Por Oscar Guerrero*
MIRevista Cultural, 23 de octubre, 2018.- El talento de uno de los personajes más destacados en la historia del arte ruso brilló con luz propia dejando un legado inmortal a los pueblos del mundo. Ese hombre fue Isaac Ilich Levitán (Kubartay, Lituania, 1860-Moscú, Rusia, 1900), quien alcanzó notoriedad esquivando innumerables pruebas a lo largo de su vida y haciéndole frente a un delicado estado de salud.
Con Levitán en Rusia comienza el orto de una orientación artística única en su género denominada “paisaje de estado de ánimo”. Ninguno como él se erigió como el exponente por excelencia de la naturaleza rusa. A través de sus paisajes, luces y sombras pudo transmitir la esencia de las relaciones humanas, sus sentimientos, la magia y encanto de parajes casi perfectos.
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Levitán. Día de otoño en Sokolniki. 1879. Óleo sobre lienzo, 63.5 x 50 cm.
Los inicios de quien formara parte del movimiento de artistas itinerantes no fueron necesariamente auspiciosos. El entorno académico elitista de aquel entonces le auguró un futuro poco prometedor esgrimiendo prejuicios ligados a su procedencia hebrea y precaria condición económica. Algunos críticos recuerdan que desde su ingreso en la Escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú en 1873, aún quienes venían de familias humildes, intentaron denigrarlo especulando en forma negativa acerca de sus capacidades para la pintura. No obstante, su pasión innata hacia esta actividad hizo que nunca abandonara los pinceles e incluso en ocasiones se amanecía en los ambientes de la Escuela empeñado en seguir aprendiendo.
Levitán. Vladímirka. 1892. Óleo sobre lienzo, 79 x 123 cm.
En definitiva, Levitán se dedicó a aprovechar al máximo las lecciones de maestros del nivel de Vasiliy Grigorievich Perov y Vasiliy Dmitrievich Polenov. En circunstancias cuando la entrega a la actividad que más amaba fortalecía su espíritu muere su padre y con ello la familia se sumerge en la miseria total. Pero en las horas más adversas y considerando la aceptación de sus primeros trabajos las autoridades y profesores de la Escuela de Pintura le otorgaron una beca que le permitió seguir con sus estudios.
Levitán. La morada silenciosa. 1890. Óleo sobre lienzo, 87.5 x 108 cm.
Un rol importante en la formación artística de Levitán lo jugó Alexey Kondratievich Savrasov, quién siempre valoró la perseverancia y capacidad de su alumno. Savrasov le tuvo una gran estima a Isaac llich y fue uno de los primeros en percatarse de su abnegado amor a Rusia puesto de manifiesto en obras paisajísticas que a menudo lindaban con la poesía. Las palabras inspiradoras del maestro al alumno fueron: “Pinte, estudie, pero aún algo más importante, sienta”.
Levitán. Marzo. 1895. Óleo sobre lienzo, 60 x 75 cm.
Sus primeros trabajos ya comenzaban a entrelazar su nombre con la magia de la naturaleza rusa. El joven artista explotó sus condiciones para la pintura. En esa ruta ascendente en 1879 Levitán termina el óleo sobre lienzo “Día de otoño en Sokolniki”. El cuadro impresionó gratamente al coleccionista Pavel Mikhailovich Tretyakov al punto de hablar de una armonía plena entre la pureza del alma y la hermosura.
Sala de Levitán en Galería Estatal Tretiakov de Moscú
“Día de otoño en Sokolniki” refleja el inconfundible estilo y originalidad del pintor-poeta. En este lienzo se aprecia el cielo profundo que solo Levitán podía interpretar, el aire húmedo junto al anuncio de las primeras gotas de lluvia. Árboles de diferentes matices yacen a los costados de un camino otoñal donde aparece andando una bella dama vestida de negro. Al contemplar esta pintura el alma se ve colmada de tristeza y soledad, el espectador siente el deseo de apartarse de los problemas cotidianos y deleitarse de un paseo sobre las hojas amarillas que caen lentamente.
Serov pintando el retrato de Levián.
Sería injusto pasar por alto el detalle de la dama vestida de negro. Su inclusión en el cuadro fue una sugerencia hecha a Levitán por su colega y amigo Nikolai Chéjov. Al respecto, Alexei Savrasov consideró que la obra simplemente había sido estropeada ya que el espectador debía ser cautivado con la tristeza y melancolía de un día de otoño y nada más. Incluir a una persona en el paisaje desnaturaliza por completo esta tarea.
Serov. Retrato de Isaac Levitán. 1893. Óleo sobre lienzo, 82 x 86 cm.
Por otra parte, al revisar la biografía de Levitán no deja de impresionar como los paisajes iban constantemente a su encuentro, como intuyendo que solamente él podía sentir lo profundo de su significado. En las múltiples salidas que realizó, ya sea a Plyos, Nizhni Novgorod, Crimea, Vladimir, etc, los motivos que luego escogería para sus cuadros simplemente aparecían delante de él en el instante más oportuno.
Una muestra tangible de la afinidad de Levitán con la naturaleza es la pintura “Vladímirka” del año 1892. La idea del cuadro le llegó en circunstancias cuando regresaba de un paseo junto a su compañera Sofía Kushenikova. Ante los ojos de Levitán se abría el horizonte del antiguo camino a Vladimir, que le recordó en el acto a la gran cantidad de desdichados que habían transitado por esa misma ruta con destino a Siberia.
