La derecha latinoamericana cuenta con una internacional favorable y está preparada para enfrentar una larga batalla que impida la construcción de economías sociales y Estados orientados por intereses populares.
Por Juan J. Paz y Miño Cepeda*
ALAI, 29 de setiembre, 2021.- En un artículo anterior (https://bit.ly/39i9uR7) me referí a la reinterpretación histórica de la ultraderecha española (VOX), según la cual los conquistadores del siglo XVI fueron verdaderos “libertadores” de pueblos sometidos por los aztecas. No es una opinión aislada. Desde hace años las derechas españolas vienen trabajando en una visión política que asegure no solo su posicionamiento interno (incluye la reivindicación del franquismo), sino su extensión en América Latina, a la que quieren involucrar en sus propósitos.
Tres fundaciones cumplen el papel de “tanques de pensamiento” (think tanks) con amplio impacto: Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) presidida por José María Aznar; Fundación Disenso (FD), entre cuyos “patronos” está Santiago Abascal, presidente de VOX; y Fundación Internacional para la Libertad (FIL), presidida por Mario Vargas Llosa, literato peruano que vive en Madrid y cuyo giro al neoliberalismo ha merecido ser tratado por el demoledor libro de Atilio Borón El hechicero de la tribu.
Coinciden en promover los valores de la libertad, la democracia y el Estado de derecho, vinculados al libre mercado, la empresa privada y el “humanismo occidental”. Realizan actividades académicas, tienen publicaciones, redes vinculadas o seguidoras, sostienen diversos programas de acción y capacitación, se respaldan en personalidades consideradas como referentes políticas o intelectuales. Desde luego, el enemigo principal contra el que hay que librar la batalla ideológica desde sus perspectivas, son las izquierdas, los “populistas”, los progresistas, ante todo en España, pero, además, en Iberoamérica e incluso FD habla de la “Iberosfera”, una comunidad de 700 millones de personas que “comparten una historia y una cultura común”.
El pasado 9 de julio (2021), la FIL realizó el IV Foro Atlántico Iberoamérica: ¨Democracia y Libertad en tiempos recios¨, (https://bit.ly/3zfejFD) en el que, entre otras figuras, participaron Mario Vargas Llosa, Mauricio Macri, Isabel Díaz Ayuso, Enrique Krause, Sergio Ramírez, José Luis Martínez-Almeida, Roberto Ampuero, Álvaro Vargas Llosa, Julia Vilanova, Luigi Echeverri, Leopoldo López, Gerardo Bongiovanni y también, en forma virtual, los presidentes Iván Duque (Colombia), Luis Lacalle Pou (Uruguay), Sebastián Piñera (Chile) y Guillermo Lasso de Ecuador. Fue un derroche de palabrería sobre la libertad reducida a los “valores” de la empresa privada.
El documento fundamental logrado por la FD es la “Carta de Madrid. En defensa de la libertad y la democracia de la Iberosfera” (https://bit.ly/3kgTntm) lanzada el 26 de octubre de 2020 y que ha sido ampliamente difundida y comentada. La suscriben numerosos “iberoamericanos” de los distintos países, incluyendo varios ecuatorianos (como Otto Sonnenholzner, vicepresidente de Lenín Moreno y Henry Kronfle del PSC), sin duda identificados en la derecha política nacional. También aparece Dora de Ampuero, del Instituto Ecuatoriano de Economía Política (www.ieep.org.ec), que igualmente consta como entidad adherida a la FIL.
Además de haber unido propósitos compartidos entre VOX y PAN (https://bit.ly/3zkvPYR), la Carta se concentra en tres ideas centrales:
La identidad común de la “Iberosfera” como “comunidad de naciones libres y soberanas que comparten una arraigada herencia cultural”. Es una versión tradicional, que, además de desplazar la identidad propia de Nuestra América Latina (José Martí), para continuar manteniéndola “Ibérica”, soslaya la diferente perspectiva histórica que nació de la relación que en otra época se constituyó entre el imperio y las colonias. No hubo conquistadores “libertadores” de pueblos, ni unas colonias en igualdad de vida con la metrópoli, sino una relación económica y social de desigualdades en el desarrollo, que asentó la acumulación originaria de capitales en Europa sobre la base de la subordinación y la explotación de la Iberoamérica colonial.
