Perú: Beneficios del proyecto Camisea no llegan a los machiguengas


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DURA REALIDAD. Carlos Pérez vive en la comunidad de Mayapo. Luego del último derrame, si quiere pescar, se levanta a las 4 a.m., camina hasta la cabecera del río y vuelve a las 6 p.m. con apenas tres mojarritos para alimentar a sus seis hijos

En una edición extraordinaria y con fotos reveladores el diario El Comercio dedica hoy un especial a los impactos sociales del proyecto Camisea en el pueblo machiguenga del Urubamba. Escasez de peces y temor de que aumenten los índice de desnutrición son algunas de las revelaciones del informe elaborado por un equipo periodístico que estuvo tres semanas en la zona y visitó 11 comunidades nativas. La entrega del día de hoy continuará mañana. Ver aquí

El Comercio, 2 de marzo 2006.- Un equipo periodístico de este Diario se internó en las comunidades machiguengas del Alto y Bajo Urubamba (Cusco) para conocer el impacto que ha tenido la instalación del ducto de gas procedente de Camisea y descubrió que son más de once mil los nativos vulnerables al impacto ambiental, además de social, por la ejecución del proyecto.

Los jefes de las comunidades han denunciado la aparición de enfermedades como la sífilis. Algunas de las empresas encargadas del proyecto no están asumiendo sus compromisos ambientales, lo cual acarrea perniciosas consecuencias. Entre otras cosas, abandonan la basura cerca de los ductos, no retiran los paños absorbentes de hidrocarburos y tampoco desarman los puentes instalados para trasladar los materiales.

En los siguientes días, El Comercio entregará una serie de reportajes en los que se detalla la situación de estas comunidades, en qué se utiliza el dinero del canon energético -que suma unos S/.300 millones- y cómo el Estado, a pesar de ser Camisea un proyecto importante para el país, no tiene presencia alguna en la zona.

Ausencias que golpean 

"Kobeni, Kobeni, Narotari, obambaroataka, narotari, niavagitacharina, okasanka, gitetapakira kobeni" (Qué sería de nosotros si no existiera la naturaleza, moriríamos, no existiríamos) Canto machiguenga

Hay instantes que guardas en la memoria, como detenidos en el tiempo. Se quedan ahí, insistentes, resumiendo un largo viaje. El instante que guardo del viaje que hicimos por 11 comunidades machiguengas del Urubamba, en la selva del Cusco, para conocer el impacto del proyecto Camisea, me traslada a Camaná. Una mañana de fresca calma luego de una noche lluviosa. El olor de la tierra húmeda. Una asamblea comunal al costado de una cancha de fútbol. Cushmas tradicionales, confundidas entre jeans y polos sintéticos. Casiano Jeremías muestra dos pequeñas latas de atún entomatado, un poco de arroz y cebolla. No habla castellano, no es necesario. Su angustia traduce la queja por los peces ausentes luego del último derrame. "Esto es lo que nos entregan por contaminar el ambiente", dice.

El nativo de 45 años nos señala con el dedo. "¿Cuándo el machiguenga ha comido cebolla? ¿Cuándo ajos? Ustedes, los blancos, no nos entienden, a nosotros nos gusta pescar. Solo queremos que los peces vuelvan al río", insiste. Sus palabras esconden resentimiento. Salvo excepciones, la penetración de la cultura occidental en las comunidades machiguengas ha sido brusca, violenta.

Primero los caucheros y su codicia por el látex, luego los hacendados y su voraz apetito por los bosques para convertirlos en tierras de cultivo. Y siempre la agresión. Los nativos fueron explotados como peones, cambiados por gallinas y vendidos al mejor postor, hasta que, a mediados del siglo XX, se instalaron las misiones dominicas. Son ellas las que cumplieron un rol fundamental en los cambios sociales que experimentaron los machiguengas. Los organizaron en comunidades y les brindaron educación y salud.

Solo después, durante la década de los 80, cuando la empresa Shell descubrió los yacimientos de gas, el Estado llegó para decirles: la explotación de estas reservas no dañarán el ambiente. "Dijeron que el proyecto no nos perjudicaría, que por el contrario, mejoraría nuestra calidad de vida", recuerda Job Korinti, jefe de la comunidad de Kirigueti.

Pero la Shell no se quedó, pues nunca llegó a un acuerdo con el Gobierno. Recién a comienzos de esta década se les otorgó la concesión de la explotación y transporte de gas en la zona amazónica a dos empresas operadoras: Pluspetrol y Transportadora de Gas del Perú (TGP).

Los machiguengas recibieron con buenos ojos la inversión a pesar de que la mayoría no entendía en qué consistía los detalles del proyecto. Era el 22 de noviembre del 2004 cuando una noticia perturbó la calma a la que esta sociedad está acostumbrada. La tubería se quebró. La tranquilidad todavía no volvía cuando hace cuatro meses el ducto se quebró por cuarta vez: dos mil barriles de líquidos de gas contaminaron el río. (Las dos veces anteriores el derrame se registró en la sierra).

Vuelos que perturban

La última semana de febrero partimos hacia el Cusco, y de ahí, por una carretera más teórica que real, luego de 24 horas de viaje, llegamos a Ivochote, la zona del río Urubamba desde donde parten todas las embarcaciones hacia las comunidades machiguengas. En el puerto nos esperaba Marcial Shiviturori, el experimentado motorista que cruza sin aspavientos los remolinos del pongo de Mainique en esta temporada de recia lluvia. Sería a él a quien, desde ese día en adelante, nos encomendaríamos cada vez que las feroces aguas del Urubamba intentaban hacernos una mala pasada.