En opinión del artista Mijail Vasilevich Nesterov, “Vladímirka” ejemplifica al paisaje ruso histórico. Tras una simplicidad aparente, en realidad se esconde una profunda reflexión acerca del destino de una multitud de encadenados que atravesó a pie este camino y nunca regresó.
Levitán no quiso directamente representar a hombres cargando consigo las cadenas de su inhumana condición, sino más bien hacer que los colores del viejo y difícil camino sin fin junto a las nubes opacas y el cielo augurando una tormenta, configuraran un cuadro perturbador. A lo lejos se observa un monasterio próximo a un campo iluminado por rayos de sol colándose entre las nubes. Esto último simboliza que, aún en las circunstancias más lúgubres, la posibilidad de un giro hacia la luz divina no se disipa.
Los aportes de Levitán al arte mundial son incalculables. Existe una gran variedad de estudios realizados acerca de su legado tanto en Rusia como en el extranjero. Una mención especial merece el análisis que se hace en el libro “Historia de la pintura rusa en 12 tomos” de N. Mayorova y G. Skokov. Entre sus páginas se destacan las cualidades artísticas de Isaac Ilich hablando de que sus pinturas atraen, encantan, crean una gama compleja de sentimientos y estados de ánimo para cualquier espectador. En sus pinturas hallamos no solamente el alma de la naturaleza rusa sino también el alma de toda Rusia. No en vano, al artista de ascendencia judía se le identifica como el Chéjov de la pintura.
Precisamente en una carta a su entrañable amigo Antón Chéjov, Levitán compartiría la esencia de su pensamiento y obra con las siguientes palabras: “Nunca he amado tanto a la naturaleza, nunca he sentido tanto ese algo divino e indescifrable que no tiene nada que ver con la razón o el análisis, sino exclusivamente con el amor”.
Otra fuente relevante es la colección de libros “Grandes Pintores” de la editorial rusa Komsomolskaya Pravda, cuyo tomo 15 está dedicado exclusivamente a Isaac Ilich Levitán. Entre sus valoraciones se hace hincapié en que sus cuadros en realidad no constituyen vistas de lugares ni catálogos sino más bien representan a la naturaleza de Rusia tal cual es con sus rasgos inexplicables y, al mismo tiempo, encantadores.
El tomo 15 de “Grandes Pintores” ofrece un viaje hacia la esencia de la mentalidad rusa a través de 47 ilustraciones elegidas, acompañadas cada una de críticas y comentarios que invitan a la meditación.
En 1890 Levitan expone su trabajo “La morada silenciosa” que obtuvo muy buena acogida en los círculos intelectuales de Moscú.
El cuadro representa un atardecer con un sol que no se ve pero que tiñe el bosque y el monasterio de colores cálidos. En el centro de la imagen, el autor pintó un río a través del cual cruza un frágil puente de madera. El espectador aprecia el cuadro desde la orilla tenue en la que la noche comienza a caer.
El significado de “La morada silenciosa” encierra un argumento espiritual basado en la superación de la angustia humana al atravesar un puente sobre las aguas turbulentas de un río que pone a prueba la voluntad de comenzar una nueva vida. El abandono de una existencia pecaminosa para ir al encuentro consigo mismo y con el bien constituyen, probablemente, el concepto mayor del cuadro.
Un lugar de primer orden en la creación artística de Levitán lo ocupa la pintura “Marzo” de 1895. En este trabajo se aprecia como la nieve recién comienza a derretirse bajo el acogedor sol de primavera. El paisaje transmite esperanza y alegría como en ningún otro cuadro. La pronta llegada de la primavera se aprecia en múltiples elementos. La nieve ha sido parcialmente despejada del camino y aún permanece visible en el techo de una casa de madera.
Quienes conocemos la maravilla del tránsito del invierno a la primavera rusa hemos disfrutado cada momento de este nuevo resplandor luego de una larga espera. La nieve aún por derretirse parece resistirse al cambio de estación y al mismo tiempo proyecta esa belleza presente en tantos confines de la vasta Rusia.
En 1898 la Escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú otorgó la máxima distinción académica a Levitán, lo cual supuso un reconocimiento tardío conociendo todos los méritos que acumuló desde temprana edad. A partir de entonces, el artista de origen judío, comenzó a enseñar en el Taller de Paisajes adonde llegaba una juventud talentosa con la que a menudo se desplazaba a las afueras de la ciudad para organizar sesiones prácticas de pintura.
Levitán orientó bien a sus alumnos y a menudo se mostraba comprensivo con ellos, más allá de sus obligaciones académicas. En ocasiones les ayudaba para que adquirieran lienzos y demás materiales. Su altruismo fue el mismo que otros le mostraron cuando fue estudiante y pasó apuros.
La tristeza jamás abandonaría al personaje sobre el cual versa esta columna. Pareciera que la pérdida de sus seres más queridos, los ataques antisemitas en los años de su formación, el amor no correspondido a María Chéjova y, sobre todo, el anhelo de plasmar sus sentimientos en la pintura, confabularon para que Levitán experimentase un estado de sufrimiento permanente.
Sin discusión alguna, Isaac Ilich fue el más talentoso paisajista ruso en virtud de su capacidad para entender los sentimientos que emanan de la naturaleza rusa. Tal vez fue el único que llegó a comprender aquello.
Levitán dejó este mundo a la edad de 39 años, habiendo obtenido reconocimiento solo en la última etapa de su vida. Su hermano mayor se encargó de destruir algunos de sus trabajos, cartas y diarios cumpliendo así con la voluntad del artista. Muchas de sus pinturas más notables se encuentran en la Galería Estatal Tretiakov de Moscú.
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*Oscar Guerrero es docente universitario y director general de MIRevista Cultural.
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