Desde comunidades y organizaciones territoriales se está posicionando un feminismo que cuestiona los diversos modos de explotación de la tierra anclados en el capitalismo.
Por Francisca Fernández *
Iberoamérica Social, 29 de setiembre, 2019.- Uno de los desafíos de situarnos desde otros feminismos a los hegemónicos es (re)pensar las trayectorias posibles, las rutas transitadas, reivindicando la memoria de nuestras ancestras, las otras historias que han sido invisibilizadas, como gesto fundante para descolonizar el feminismo.
“La descolonización para nosotras se trata de una posición política que atraviesa el pensamiento y la acción individual y colectiva, nuestros imaginarios, nuestros cuerpos, nuestras sexualidades, nuestras formas de actuar y de ser en el mundo y que crea una especie de “cimarronaje” intelectual, de prácticas sociales y de la construcción de pensamiento propio de acuerdo a experiencias concretas” (Ochy Curiel, 2009).
Descolonizar el feminismo es esclarecer que a las mujeres no nos unen las mismas características y que habitamos diversas marcas (culturales, raciales, de clase, sexuales), en que ciertos cuerpos están entrecruzados por múltiples opresiones (Gloria Anzaldúa, 1987).
Han sido diversos los nombres de los feminismos que han surgido desde estas miradas disidentes
Han sido diversos los nombres de los feminismos que han surgido desde estas miradas disidentes. Hoy podemos encontrar referentes de miradas situadas en las vivencias históricas de mujeres y disidencias sexuales, como el feminismo comunitario de hermanas aymara (Julieta Paredes y Adriana Guzmán, 2014) y maya (Lorena Cabnal, 2010), el feminismo popular campesino de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo, el referente en América de La Vía Campesina (CLOC, 2017), la noción de feminismos territoriales (Astrid Ulloa, 2016), feminismos del sur (Maristella Svampa, 2015) o de los feminismos indígenas (Francesca Gargallo, 2014), el mapuche feminismo como propuesta de descolonización del Kolectivo Rangiñtulewfü (Ange Valderrama, 2019), entre tantas otras realidades/posibilidades, como da cuenta la siguiente cita:
“Desde la perspectiva feminista se abre un espacio conceptual para entender las propuestas de mujeres sobre un control local de los procesos extractivos y, por ende, del subsuelo, es decir, una política vertical del territorio, así como sus demandas por otras relaciones de género entre hombres y mujeres en procesos de defensa del territorio, el trabajo, movilizaciones, luchas y resistencias” (Ulloa, 2016, p. 126).
Los trazos de estos feminismos los encontramos en las acciones, protestas y creaciones de las mujeres y disidencias sexuales de pueblos originarios, afrodescendientes, campesinas, mestizas disidentes (champurrias, ch´ixi), populares, que si bien no necesariamente se reconocen como feministas, son parte de diversos procesos de lucha contra el capitalismo, el patriarcado y el colonialismo. Es así que históricamente estas mujeres se han movilizado contra proyectos extractivos que han mercantilizado la naturaleza, despojando y contaminando cuerpos y territorios (Astrid Ulloa, 2016).
“Como campesinas, se parte también de la condición de sentirse mujeres de la clase trabajadora del campo. Lo importante para nosotras, en nuestro día a día es no tener acceso a las tierras, que no haya escuelas, no tener transporte, no tener acceso a la salud. Y es a partir de esta realidad que se construye el feminismo campesino. Partimos de la realidad que vivimos las mujeres campesinas. También hablamos de feminismo popular porque es un feminismo de construcción colectiva” (CLOC, 2017).
El 2018 surge el Comité Socioambiental de la Coordinadora Feminista 8 de Marzo (en el territorio de Chile), compuesto fundamentalmente de mujeres del Movimiento por el Agua y los Territorios- MAT, de la Coordinadora Justicia para Macarena Valdés (mujer mapuche asesinada en Tranguil, Panguipulli, el 2016 en el marco de una defensa territorial contra la instalación de mini-hidroeléctricas de paso por parte de RP Global, actual RP Arroyo), y de diversas individualidades, con el objetivo de posicionar una mirada feminista en contra del extractivismo, y a su vez visibilizar los efectos de la extracción ilimitada e intensiva de los bienes comunes/comunitarios (mal llamados recursos naturales o materias primas) sobre los cuerpos y las vivencias de mujeres, niñas y disidentes sexuales.
Desde comunidades y organizaciones territoriales se está posicionando un feminismo que cuestiona los diversos modos de explotación de la tierra anclados en el capitalismo
Desde comunidades y organizaciones territoriales se está posicionando un feminismo que cuestiona los diversos modos de explotación de la tierra anclados en el capitalismo, a través del acaparamiento de tierras y del agua, instalando una visión inerte de la naturaleza en tanto entidad a ser dominada y explotada, al igual que las mujeres.
