Publicamos un artículo escrito para el periódico Lucha Indígena, de próxima aparición, y que amplía el concepto que sobre la reforma agraria tiene Hugo Blanco Galdós, líder histórico de la Confederación Campesina del Perú (CCP). Este tema ha sido aludido de manera controversial por uno de nuestros lectores y creemos conveniente dar espacio a una polémica de ideas sobre un tema clave en la memoria del campesinado peruano.
Por Hugo Blanco Galdós
2 de marzo, 2006.- En primer lugar aclaremos que la denominación de Reforma Agraria abarca no sólo a la redistribución de la tierra que es su principal aspecto, sino a la capacitación agropecuaria, al asesoramiento técnico, al apoyo en la comercialización, a las facilidades crediticias a las facilidades para la comercialización, etc. En pocas palabras, impulsar el desarrollo integral del sector agropecuario que es responsable de la subsistencia de la población, de la misma existencia de ella. Acá vamos a usar el término sólo para su principal aspecto, la redistribución de la tierra cultivable.
Los sectores que oprimen a la población indígena deforman la Historia por el temor que tienen de que los pueblos originarios constatemos que somos capaces de erguirnos y triunfar contra ellos.
Uno de esos casos es decir que la Reforma Agraria se la debemos a un militar o a un dirigente. No es así, la reforma agraria fue hecha por la acción colectiva del propio campesinado indígena.
Debemos mantener en la memoria que el régimen de haciendas formado por las tierras que usurparon a nuestro pueblo los invasores europeos, no fue liquidado por sus sucesores republicanos, quienes mantuvieron esa usurpación. En las haciendas el campesinado indígena trabajaba gratuitamente para el supuesto “dueño” de la tierra robada.
El proceso de liberación se inició con la masiva organización en sindicatos del pueblo quechua de la zona semitropical de La Convención y valles aledaños en el departamento del Cusco. El campesinado indígena se organizó para pedir que disminuyera un poco el trabajo gratuito exigido. Hubo hacendados que después de largos debates y trámites legales aceptaron hacer pequeñas disminuciones. Pero también hubo patrones que no quisieron “discutir con los indios” la forma en que ellos debían servirles y lo que hicieron fue enviar a la cárcel a los dirigentes del movimiento. Esto era fácil porque las leyes y las autoridades políticas, judiciales y policiales, comenzando del gobierno estaban a su servicio.
Algunos sindicatos de estas haciendas hicieron huelga, es decir dejaron de ir a trabajar en los cultivos del hacendado y continuaron laborando las parcelas que éste les había dado. La exigencia era que sus patrones aceptaran discutir como lo habían hecho otros. Los latifundistas no cedieron, continuaron con su método de enviar a la cárcel a los dirigentes.
En vista de eso, el sindicato de Chaupimayo, después de nueve meses de huelga decidió explícitamente que ésta terminaba y se iniciaba la Reforma Agraria.
El campesinado sentía un alivio al no trabajar gratuitamente para los hacendados, tenía mucho más tiempo para trabajar su parcela. La medida se extendió por todos los sindicatos, aunque en los otros la reforma agraria no estaba explícita sino implícita; a la acción la llamaba “huelga” en exigencia de que el patrón aceptara su pedido de rebaja de días de trabajo.
Así, el campesinado de alrededor de 100 haciendas dejó de trabajar para los amos y continuó trabajando sus parcelas, que según la ley de los patrones era de propiedad de los hacendados. En quechua se preguntaba “Maymantan gamonal hamuran allpa rijrayusqa” (“¿De dónde vino el gamonal con su tierra al hombro?”).
Naturalmente los hacendados estaban furiosos y amenazaban matar a los campesinos. La policía decía que tenía derecho a hacerlo porque “Los indios están robando la tierra del caballero”. Ante esto el campesinado decidió democráticamente preparar la autodefensa armada organizando los comités respectivos. El gobierno de los hacendados ordenó la represión al campesinado. Ésta se inició. Ante la agresión armada el campesinado tuvo que defenderse en la misma forma al grito de “¡Tierra o Muerte!”.
Se impuso la fuerza militar de los opresores, sin embargo, inteligentemente el gobierno militar reflexionó: “Si al comienzo de la represión los indios contestaron organizando la autodefensa armada, ¿cómo será cuando les obliguemos a que vuelvan a trabajar gratuitamente la tierra de los hacendados lo que durante meses se han acostumbrado a no hacerlo? se ha de incendiar el campo. Mejor es que legislemos reconociendo en forma recortada la reforma agraria que ellos han hecho en la zona”. Así lo hicieron y con eso se pacificó la región.
El campesinado del resto del país consideró que era una injusticia que la reforma agraria se diera sólo en la zona donde el campesinado había luchado con las armas en la mano. En varias zonas del país se produjo la toma de tierras de las haciendas. El gobierno de los patrones, el “demócrata” Belaúnde, contestó con masacres, sin embargo, a pesar de ellas, continuaron las tomas de tierras. Los militares pensaron que con esa política se iba a incendiar el campo peruano y decidieron extender a todo el país la pacificación que se había practicado en la zona cálida del Cusco. Para eso hicieron un golpe de Estado y dieron la Ley de Reforma Agraria a nivel nacional.
Es cierto que el gobierno militar de Velasco tomó además otras medidas nacionalistas que, al igual que la Reforma Agraria, también indignaron a la oligarquía. Sin embargo la verticalidad de sus medidas, que produjo deformaciones burocráticas, no satisfizo al pueblo peruano, por eso cuando esa oligarquía a través de Morales, lo derroco, el pueblo no se levantó en su defensa.
Una de las manifestaciones de la verticalidad burocrática se dio en el campo, donde juntó los terrenos de varias haciendas y formó gigantescas cooperativas que teóricamente beneficiaban a todos los campesinos que labraban en ella, sin embargo en la práctica los únicos beneficiarios eran los burócratas puestos desde arriba por el gobierno. Frente a esto el campesinado indígena, heredero de la tradición comunal democrática de nuestra cultura, rescató la tierra para los ayllus, (comunidades indígenas), corrigiendo así un sistema de cooperativismo burocrático importado y sustituyéndolo por nuestro milenario ayllu.
Ahora continúa la usurpación de tierras de los ayllus, el campesinado sigue luchando en su defensa, por los cauces legales o por encima de ellos.
Debemos trabajar por una reforma agraria completa que incluya lo expuesto en el inicio del artículo, además de atención a todas las necesidades del campesinado.
Es pues el campesinado indígena el que hizo, el que corrigió, mantiene y el que logrará la extensión de la Reforma Agraria, junto con otros sectores campesinos.
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