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La desinformación: el otro virus de la pandemia

 Cegundo Saavedra Viaeja fue el primero de los comuneros en ser inoculado con la primera dosis en la comunidad nativa Palma Real. Foto Fenamad / Hivos.

Hace dos años un virus desconocido puso en cuarentena a todo el mundo. Los pueblos indígenas del sur peruano no fueron la excepción. Cerraron sus territorios, pero de nada sirvió. El covid-19 se introdujo como las fake news que invadieron las redes sociales y que fueron alimentando el temor a las vacunas. En el presente artículo conoceremos la historia de tres comunidades nativas y su posición frente al proceso de vacunación impuesto por el gobierno central.

Por Sandra Bellido Urquizo*

18 marzo, 2022.- Cuando el coronavirus apareció en marzo del 2020, los indígenas de Madre de Dios se vieron obligados a cerrar sus territorios. Ningún extraño podía ingresar. El recuerdo de enfermedades que diezmaron a sus antepasados los obligó a ello, sin embargo, la desinformación que dio pie a frases como “van a esterilizar a los hombres”, “quieren colocarnos un chip”, “las vacunas son malas”, se inoculó en sus mentes como el virus en sus cuerpos.

En esta región amazónica del sur peruano donde el verdor de los bosques se entremezcla con el color a tierra de las actividades ilegales como la minería, residen 141 mil personas (según censo del INEI del 2017), de los cuales el 3,2 % son indígenas que habitan en 37 comunidades nativas, y casi todas fueron atacadas por el mortal virus.

Sin puestos de salud debidamente implementadas y ante la ausencia del Estado, los mismos indígenas tuvieron que ingeniárselas para salvar sus vidas. Usaron plantas medicinales como el matico para combatir el virus. Y lo lograron. Ese 2020 solo se registraron cinco fallecidos indígenas por covid-19 en Madre de Dios, a diferencia del resto de la Amazonía peruana.

“No creíamos que esta enfermedad era mortal, al comienzo no la tomábamos en serio, no teníamos miedo de morir. Cerramos la comunidad al comienzo, pero algunos fueron a Puerto Maldonado para cobrar el bono del programa Bosque y vinieron con el virus”, reconoce el jefe de la comunidad nativa Palma Real, Cegundo Saavedra Viaeja, de 41 años y padre de cuatro hijos.

“La primera vez estuve postrado en la cama como 15 días, tenía fiebre, tos, dolor de cuerpo, de cabeza y después la otra me agarró una semana en cama, perdí el olfato y el apetito. Gracias a Dios me salvé con medicina natural”, así recuerda el líder indígena las dos veces que se contagió con el covid-19 en el 2020, aunque por más que escrudiña en su mente no rememora las fechas. El virus se expandió y contagió a una buena cantidad de comuneros originarios del pueblo ese eja que se dedican a la agricultura de autoconsumo, pesca y recolección de frutos. Esta comunidad es una de las diez más vulnerables de la región. En Palma Real habitan unas 400 personas.

Preocupados por esta pandemia y ante la falta de asistencia del Estado, utilizaron sus conocimientos ancestrales e intercambiaron experiencias para crear sus propias infusiones con plantas o hierbas medicinales como matico, eucalipto, ajo, kión, con las que también se hicieron baños de vaporización contrarrestando los primeros síntomas del covid-19.

Difícil inicio

Cuando a inicios del 2021 el gobierno nacional anunció la vacunación, los pueblos indígenas se opusieron: “los comuneros no estuvieron de acuerdo con vacunarse, porque muchos vieron en internet que se van a volver locos, zombis, se van a morir”, narra Cegundo Saavedra.

Este rumor se extendió entre todas las comunidades e incluso comentaban que iban a esterilizar a los varones o que les iban a colocar un chip. Cuando se les preguntaba de dónde obtuvieron esa información solo aludían al internet, no daban mayores detalles.

En julio del 2021, la brigada de vacunación, asentada en Puerto Maldonado, capital de Madre de Dios, llegó a Palma Real luego de dos horas y media de viaje en bote.

