El carnaval y el poder, por Aliaga Pereira

Fuente de la imagen: Comexperú.org.pe Fuente de la imagen: Comexperú.org.pe

Cuando aquellos(as) que siempre han dominado el mundo sienten que el poder se les puede ir de las manos, recurren a las fiestas como verdaderos magos que sacan su as debajo la manga

Por José Luis Aliaga Pereira*

25 de enero, 2024.- Además del alienante “Happy Birthday” en la celebración de los que cumplen años, también ahora se realiza la “Hora Loca”, que se gestó a partir del espíritu del carnaval, convirtiéndose en el momento más esperado y exagerado de la fiesta.

Cuando aquellos(as) que siempre han dominado el mundo sienten que el poder se les puede ir de las manos, recurren a las fiestas como verdaderos magos que sacan su as debajo la manga. Así, se intensifica esta especie de desfogue festivo que le quieren dar a las crisis económicas, que ellos(as) mismos(as) provocan.

Los intentos de protesta que surgen durante este remedo de fiesta popular en que se ha convertido el carnaval, que en principio era una festividad de los campesinos y el pueblo, son controlados por las siempre atentas autoridades que se rodean de bufones para presentar una fiesta totalmente cambiada, que solo amontona gente empachada por el alcohol, repitiendo slogans y frases calculadas para no herir las susceptibilidades de los jerarcas.

Cuando aquellos(as) que siempre han dominado el mundo sienten que el poder se les puede ir de las manos, recurren a las fiestas como verdaderos magos que sacan su as debajo la manga.

Esta manipulación tiene un solo objetivo: confundir, ocultar, acallar lo que en realidad sucede, para que todo no pase de ser una parodia que enfría y disimula el verdadero reclamo popular u homenaje divino, direccionándolo al desenfreno financiado por capitales en especial de empresas privadas, de las que, al final, solo queda una resaca insoportable. Cajamarca, comunidad esencialmente agrícola y ganadera, está siendo destrozada por la minería formal e informal que contamina y corrompe.

Nuestros(as) antepasados(as) han sentido la necesidad de moverse al son de los cantos. Las danzas, por ejemplo, desde sus inicios han tenido un contenido mágico. Se bailaba para participar de las fuerzas sobrenaturales e influir sobre los(as) dioses(as) que gobiernan la naturaleza. Poco a poco estas fiestas se han ido modernizando, aculturando desde el poder. Han sido impedidas de avanzar en armonía con su realidad, con su entorno social y territorial. Ese verdadero espíritu popular, libre de normas impuestas que solo buscan adormecer al pueblo, queda suprimido por quienes pretenden utilizar estas expresiones para narcotizar a la población y decirle que son ellos(as) los que “gobiernan”, que el resto es solo una mascarada que baila al son de la música que ellos(as) mismos(as) tocan.

El carnaval, que tiene sus raíces en la antigua Grecia, en Sumeria y Egipto como homenaje al dios Dionisio o Baco y que se extendió por todo el mundo desde hace más de 500 años, ahora es utilizado para fines políticos en la ciudad del cumbe. Celendín, Cajamarca y todos estos lugares en los que existe la fiesta del carnaval, están sucumbiendo a los cambios interesados del poder de turno.

Ponemos como ejemplo algunas de las decisiones de la organización de este año que incluye para cinco noches de concierto a solo dos artistas locales, poniendo por encima a artistas nacionales e internacionales que poco tienen que ver con el carnaval cajamarquino y cuyo contrato ya supera el medio millón de soles. Todo bajo la venia de la municipalidad que, claramente, está potenciando la fiesta ante la mirada de los(as) turistas, Ante este panorama, cabría preguntarse: ¿Qué pasa con esas numerosas necesidades no atendidas durante el resto del año? 

Calles, plazas y plazuelas, de nuevo, se verán abarrotadas por gente que vende y bebe toda clase de bebidas alcohólicas. El desenfreno, el desorden será total. Conviene estar alerta: la fiesta no es más que el pretexto perfecto para hacer olvidar, por un momento, la crisis. Si retrocedemos en el tiempo, en el último carnaval en Celendín, una manifestación contra el gobierno de Dina Boluarte fue rápidamente opacada por el carnaval, convirtiendo la protesta en una mera anécdota frente a esa multitud que intenta imitar a las fiestas que se celebran en Río de Janeiro y en otros lugares de Europa, donde el desborde en todo sentido es conocido en el mundo. 

Las autoridades tienen la batuta en la organización de este evento. Lo presentan como ellos quieren, alejándolo de su verdadero sentido. Pasa todo lo contrario, con las que conmemoran durante el año, ya sean “religiosas”, o “patrióticas” que las presentan como ordenadas y, aparentemente, beneficiosas a la sociedad.

Las fiestas del carnaval si bien empiezan en invierno, ya no dan la bienvenida a la primavera, ni se relacionan con el florecimiento de la naturaleza o con la cosecha. Lo único que impera en la fiesta del dios de la borrachera es el caos, el desorden calculado que le dan los concursos con jurados selectos. Esa es precisamente la intención de sus organizadores, aunque se mezclen barrios pobres con personas que viven en los más acomodados lugares de la ciudad. Ahora solo cabe preguntarse: ¿Cómo pasaremos estos carnavales?

SOBRE EL COLUMNISTA
José Luis Aliaga Pereira

Nació en 1959 en Sucre, provincia de Celendin, región Cajamarca, y escribe con el seudónimo literario Palujo. Tiene publicados un libro de cuentos titulado «Grama Arisca» y «El milagroso Taita Ishico» (cuento largo). Fue coautor con Olindo Aliaga, un historiador sucreño de Celendín, del vocero Karuacushma. También es uno de los editores de las revistas Fuscán y Resistencia Celendina. Prepara su segundo libro titulado: «Amagos de amor y de lucha».



AÑADE UN COMENTARIO
CAPTCHA
This question is for testing whether or not you are a human visitor and to prevent automated spam submissions.