Por Fernando Plaza*
20 de junio, 2011.- No creo que sea necesario a estas alturas del Siglo XXI pararse a describir la diversidad cultural imperante en nuestra sociedad, no solo por el origen plurinacional de sus ciudadanos sino además por la presencia estable en su composición de grupos culturales diferenciados como es el caso del colectivo gitano.
No hace mucho pedía a mis alumnos del Master de Ciencias de la Enfermería de la Universidad de Almería que reflexionaran sobre cómo creían ellos que era la atención a la diversidad cultural en sus centros de trabajo, que enumeraran las herramientas con las que podían contar y qué creían que podrían necesitar para mejorar esa atención. Todos citaron las mismas herramientas; la teletraducción, los pictogramas, los folletos informativos o carteles en varios idiomas, la figura del mediador cultural que existía en algunos centros (en demasiados pocos) o la posibilidad de tener acceso a voluntarios de ONG que tradujeran en el caso de ser necesario.
En cuanto a lo que creían que demandaban para mejorar la atención a la diversidad cultural, sus peticiones se limitaban a la necesidad de contar con traductores-mediadores a tiempo completo en los centros sanitarios y, en algunos casos, la necesidad de formación específica para la Enfermería aunque no sabían precisar bien sus contenidos.
Lo que me resultó más llamativo es que mayoritariamente solo hacían referencia a dispositivos o recursos externos que les ayudaran a vencer la barrera idiomática; interpretaban “la atención a la diversidad cultural” como equivalente a “expresarnos en el mismo idioma”. Ni un solo alumno fue más allá y planteó qué podíamos hacer nosotros como profesionales de la salud para mejorar la atención a la diversidad cultural en su verdadero sentido; el de la atención y respeto cultural, qué podemos hacer para conseguir una eficaz comunicación intercultural con estos pacientes. Ninguno planteó qué nuevas competencias tenemos que adquirir para mejorar la calidad de nuestros cuidados. Esta experiencia, lejos de ser valorada como el resultado de un estudio serio, es una anécdota que nos puede servir para ilustrar el camino que todavía tenemos que andar las enfermeras de nuestro entorno en la construcción de la Enfermería Intercultural.
En mi opinión, la principal de estas nuevas capacidades que nos demanda este cambiante contexto, el multicultural, es la de desarrollar la competencia comunicativa intercultural (Vilà, 2006), esto es; adquirir las habilidades cognitivas y afectivas necesarias para ser capaces de manifestar comportamientos apropiados para lograr una relación y una comunicación suficientemente eficaz con los pacientes, familias y comunidades con usos culturales diferenciados a los que cuidamos.
Las habilidades cognitivas se orientan hacia el conocimiento, comprensión y conciencia de todos aquellos elementos culturales y comunicativos, tanto propios como de los otros, que promuevan una comunicación efectiva, aprendiendo con el otro más que sobre el otro, siendo fundamental el conocimiento de los propios valores y prejuicios hacia otras culturas y una exploración profunda de la propia, lo que Campinha Bacote (1999) llama conciencia cultural, ya que para superar los prejuicios y huir de los estereotipos se tiene que partir del conocimiento entre iguales; no se puede respetar lo que no se entiende o se desconoce, teniendo siempre en cuenta no caer en etiquetar al otro, en una visión antropologicista donde se destaquen más las diferencias culturales que nos distancias que las similitudes humanas que nos acercan.
Las habilidades afectivas para la comunicación intercultural son las habilidades de emitir respuestas emocionales positivas y controlar aquellas emociones que pueden perjudicar el proceso comunicativo, conseguir controlar la ansiedad ante el encuentro intercultural, desarrollar la capacidad de empatía, etc. son importantes, aunque lo que considero más relevante para la Enfermería en lo afectivo es el deseo cultural, esto es, tener motivación hacia el encuentro intercultural, a conocer y aprender de otras realidades culturales.
Dentro del conjunto de habilidades verbales y no verbales que consigan una comunicación apropiada y efectiva soy de la opinión que la relación enfermera-paciente se tiene que establecer desde una posición de igualdad, sin caer en paternalismos o victimismos. Por otro lado, las enfermeras tenemos que ser flexibles en nuestros comportamientos y ser capaces de adaptar las actuaciones, expresiones y cuidados al contexto cultural en el que se den, esto no quiere decir que tengamos que conocer fórmulas de comportamiento tipo aplicables a cada grupo cultural, la realidad no es así y las culturas tipo solo existen en los libros de antropología y no en los hospitales ni en los centros de salud. Nosotros cuidamos a personas y a familias y una visión demasiado culturalista de nuestro paciente nos limitará en la relación terapéutico-personal al perdernos en tópicos y estereotipos y nos llevará al fracaso (Plaza del Pino, 2010).
Para conseguir acercarse al otro y comenzar el camino del éxito en la relación enfermera-paciente en este contexto de diversidad cultural hay que partir de que nuestro paciente, sea cual sea su origen, religión, clase social, nivel educacional o pertenencia cultural tiene derecho a ser él mismo. Tenemos que comenzar por reconocer que nuestro paciente es diferente a nosotros y que desde el respeto a esa diferencia tenemos que empezar a lanzar los puentes que consigan el acercamiento que necesitamos para poder cuidarlo.