En ese entonces, los indígenas le solicitaron al jefe comunal que se vacunara primero para ver si se producía alguna reacción negativa en su cuerpo. “Tenían que anotarse en la posta, nadie se anotó, solo yo. En la primera dosis nadie quería vacunarse, así que tenía que dar el ejemplo...y de ahí todos se vacunaron, por seguirme”, recuerda Cegundo Saavedra.

Gracias a este gesto, un mes después, la brigada de salud logró inocular con las dos dosis al 95 % de la población mayor de 18 años de Palma Real.

Al inicio, los hermanos (as) ese eja de Palma Real no aceptaron la vacuna. Foto: Federación Nativa del río Madre de Dios (Fenamad) / Hivos.

Anteriormente, en junio y julio del 2021, se realizaron dos campañas de vacunación en Puerto Maldonado organizadas por la Dirección Regional de Salud en coordinación con la Federación Nativa del Río Madre de Dios. Los primeros que fueron vacunados para servir como ejemplo a los hermanos indígenas fueron los dirigentes de las organizaciones: Julio Cusurichi, Alejandro Irey, Alfredo Vargas, Vanessa Racua, entre otros.

Campaña de vacunación para indígenas residentes en Puerto Maldonado. Foto: Fenamad / Hivos.

Comportamiento humano

Según la profesional paraguaya en psicología y psicoterapia, María de Lourdes Aquino: “para entender el comportamiento social de las personas lo primero que hay que saber es que el ser humano por naturaleza es un ser biopsicosocial. Esto implica que en su dimensión social es esencialmente un ser con los demás. Para bien o para mal se desarrolla en la interacción con otros”.

“La principal y primera fuente de adquisición del comportamiento social es la imitación, hacer lo que otros hacen da una suerte de respaldo y seguridad social. Es algo básico, no ser excluido o perseguido. Uno de los principales temores es ser abandonado, excluido o perseguido, debido justamente a que se entiende que por naturaleza es difícil sobrevivir solo. Tanto es así que pareciera no existir la perspectiva de elegir con quien quiero estar o dónde quiero pertenecer”.

De esas apreciaciones se entiende el comportamiento asumido por los indígenas de Palma Real, quienes aceptaron la vacuna después de que le colocaran la primera dosis contra el virus al jefe comunal, Cegundo Saavedra.

Primeros contagiados por el bono

En noviembre del 2020, el biólogo molecular, Jesús Eduardo Rojas-Jaimes, publicó, junto a otros expertos, los resultados del estudio Brote de covid-19 en la comunidad nativa de Palma Real, Madre de Dios, Perú realizado a mediados de ese año.

A través de este estudio se confirmó que en los primeros meses de la pandemia hubo 64 personas sintomáticas, 54 de ellas presentaron síntomas respiratorios entre 1 a 4 días después del contagio. De las 18 pruebas moleculares, 17 fueron positivas y de las 44 pruebas serológicas todas fueron positivas.

Rojas-Jaimes confirmó la versión del jefe comunal de Palma Real: el virus llegó a la comunidad luego de que algunos comuneros fueran a cobrar su bono (incentivo económico dado por el gobierno central) a la ciudad de Puerto Maldonado. Así un gran porcentaje resultó contagiado.

En el siguiente cuadro estadístico se aprecia la distribución de síntomas asociados a covid-19 en la comunidad nativa Palma Real.

Sin embargo, no todos los indígenas de Madre de Dios tuvieron la misma actitud. A casi dos días de Puerto Maldonado, surcando aguas arriba el río Madre de Dios en la provincia del Manu, se encuentra la comunidad nativa de Shipetiari del pueblo matsigenka.

El 22 de agosto del 2021, cuando la brigada de salud de la Micro Red de Salvación ingresó a esta comunidad luego de viajar cinco horas en camión y después en bote por el río Madre de Dios, no encontró a ningún comunero ni directivo que los recibiera, a pesar de haber coordinado con anticipación la jornada de vacunación.

