el hombre encomendado por Hashem para liberar al pueblo hebreo de la esclavitud. Sucedió en Roma con Paulo, que sentó su doctrina cristiana en la liberación de los esclavos. Lo hizo allí en las catacumbas, conviviendo con los miserables. Fue el momento fundacional de la iglesia. Así sucedió en China con Mao. En la Larga Marcha durante los años 20 del siglo pasado, se trataba de campesinos pobres que buscaban liberarse de los señores feudales.
Pero también sucedió en Sicilia con la creación de la Cosa Nostra a mediados del siglo XIX, movimiento que unía a las “familias” alrededor de la tierra (“la terra ai contadini”/la tierra para el campesino). Se trató de un movimiento de liberación de los campesinos pobres contra los terratenientes.
Desarrollos posteriores cambiaron no solo las doctrinas fundacionales. También cambiaron sus objetivos. Los liberados por Moises han creado un Estado que oprime a otros. El harapiento de Paulo se revolcaría en su tumba si viera la suntuosidad actual de la iglesia que fundó. La lucha de los campesinos sicilianos nada tiene que ver con las reyertas de Don Vito Corleone o Frank Costello un siglo después.
Pero sucedió también en el 2010 y en tierras americanas, con la fundación de la Alianza para la Alternativa de la Humanidad (Aphu). El reconocido líder indígena del pueblo Shawi, Alberto Pizango, acompañado del sonido de pututus, recibió el tocado de plumas, el colgante del sol radiante y la chacana (cruz inca) que lo identifican como el máximo líder indígena. En esa ceremonia donde el APHU lo eligió candidato a la presidencia del Perú, Pizango juró “devolver a los pueblos indígenas el derecho a la libre determinación”.
Este partido fracasó. Dos años después (junio de 2012) Alberto Pizango, como presidente de AIDESEP, la organización indígena más representativa del Perú, suscribió un acuerdo con la empresa PETROBRAS, en el cual “…AIDESEP se compromete a mantener indemne y a eximir de cualquier reclamo, acción o demanda entablada en contra de PETROBRAS, sea de índole administrativo, penal, civil comercial, etc…” A cambio, la empresa petrolera entregará la cantidad de 200.000 nuevos soles (US77.000).
Ahora que se ha creado un movimiento político “País Común” con un indígena como precandidato a la presidencia de la República, sorprenden las similitudes entre las causas de estos movimientos de los comunes: Cosa Nostra y País Común tienen una causa común: la unión de los comunes para buscar su liberación. Es cierto que en sus orígenes, estos dos movimientos tienen causas justas y esto les da carta de ciudadanía, pero también contienen los ingredientes sociales para transformarse en sectas políticas. Debido a las desviaciones que han sufrido muchos de estos movimientos que crean los oprimidos, es saludable entonces conocer del nuevo movimiento, las organizaciones sociales y políticas (indígenas, y no indígenas) que lo acreditan.
También urge conocer más a su candidato a la presidencia, el compañero Feliciano Valencia, reconocido líder nasa del Cauca y hombre de mil batallas. Sobre todo sería saludable saber de buena tinta, quién es este personaje, pues más allá de alocuciones histriónicas en eventos multitudinarios, no se ha destacado como un analista político claro y visionario. Pero también que nos revele a todos los simpatizantes de las causas indígenas, si realmente, más allá de su talento dramático, poco común en los indígenas, realmente se considera con las cualidades y capacidades para gobernarnos a todos los colombianos (no sólo a los indígenas), pues no basta el aforismo “hemos resistido más de 500 años y eso nos da toda la garantía y fortaleza…”
La razón para solicitar alguna mediana certeza sobre estas dos eventualidades, es muy sencilla: de no saber que fuerzas sociales y políticas soportan el nuevo partido, sería firmar un cheque en blanco (ya se lo hemos firmado a muchos). Y si el candidato considera que no tiene los conocimientos y capacidades para gobernar este país, su candidatura sería una veleidad de Toro, dirigido por un Llanero Solitario, o una “mamadera de gallo”, pero sin la altura y el donaire del profesor Goyeneche. Y esto sí lastima a las organizaciones. ¡Arre, Plata!
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*Efraín Jaramillo Jaramillo es antropólogo colombiano, director del Colectivo de Trabajo Jenzerá, un grupo interdisciplinario e interétnico que se creó a finales del siglo pasado para luchar por los derechos de los embera katío, vulnerados por la empresa Urra S.A. El nombre Jenzerá, que en lengua embera significa hormiga fue dado a este colectivo por el desaparecido Kimy Pernía.
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