La defensa del “Estado de Derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la propiedad privada”, un asunto que, por la visión, los documentos y la posición asumida tanto por las tres fundaciones en referencia, como por las “personalidades” y entidades que se identifican con la Carta, está vinculado exclusivamente con un tipo de economía: el neoliberalismo. De modo que, cuando se escribe que “la defensa de nuestras libertades es una tarea que compete no solo al ámbito político, sino también a las instituciones, la sociedad civil, los medios de comunicación, la academia, etc.”; y que “el futuro de los países de la Iberosfera ha de estar basado en el respeto a la democracia, los derechos humanos, el pluralismo, la dignidad humana y la justicia”, bajo las experiencias del neoliberalismo en América Latina y de los gobiernos conservadores y de derecha que lo han impuesto en la región, ese “Estado de derechos y libertades” ha ocasionado los resultados sociales más perjudiciales en la historia contemporánea, con la arrogante concentración de ingresos en una elite de grupos económicos dispuestos a no permitir alternativas a su poder.
La Carta finalmente considera que el enemigo común a derrotar es el “comunismo”, la “seria amenaza para la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones”. En el caso de América Latina queda muy claro que “está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla”. Es un “proyecto ideológico y criminal” que busca introducirse en otros países y continentes. En definitiva, son los viejos conceptos de la “guerra fría” renombrados para un presente que recuerda la década de 1960 con la Alianza para el Progreso, la OEA como instrumento de los EEUU y el directo y largo intervencionismo norteamericano en América Latina, precisamente para derrocar cualquier “comunismo”, lo que condujo, en la década de 1970, a la instauración de las dictaduras militares terroristas del Cono Sur, que no solo arrasaron con toda democracia y libertad, sino que violentaron derechos humanos, sin contemplaciones.
Como puede apreciarse, existe una internacional derechista bien avanzada. Además, para completar el cuadro, hay que sumar las labores que cumple otro think tank: el Instituto Interamericano para la Democracia (www.intdemocratic.org), en cuya nómina de asesores institucionales consta Osvaldo Hurtado. En mayo 2021, el IID organizó el “Foro Defensa de la Democracia en las Américas”, al que fueron invitados los presidentes Carlos Alvarado Quesada (Costa Rica), Mario Abdo Benítez (Paraguay) y Nayib Bukele (El Salvador), además de los expresidentes Mauricio Macri (Argentina), Andrés Pastrana (Colombia), Luis Guillermo Solís (Costa Rica) y Osvaldo Hurtado (Ecuador), para hablar junto al Secretario General de la OEA, Luis Almagro (https://bit.ly/3zgewIL). El expresidente ecuatoriano Lenín Moreno fue el orador principal, con sus internacionalmente simpáticos y famosos discursos “académicos” (https://bit.ly/3nD5zXF); y en agosto fue la figura central del coloquio “Dictadura de Cuba y las Américas” (https://bit.ly/3Cq1Wbw), donde deleitó a sus seguidores.
La derecha latinoamericana cuenta, entonces, con una internacional favorable. Su lucha por la “libertad” solo se refiere al régimen capitalista bajo el modelo neoliberal. Y está preparada para enfrentar una larga batalla que impida la construcción de economías sociales y Estados orientados por intereses populares. Una situación histórica que afirma la polarización en la que se halla la vida política, económica y social latinoamericana entre un proyecto “liberal” de intereses privados y otro de liberación de las poblaciones contra ese dominio.
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* Juan J. Paz y Miño Cepeda es ecuatoriano y doctor en Historia, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador (PUCE), Quito. Exvicepresidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC). Trabaja sobre historia socioeconómica del Ecuador y América Latina. Colabora con artículos sobre Historia Inmediata en diversas publicaciones.
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