La idea de la brigada, compuesta por un médico, una enfermera y dos técnicas, era permanecer dos días en la comunidad habitada por 140 personas. El primer día solo se presentaron cinco: dos de ellos agentes de protección del Ministerio de Cultura con sus respectivas esposas y un tercero, dirigente de la Federación Nativa del río Madre de Dios.

Esa tarde de domingo, la enfermera Rocío Quispe Caballero decidió hacer un “barrido” casa por casa, pero los comuneros se fueron al río y otros a sus chacras.

Sin embargo, hallaron a una familia que “masateaba” (tomaba una bebida de la Amazonía peruana, hecha a base de yuca). Cuando trataron de explicarle sobre las vacunas, el hijo mayor respondió que en asamblea los comuneros acordaron que no se iban a vacunar. Los motivos eran los ya consabidos: que esas vacunas eran la marca del diablo, que en dos o tres años iban a morir. Finalmente pidió que respetaran su posición. Fue un momento tenso.

Al día siguiente, a pesar de los llamados a los comuneros que transitaban cerca al puesto de salud de esta remota comunidad, no se logró que cambiaran de opinión. La brigada decidió abandonar el lugar a las 11 de la mañana sin haber cumplido su objetivo.

Puesto de Salud CN Shipetiari. Pocos comuneros se hicieron presentes en la campaña de inmunización. Foto: Fenamad / Hivos.

“Hay muchas informaciones… lo que ponen vía internet, vía noticias. Hay dos motivos porque no se quieren vacunar: dicen que es la marca de la bestia y otro que al pasar los días se pueden morir, por eso la comunidad dice que es mejor no recibir la vacuna: ‘para que me voy a vacunar si me voy a morir, en dos o tres años’”, explica Gregorio Pérez, agente de protección del Ministerio de Cultura y exjefe comunal de Shipetiari.

A diciembre del 2021, según información de la Micro Red Salvación-Manu, ya se habían vacunado con las dos dosis 34 varones y 28 mujeres, desde los12 años hasta adultos mayores, debido a las medidas adoptadas por el gobierno nacional de solicitar el carné con las dos dosis para ingresar a espacios cerrados.

Se oponen a vacunación

Una de las comunidades que a la fecha (enero 2022) no da su brazo a torcer es Katpcha Ensa. El jefe, Roberto Antonio Tawan, afirma con convicción que nadie puede obligarlos, a pesar de reconocer que no han tenido la suficiente información sobre el coronavirus y la vacuna.

En noviembre del 2021, un equipo multidisciplinario conformado por la Dirección Regional de Salud, el Ministerio de Cultura y la Federación Nativa del río Madre de Dios viajó a esta comunidad, ubicada a tres horas y media de Puerto Maldonado y a orillas del río Inambari, para brindarles charlas de sensibilización.

Sin embargo, previamente, los comuneros en asamblea comunal acordaron no aceptar la vacuna. Aducían que habían recibido desde Amazonas un llamado telefónico de un familiar que les advirtió que un indígena awajún había fallecido después de haber recibido la primera dosis de la vacuna Sinopharm. Solo sabían que había ocurrido en una comunidad de esa región, sin dar mayores detalles.

Antonio Tawan señala que el bosque les da los suficientes alimentos y que en la comunidad se sienten protegidos del virus.

Los comuneros de Katpcha Ensa son originarios del pueblo awajún en el departamento de Amazonas (norte del Perú) y hace seis años se asentaron cerca al río Inambari, en el distrito de Madre de Dios, provincia del Manu, a tres horas y media de Puerto Maldonado.

En la comunidad viven 25 familias que se dedican a la agricultura y la pesca. Sus modos de vida no han variado mucho. Se reúnen en asamblea donde toman importantes decisiones y una de ellas fue, precisamente, no aceptar la vacuna, pues confían en que el virus no ingresará a su comunidad que está alejada de los centros poblados.

