Las ficciones forzadas de los Egómanos

Los egómanos corresponden a un grupo aislado, en proceso grave de desconexión con la realidad, aunque no de extinción.

Por Rodrigo Arce Rojas

27 de agosto, 2024.- Escribir desde las fibras es plasmar sobre la pantalla del ordenador desde mis fibras más sensibles y telúricas, desde mi humanidad, animalidad, vegetalidad, mineralidad, el follaje, desde la espuma del mar, desde el intenso cielo azul andino, desde los Hibiscus de mi calle, desde el canto desgarrado de la Amazonía, desde la estética de las luchas justas y la sociología de los afectos. Es otra forma de decir que escribo con todo el cuerpo, con todo el medio, con todo el cosmos porque es imposible no sentir las caricias de la trama de la vida y la fe en una explosión de dignidad para las grandes transformaciones.

Con la vena del escritor inquieto quiero compartir la crónica sobre la isla de los(as) Egómanos(as) quienes, paradójicamente, viven en nosotros y tal vez de nosotros. Los egómanos corresponden a un grupo aislado, en proceso grave de desconexión con la realidad, aunque no de extinción. No es necesario hablar más de ellos y ellas porque ustedes lo conocen, ustedes lo sufren. Son integrantes de un grupo que se creen reyes o reinas, se creen los elegidos, se creen padres o madres de todos, se creen la medida de todas las cosas.

Ellos y ellas se caracterizan porque tienen poder legítimo, ilegítimo, formal, informal, ilegal, real, irreal, comprado, vendido, arranchado, fingido, exhibido. Además, ellos y ellas se guían por el bien propio antes que el bien común, no tienen más objetivos que la acumulación y no tienen ningún reparo de ningunear, terruquear, aligerar la mochila de las ganancias de sus trabajadores o alardear sin pudor sobre su extravío.

Para ellos y ellas todo vale para alcanzar o mantener el poder, distorsionar la historia o incluso las palabras o significados con tal de no manchar sus propias verdades construidas artificialmente y muchas veces con complicidad de otros poderes que tienen la misma partitura y tocan la música de la indecencia sin un ápice de vergüenza. Ellas y ellos tienen un raro don de convertir todo en destrucción en nombre de la renovación con toda la fuerza que le da su poder líquido.

Ellas y ellas han decidido por decreto derogar las leyes de la física. Han escondido, enterrado la dignidad, el decoro, la verdad y hacen de la ilegalidad una bandera. Ellas y ellos hablan de progreso y modernidad cuando consiguen todo aquello que los beneficia materialmente en términos contantes y sonantes. Ellas y ellos no tienen sangre sino liquidez, a la dignidad la visten del ropaje más conveniente a su particular forma de desconectarse con la realidad, aunque curiosamente se sustentan en medios y redes comunicacionales que se encargan de maquillar la realidad. Después dicen que estamos en paz y gozamos de tranquilidad.   

Ellos y ellas están incendiando las páginas de nuestra historia cotidiana y no les importa que sus medidas afecten a diez mil peruanos y peruanas, a un millón o a todos. Lo que debe quedar incólume son sus sagrados intereses materiales y de poder. Si hay que distorsionar el sistema de balance de poderes lo distorsionan, lo controlan o intentan dominarlo con la esperanza de someterlo todo y dejar que su isla florezca. Qué interesa el cambio climático, el exterminio de la biodiversidad, el llanto de los deudos de caídos que reclamaban justicia, la desnutrición de niñas y niñas, la destrucción de la Amazonía, la contaminación del mar o la calidad de la salud y la educación de las peruanas y peruanos. Ellos están en su propia isla y solo amurallan sus fronteras con escenografías barrocas de egoísmo puro.

Ellas y ellas que no tienen objetivos de bien común, que copan las noticias, las conversaciones y con los imaginarios con el escándalo antidemocrático de cada día, están matando la esperanza de millones de connacionales. Nos están robando el tiempo para que fluya la filosofía, las preguntas, los afectos, la creatividad y la innovación. Están afectando las éticas y las estéticas de relacionamiento biocultural con el otro humano y con las otras especies compañeras de la Tierra. Están pisoteando nuestra historia, los valores, la poesía, la dulzura, la paz, la tranquilidad.

Mientras otros se regocijan de los afectos, la empatía, los afectos, el abrazo solidario, los besos del alma, las y los egómanos, tratan de retroceder a toda costa (a toda sierra, a toda Amazonía) para inventarse su propia realidad virtual. Mientras el mundo bueno trata de cultivar, ellas y ellos se dedican a arrasar las esperanzas, las ilusiones y construir un futuro de su-misión. Pero aunque han perjurado incumpliendo sus propias leyes, jamás podrán secar la fuente infinita de justicia de los pueblos.

Es la calle que habla de manera ingeniosa y creativa para decirles que se han equivocado de espacio-tiempo y que la fuerza de la vida digna siempre triunfa, más tarde que temprano. Son los cantos del alma que reclaman justicia, son los versos y la prosa ingeniosa que convocan la ebullición de la esperanza. Pronto se darán cuenta que su isla no existe y que solo está en su imaginación. Porque millones de voces humanas y no humanas se unirán para cantar la unidad de la Tierra, la unidad que tiene nombre de justicia.

SOBRE EL COLUMNISTA
Rodrigo Arce Rojas

Doctor en Pensamiento complejo por la Multiversidad Mundo Real Edgar Morin. Correo electrónico: rarcerojas@yahoo.es



Comentarios (1)
Ana Isla (no verificado) Mié, 28/08/2024 - 11:09

Al artículo de Rodrigo Arce le faltó informar sobre el origen del tipo de personas que el describe muy bien. Le faltó el análisis de la acumulación de capital para comprender de por qué se ha degradado la humanidad y porque estamos viviendo la crisis climática.

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