Eran las ocho de la mañana en Poyentimari, la primera comunidad que visitamos. Durante la noche, el sordo ruido de los insectos acompañó nuestro sueño, pero luego lo que nos acompañó fue un ruido más persistente, el de un helicóptero surcando el cielo de la Amazonía y el motor de un bote en el río. Con el traqueteo, los primeros en ahuyentarse fueron los pájaros. Bautista Goshi, nativo de esta comunidad, nos dirá luego que los animales del monte también han escapado. Antes, para cazar un sajino tenía que caminar tres horas, ahora anda dos días.

Lo mismo ocurre en las otras comunidades. La fauna se ha escondido. En todo el viaje solo logramos ver un pez. Esta huida condena a los machiguengas a la desnutrición, pues el 75% de sus proteínas proviene del río.

"Nos estamos muriendo"

La asistencia médica que las comunidades afectadas recibieron, luego del derrame fue insuficiente. Los nativos aseguran que a ninguno se le entregó un diagnóstico médico. "No sabemos si estamos muriendo... Creo que estamos falleciendo de a pocos", dice Juanito Pérez, nativo de la comunidad de Mayapo. "La gente no sabe si está enferma o sana. ¿Por qué no vienen los médicos?".

'Ovegaga tanaka' significaba hasta un par de años en lengua machiguenga "todo está malogrado". Después del derrame esta frase adquirió una definición más precisa: "el ambiente está contaminado".

El último 25 de noviembre los nativos de Camaná, Puerto Huallana y Mayapo pescaron en abundancia. Comieron doncellas y zúngaros con desmesura. Solo varias horas después TGP les comunicó el derrame. La empresa, sin embargo, sostiene que antes tenían que confirmar el escape de los líquidos.

Ya nadie come pescado en abundancia. Carlos Pérez, nativo de Mayapo, dice que tiene que salir a las cuatro de la mañana y caminar hasta la cabecera del río para pescar algo. Si tiene suerte, regresará en la tarde con tres mojarritos para alimentar a sus seis hijos. Este alimento complementará en algo los víveres que les entregan luego del derrame.

El impacto ambiental acentuó las diferencias económicas. La situación es menos complicada para quienes tienen un ingreso económico adicional (comerciantes o trabajadores de las empresas). Ellos pueden comprar alimentos a los eventuales comerciantes. Los otros, como Carlos Pérez, seguirán caminando horas en busca de algún pez.

Antes, todos los machiguengas cazaban, pescaban y comían lo que las chacras les proveía. Antes, no tenían la oportunidad de salir a estudiar fuera o acudir a un mejor centro de salud. Ahora, parecen estar condenados a buscar dinero para comer. Y los que sí lo consiguen, estudian en Quillabamba o Sepahua, y se atienden en puestos de salud de estas ciudades.

Más riesgos

El riesgo de que las aguas del río se contaminen está presente, no solo por los derrames sino por el masivo traslado de las embarcaciones fluviales. El año pasado, en Kirigueti, un bote que pasaba a excesiva velocidad atropelló a una niña y la ahogó. Desde entonces, las reglas de transporte son más exigentes.

El jefe de la comunidad de Camisea, Matías Ríos, reconoce que otro de los grandes temas tiene que ver con la salud. Y no se equivoca. Los sanitarios de varias comunidades reconocieron la presencia de enfermedades de transmisión sexual en algunas nativas. Ríos explica que si bien estas empresas han generado puestos de trabajo, hay el riesgo de que sin la presencia del Estado se pueda provocar un problema social. "Hay mucho dinero, pero aquí no llega". Y tiene razón. La pasividad del estado es tal que tampoco fiscaliza que las empresas operadoras cumplan sus compromisos ambientales.

La cifra

  • 9800 Machiguengas viven en la zona del Urubamba
  • 17 Muertos en la zona denunció la Defensoría del Pueblo y pidió una investigación sobre estos casos

Nelly Luna Amancio-Enviada especial

 


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Comentarios (3)
Milagros (no verificado) Sáb, 04/03/2006 - 20:17
El daño que se ocasiona a los indÃgenas es serio y deberìa buscarse mecanismos correctivos para esto; asimismo hay un asunto de responsabilidad que està siendo evadido descaradamente. La empresa tiene responsabilidad en todos estos daños y debe responder por eso; sin embargo el propio Estado peruano tambien es responsable desde el momento que no cumple con su función de velar por la vida y salud de estas personas. Si es incapaz de controlar los impactos de las actividades extractivas simplemente no deberìa autorizarlas hasta que no se den las garantìas necesarias de que la poblaciòn estarà debidamente protegida.
Jorge (no verificado) Dom, 05/03/2006 - 21:43
El gran problema es que los funcionarios del Ministerio de EnergÃa son juez y parte de las empresas mineras. No tienen alma ni patria y son fieles servidores de las empresas. No se hacen respetar ni respetan las leyes peruanas. Hace oidos sordos a los reclamos de las comunidades y se vuelven idiotas cuando éstas se quejan porque incluso toman a broma sus quejas. Más instituciones deben intervenir y presionar porque los funcionarios del MEM sean sensatos y competentes y no serviles.
Karina (no verificado) Jue, 09/03/2006 - 22:37
Culquier cosa q dse pueda decir queda tan corto para describir las barbaries q e}se estan cometiendo contra la poblacion nativa ,en nombre del llamado boom energetico y del supuesto progreso de nuestro Pais q ,a cambio nos esta trayendo tremendos e irreparables impactos socioambientales . Deberiamos hacer sentir nuestra voz de protesta asi como plantear medidas de mitigacion .
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