En noviembre del 2021 Diresa, el Ministerio de Cultura y organizaciones indígenas brindaron una charla de sensibilización e información en Kaptcha Ensa, pero ni así aceptaron la vacuna. Foto: Fenamad / Hivos.

A velocidad de internet

Desde que apareció la pandemia del covid-19, grupos antivacunas peruanos inundaron redes sociales como Facebook y YouTube con información falsa o fake news que mellaron el ánimo de muchos indígenas. Surgieron grupos como No vacunados que, aunque solo tiene 216 miembros, cada post que publica es visto por decenas de personas.

Para el exdecano del Colegio de Periodistas de Madre de Dios y jefe de la oficina de Comunicaciones del Gobierno Regional del mismo departamento, Óscar Macedo Mejía, la lejanía y la dispersión impidió que la comunicación oficial del Estado, a través de medios de comunicación como la radio y la televisión, llegara a las comunidades indígenas, algunas ubicadas en lugares remotos y a las que se llega solo en bote después de varios días de viaje.

“Hay antivacunas en todo el mundo que difunden ese tipo de notas en las redes sociales, y de eso también se sirven algunos comunicadores que incitan a la población a no vacunarse y a no usar mascarillas, y la gente les cree”, indica el periodista.

Reconoce que no es fácil controlar lo que se publica en redes sociales, por eso es importante que periodistas y/o comunicadores sean responsables al momento de utilizar las fuentes de información.

Al respecto, el sociólogo indígena del pueblo harakbut, Héctor Sueyo Yumbuyo, confirma que en las comunidades faltan medios de comunicación como prensa, radio y televisión, aunque en algunas existe el internet y a través de sus celulares los indígenas han tenido acceso a los memes y a la información sobre el covid-19.

Sobre los fake news reconoce que llegan más rápido que las campañas de vacunación del Estado y que el internet tiene más credibilidad que la técnica y la licenciada en enfermería que trabajan en los puestos de salud de las comunidades.

Pero no solo las redes sociales desinforman, también lo hacen algunos pastores evangélicos: “hay personas foráneas que han venido a las comunidades, pastores, entre otros evangelistas que les han dicho a algunos que no pueden vacunarse, porque es ir en contra de su religión y tendrá consecuencias graves. Algunos seguidores de la religión no quieren vacunarse por temor a la esterilización: ‘te vas a morir, te van a poner el 666 y vacunarse es meterse el demonio’”, asegura Sueyo Yumbuyo, quien también es subgerente de Comunidades Nativas y Participación Ciudadana del Gobierno Regional de Madre de Dios y docente en la Universidad Nacional Amazónica del mismo departamento.

Al respecto, las iglesias cristianas dispersas en Madre de Dios no han emitido comunicado oficial alguno. Se sabe, por versión de sus fieles, que es decisión de cada uno de ellos si se hacen poner la vacuna o la rechazan. Solo les piden que oren al Señor y se cuiden.

Sin embargo, el 17 de enero del 2021, el diario El Popular de Perú publicó una nota sobre un cardenal católico mexicano que afirmó en un video —titulado Trama de un nuevo orden mundial y publicado el 12 de enero en Facebook— que las vacunas para combatir la propagación del coronavirus contienen “la marca de la bestia”.

El biólogo molecular y docente investigador de la Universidad Privada del Norte, Jesús Rojas Jaimes, afirma que no puede calificar de periodistas o comunicadores a aquellos que se basan en falsedades y desinforman: “Para comunicar hay que tener fuentes, base, sino, mejor no comunico. No tienen que estar de acuerdo con lo que dice una persona o una política, por eso hay libertad, pero no convirtamos la libertad en libertinaje”.

Explica que la libertad es una expresión auténtica, pero con conocimiento: “no porque tenemos una radio debemos transmitir mala información o desinformar, porque va contra cualquier aspecto ético, se daña a la persona y se genera un problema social”.