El paciente distinto necesita acudir al dispositivo sanitario y lo hace, se acerca como persona con todo lo que ello implica, nadie puede obligar a nadie, es imposible, que al cruzar las puertas de un edificio (ya sea un centro de salud o un hospital) se despoje de todo aquello que conforma su persona; olvidándose de su mente, su espíritu, su herencia cultural, sus creencias y valores, las vivencias y la interacción con su entorno familiar y social, con aquello que le hace un ser único, hacer que olvide quien es y hacer que pase solo un cuerpo. ¿Realmente creemos que así podremos ayudarlo?
¿Será posible que seamos capaces de llegar a ver al otro como un paciente más? Porque esa es la clave; todos los pacientes han de ser para nosotros “un paciente más” si alcanzamos eso habremos conseguido lo más importante; ver a la persona antes que al extranjero, al musulmán o al gitano, porque todos ellos son “un paciente más”, para nosotros tienen que serlo y, con esa sencillez y profesionalidad con la que nos acercamos a cualquier otro paciente, acercarnos a él y cuidarlo. Y como siempre, valoraremos de manera integral y holística a “ese paciente más”; la causa por la que acude al dispositivo sanitario, las necesidades que necesita cubrir, si existe alguna necesidad específica, si existen dificultades en la comunicación, etc. Y siempre, desde la profesionalidad de que es nuestro paciente, “un paciente más” al que hay que cuidar. Personalizaremos nuestros cuidados y los adaptaremos a sus características personales, como siempre hacemos, abordando todos aquellos aspectos que sean necesarios para poder cuidarlo mejor.
Para poder cuidar en una sociedad diversa culturalmente tenemos que estar preparados, tenemos que estar alerta, porque nosotros también, como miembros de una sociedad en la que existen prejuicios y estereotipos hacia el extranjero, el musulmán, el gitano, el diferente,… tenemos (o podemos tener) ideas negativas preconcebidas hacia el otro. Pero en el centro de salud, en el hospital, cuando estamos con nuestros pacientes somos enfermeras, somos profesionales de la salud y, ante todo, somos conscientes que todos nuestros pacientes tienen que ser iguales para nosotros y que a todos los cuidaremos lo mejor que nos sea posible. Como declara el Artículo 4 del Código Deontológico de la Enfermería Española:
“La Enfermera reconoce que la libertad y la igualdad en dignidad y derecho son valores compartidos por todos los seres humanos que se hallan garantizados por la Constitución Española y Declaración Universal de Derechos Humanos. Por ello, la enfermera/o está obligada/o a tratar con el mismo respeto a todos, sin distinción de raza, sexo, edad, religión, nacionalidad, opinión política, condición social o estado de salud”.
Con esta filosofía es con la que trabajamos. Sabiendo que la persona como ser holístico bio-psico-social-cultural en interacción con su entorno necesita cuidados en todos esos aspectos y que con nuestro paciente diferente tendremos que hacer un esfuerzo en anteponer nuestra profesionalidad a otros condicionamientos sociales que podamos tener interiorizados que nos limitan en el desarrollo de nuestro trabajo. El extranjero, el musulmán, el gitano, el diferente… las personas a las que cuidamos tienen que ser percibidas desde la similitud de dos individuos; el cuidador y el cuidado. Con pacientes de otras culturas, además de tener en cuenta sus tradiciones de salud, creencias, valores, sus formas de comunicarse,… debemos dar un paso más y, compartiendo la visión de Collière (1996) de que “la cultura no es un monolito rígido que determina las relaciones humanas sino un mosaico compuesto por individuos portadores de esa cultura”, creo que en el cuidado tenemos que ser capaces de aspirar a encontrarnos con el otro; con nuestro paciente, con ese “paciente más” de esta sociedad diversa.
Con esta sensibilidad y con lo que nos queda por aprender seremos capaces de construir la Enfermería Intercultural que ya nos está demandando la sociedad.
Bibliografía
- Bacote-Campinha J (1999). A model and instrumental for addressing cultural competence in health care. Journal of Nursing Education; 38 (5): 203-210.
- Collière MF. (1996). Soigner, le premier art de la vie. Paris; InterEditions.
- Consejo General de Enfermería de España (1988). Código Deontológico de la Enfermería Española. Disponible en: http://www.cge.enfermundi.com/
- Plaza del Pino, FJ (2010). Cuidando a pacientes musulmanes. Las fronteras de la Enfermería en la comunicación intercultural. Almería; Editorial Universidad de Almería.
- Vilà R. (2006). La dimensión afectiva de la competencia comunicativa intercultural en la educación secundaria obligatoria: Escala de sensibilidad intercultural. Revista de Investigación Educativa; 25 (2).
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*Fernando Plaza es enfermero investigador en comunicación y relaciones interculturales en el medio sanitario. Enfermero Asistencial en la UGC Cardiología y Hemodinámica del CH Torrecardenas de Almería y enfermero docente en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Un¡versidad de Almería.
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Fuente: Editorial de la Revista “Enfermería Comunitaria” de F. Plaza. Publicado en: http://enfermeriaintercultural.wordpress.com/2011/06/16/ante-la-diversidad-cultural-construyamos-una-enfermeria-intercultural/
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