Hoy las luchas por la soberanía alimentaria, las semillas libres de transgénicos, la producción de alimentos desde la agroecología tanto en el ámbito rural como urbano, es también parte de las reivindicaciones de estos feminismos, en defensa de los territorios mediante una profunda crítica a los modelos de desarrollo sostenidos desde el proyecto modernizador colonial, proponiendo y procurando alternativas desde la autonomía, la gestión comunitaria del agua, desde las economías territoriales, locales y solidarias.
En estas alternativas se sostienen también transformaciones estructurales respecto de los roles productivos y reproductivos de mujeres y hombres, para romper con las relaciones patriarcales que han naturalizado el lugar de lo femenino exclusivamente como el del cuidado de niños y niñas, de ancianos y ancianas, de la alimentación y la mantención de la casa, o dentro de lo productivo siendo consideradas como auxiliares y no generadoras de trabajo. No sólo es situar a las mujeres en el espacio de lo público y en la toma de decisiones del devenir de los pueblos, sino entender el espacio de lo privado también como un lugar de construcción de lo político. Es posicionar la cocina, el uso de hierbas y plantas medicinales, como espacios de construcción, producción y reproducción de la vida. Pero por sobre todo es situar estas luchas feministas como anticoloniales.
“Lo colonial es un escenario que define el lugar material e intelectual de las mujeres mayas en Guatemala. Cotidianamente no se ve a las mujeres como sujetas pensantes sino como hacedoras “por naturaleza” del trabajo manual “no calificado”. En otros términos, el lugar social de las mujeres indígenas es el de sirvientas. Esto se mezcla con un tratamiento de su imagen como ornamento en tanto objeto turístico” (Aura Cumes, 2012).
Considerando lo expuesto hasta aquí, nuestras trayectorias trazadas como feminismos de los pueblos hacen referencia a construcciones políticas considerando otros soportes que no sean exclusivamente lo clásico (como por ejemplo la militancia en partidos políticos), sino por ejemplo el lugar de la cocina, la música, la danza, el tejido, la huerta, los juegos, rememorando la lucha histórica de las mujeres y disidencias sexuales resistiendo en la dictadura civil militar a través de las ollas comunes, en cooperativas y organizaciones de economías populares como “Comprando juntos”, desde la casa, la cama, en la vida diaria, pero también revitalizando esa memoria larga que hace referencia Silvia Rivera Cusicanqui (2010) respecto de las luchas anticoloniales que dieron las mujeres de diversos pueblos contra la invasión y usurpación de los territorios.
Referencias bibliográficas
- Anzaldúa, Gloria (1987). Borderlands, the new mestiza. San Francisco: Aunt lute Book Comparay.
- Cabnal, Lorena (2010). Acercamiento a la construcción del pensamiento epistémico de las mujeres indígenas feministas comunitarias de Abya Yala, en Feminismos diversos: el feminismo comunitario. ACSUR. Disponible en: https://porunavidavivible.files.wordpress.com/2012/09/feminismos-comunitario-lorena-cabnal.pdf
- Cumes, Aura (2012). Mujeres indígenas, patriarcado y colonialismo: un desafío a la segregación comprensiva de las formas de dominio, Anuario Hojas de Warmi 17, pp. 1-16. Disponible en: http://institucional.us.es/revistas/warmi/17/7.pdf
- Curiel, Ochy (2009). Descolonizando el feminismo: una perspectiva desde América Latina y El Caribe, ponencia Primer Coloquio Latinoamericano sobre Praxis y Pensamiento Feminista, Grupo Latinoamericano de Estudios, Formación y Acción Feminista (GLEFAS) y el Instituto de Género de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, junio de 2009.
- Gargallo, Francesca (2014). Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra América. México DF: Editorial Corte y Confección, Ciudad de México.
- Paredes, Julieta y Guzmán, Adriana (2014). El tejido de la rebeldía ¿Qué es el feminismo comunitario? La Paz: Comunidad Mujeres Creando Comunidad.
- Rivera Cusicanqui, Silvia (2010). Violencias (re) encubiertas en Bolivia. La Paz: Piedra rota.
- Svampa, Maristella (2015). Feminismos del Sur y ecofeminismo, Nueva Sociedad 256, pp. 127-131.
- Ulloa, Astrid (2016). Feminismos territoriales en América Latina: defensas de la vida frente a los extractivismos, NÓMADAS 45, pp. 123-139. Disponible en: http://www.scielo.org.co/pdf/noma/n45/n45a09.pdf
- Valderrama Cayuman, Ange (2019). Para comenzar una conversación. Feminismo mapuche o una crónica sobre los procesos coloniales hoy, en Rebelión. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=252308&titular=feminismo-mapuche-o-una-cr%F3nica-sobre-los-procesos-coloniales-hoy-
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* Doctora en Estudios Americanos. Antropóloga con Magíster en Psicología Social. Investigadora del Programa de Psicología Social de la Memoria, Universidad de Chile.
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