“La comunicación es importante, por eso hay que basarse en fuentes verídicas y hay que contrastarlas. Si hablamos de salud hay que hablar con expertos con una hoja de vida aceptable, confiables, éticos, con una moralidad destacable, y en información escrita hay que recurrir a la información científica. Los periodistas tienen que hacer todo ese trabajo previo, antes de comunicar algo”, reafirma el experto, quien también es investigador invitado en las áreas de Malaria e Investigación Vectorial en los Institutos Nacionales de Salud (NIH), en Maryland, Estados Unidos.

Para la licenciada en enfermería, Rocío Quispe Caballero, integrante de la brigada de salud de la Micro Red de Salud de Salvación, hay diferentes motivos para oponerse a la vacuna: “Buscan la información por internet. Antes de vacunarse se les dice que busquen información con los expertos. En comunidades nativas lo que más se escucha es que quieren desaparecer a las comunidades para que el mundo, el Perú alcancen el progreso. Es importante que en la brigada vaya una persona que los conozca, los entienda, que les dé información básica, que les aclare sus dudas”.

Enfermera Rocío Quispe Caballero, integrante de brigada de salud de Salvación. Foto: Fenamad/Hivos.

Para el 2021, Fenamad y su aliado Hivos implementaron en Madre de Dios el proyecto Ruta de la Salud Indígena Amazónica para colaborar con el Estado en la implementación de estrategias de difusión sobre el covid-19 y la vacunación, a través de charlas de sensibilización en algunas comunidades y campañas en medios radiales y redes sociales; sin embargo, no fue suficiente. Las fake news o noticias falsas se apoderaron, en su mayoría, del imaginario de la gente.

Falta trabajar más

Según el coordinador de la estrategia de Pueblos Indígenas de la Dirección Regional de Salud, Gustavo Andía Choque, hasta enero del 2022 un poco menos del 50 % de la población indígena de Madre de Dios se había vacunado con las dos dosis.

Reconoce que la desinformación ha mellado el proceso de vacunación y que no ha sido fácil llegar hasta las comunidades por falta de logística y porque una parte de la población indígena no aceptaba la vacuna porque ha recibido información falsa difundida por internet y porque su propia cosmovisión no se lo permite.

Señala que en las charlas de sensibilización con pertinencia cultural, realizadas en algunas comunidades nativas por la Dirección Regional de Salud, el Ministerio de Cultura y las organizaciones indígenas, se trató de aclarar algunas dudas sobre la vacuna: “Nuestro objetivo es vacunar a toda la población indígena. Se están haciendo los esfuerzos, pero es necesario que siempre nos acompañe un promotor indígena o un dirigente para que puedan traducir y los hermanos tengan más confianza”, asevera.

Las brigadas itinerantes han trabajado de manera sacrificada para llegar a todas las comunidades, algunas ubicadas a días de viaje como las asentadas al interior del Parque Nacional del Manu.

Si bien la pandemia ha sido un duro golpe para la humanidad, para los pueblos indígenas de Madre de Dios también ha sido una experiencia que les permitió reencontrarse con su historia, tradiciones y costumbres, y como bien dicen los líderes indígenas “no por colocarnos la vacuna vamos a dejar de ser indígenas”.

Gustavo Andía en una de las charlas de sensibilización sobre la vacunación en una de las comunidades nativas de Madre de Dios. Foto: Fenamad/Hivos

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* Esta historia fue elaborada por Sandra Bellido en el marco del Curso de periodismo científico Vientos Alisios, conocimiento colectivo, un proceso de formación que permitió un primer acercamiento al periodismo científico para periodistas, comunicadores y comunicadoras de medios locales en Ecuador, Colombia y Perú.

Vientos alisios es un proyecto de DW Akademie financiado por el Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo en el marco de la iniciativa “Transparencia y libertad de los medios de comunicación – Resiliencia ante la crisis en la pandemia mundial”. Vientos Alisios se realiza con el apoyo de la Alianza Ríos Voladores. Esta y las demás historias resultantes del proceso, se pueden leer también en www.vientosalisios.net.

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