Día de la Tierra: sin agua de calidad, suelo fértil y aire limpio no hay vida

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El COVID-19, que ahora nos afecta y el Día Internacional de la Pachamama, deben motivarnos a tener una reflexión personal para entender que, sin agua de calidad, sin suelos productivos, sin un aire limpio y sin un ambiente equilibrado no hay vida. Por lo tanto, los recursos naturales, los diversos ecosistemas, la diversidad biológica deben ser respetados y ciertamente, deben ser nuestros aliados.

El Día de la Pachamama

Por Juan Gil Mora*

21 de abril, 2020.- Arribamos al 22 de abril, en medio de una pandemia generalizada que afecta a más de 200 países en el orbe y con más de dos millones de personas afectadas, paralizada la economía, especialmente el sector servicios y con claras muestras que el sistema sanitario de países como el nuestro, ha sido colapsado debido a su precariedad y falta de previsión; se está pagando la poca atención al sector salud y su casi privatización por decenas de años; igual ocurre con la educación.

El día de la Tierra, establecido el 22 de abril como Día Internacional de la Tierra, mediante Resolución 63/278 de la ONU, reconociendo que la Tierra y sus ecosistemas constituyen el almacén de nuestros recursos para satisfacer nuestras demandas de alimentación, medicinas, energía, recursos para el desarrollo y, que actualmente, se halla deteriorada, contaminada, agredida por las diversas actividades de expoliación sin límites y utilizando tecnologías no ambientalmente compatibles.

La resolución de la ONU reconoce a la Tierra, los productos y recursos que nos ofrece como nuestro hogar; por lo tanto, debemos ser nosotros los que debemos de administrar con sensatez y encontrar el equilibrio entre las formas de satisfacer las necesidades económicas, sociales y ambientales que nuestros pueblos requieren.

Este equilibrio solo se podrá alcanzar desarrollando acciones que promuevan la armonía del hombre con la naturaleza; así lo demanda nuestra legislación y los principios del desarrollo sostenible.

Este Día Internacional, que, en nuestro contexto andino, lo asociamos y debido a nuestra racionalidad heredada desde nuestros ancestros, los Incas, lo denominamos como el Día de la Pachamama.

En efecto, utilizaron diversas tecnologías y herramientas para conservar el suelo, el agua, el bosque; construyeron andenes y canales de riego para hacer estas tierras más productivas; no invadían el cauce de los ríos, respetaron lo que actualmente denominamos como faja marginal.

Sabían bien que la conservación de los bosques era un requisito para la generación de fuentes de agua; los suelos debían ser conservados, porque de ellos depende la productividad y seguridad alimentaria; en razón a todo ello, la Pachamama, es y ha sido respetada, conservada y adecuadamente gestionada y manejada.

El 22 de abril, no es un día para celebrarlo, sino que es propicio para la reflexión sobre el cuidado de la Tierra y los diversos problemas ambientales e incluso daños que hemos ocasionado; considero, que el Día de la Pachamama, es más bien una fecha para promover que todos los sectores de la sociedad (empresarios, inversionistas, el hombre del campo, intelectuales, autoridades, adultos y niños) reflexionemos respecto de lo que tenemos en nuestros ecosistemas, lo que hemos perdido en razón a la sobreexplotación y deterioro generado sobre nuestros recursos naturales y, sobre qué tecnologías debemos de utilizar para el uso sostenible en beneficio de las grandes mayorías que aún, en el Perú, no tienen satisfechas las necesidades básicas. Reflexionemos juntos, para recordar que el planeta y sus ecosistemas nos dan la vida y el sustento.

Existen problemas de diversa índole que han afectado a los ecosistemas terrestres, marinos y dulceacuícolas, como la pérdida de biodiversidad, desertificación, cambio climático, erosión de suelos, deforestación, contaminación, mala gestión de residuos sólidos, la interrupción de ciclos naturales, etc. que pueden ser enumerados como los costos del hombre y de los estilos de desarrollo implantados en menoscabo de los recursos que la naturaleza y sus ecosistemas nos brindan.

Existe información relevante respecto de los diversos impactos negativos que el hombre en sus diversas actividades ha generado sobre los ecosistemas, que los resumo brevemente:

Según Nature (2016), la destrucción del hábitat, la explotación y el cambio climático están causando la pérdida de la mitad de la población de las especies silvestres del mundo.

Oxford Academic (2012), especifica que, en todo el mundo, más de 650,000 mamíferos marinos son capturados o heridos de gravedad por los artes de pesca cada año.

The Guardian (2018). Manifiesta que el número de animales que viven en la tierra ha disminuido en un 40% desde 1970.

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Smithsonian National Museum of Natural History, (2018), estima que los humanos han impactado el 83% de la superficie terrestre de la Tierra, lo que ha afectado a muchos ecosistemas, así como al rango en el que solían existir especies específicas de vida silvestre.

Pero las cifras indicadas, no son las únicas; pues en los ecosistemas de agua dulce, más de 126,000 especies de peces, reptiles, moluscos, plantas, insectos y mamíferos que habitan en ríos, lagos y humedales, se han visto gravemente amenazados por la acción humana (National Geographic, 2018); de estos, un 83 % han disminuido desde 1970, según el último Informe Planeta Vivo de la WWF, siendo la mayor extinción de vertebrados a nivel mundial.

Dicho índice, que mide los niveles de biodiversidad, señala que las especies de vertebrados en todo el mundo evidencian una disminución general del 60% desde 1970, siendo los principales factores de esta pérdida la sobreexplotación y la agricultura (ambos como resultado del crecimiento del consumo humano).

De otro lado, y aún en el contexto del análisis global, las concentraciones de los principales gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera alcanzaron, en 2018, concentraciones que la Organización Meteorológica Mundial (OMM) considera como niveles récord.

En efecto, el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera, en las estaciones de Mauna Loa (Hawaii) e Izaña (Canarias), superan las 415 ppm (partes por millón) en 2018. La información de la OMM, especifica que el dióxido de carbono (CO2) aumentó un 147%, el metano (CH4) un 259%, y el óxido nitroso (N2O) un 123%.

Estos incrementos hacen que el cambio climático sea más agudo, que las temperaturas suban y que los fenómenos meteorológicos extremos se agudicen.

El CO2 es particularmente dañino en un contexto de calentamiento global porque permanece en la atmósfera durante siglos y en los océanos por más tiempo, además de acidificar los océanos.

Aun cuando (como señalamos en un artículo anterior) el impacto visible y positivo del coronavirus, ya sea a través de la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, no es más que temporal, ya que se debe a la desaceleración económica, la pausa de las industrias y el parque automotor y, el confinamiento de los habitantes a causa de la pandemia.

En el caso del Perú, las repercusiones de la actividad económica tienen características particulares; el Perú tiene escasas tierras agrícolas, alrededor del 6% del territorio nacional (Perú posee una superficie de 128.5 millones de hectáreas, de las cuales solo 7.6 millones tienen capacidad para cultivos agrícolas; MINAG, 2020).

En esta extensión, se produce un permanente deterioro de los suelos debido tanto a factores naturales, deforestación, incendios y quemas y, las inadecuadas técnicas utilizadas en la agricultura y ganadería.

Esta degradación de los suelos afecta las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo, generando que los suelos productivos tengan un bajo rendimiento en los cultivos y sea costoso en su mantenimiento.

La pérdida de suelos por erosión hídrica en el Perú es un grave problema ambiental que afecta y pone en riesgo la seguridad hídrica y seguridad alimentaria.

Este proceso erosivo, es más crítico en zonas altoandinas que son proveedoras de importantes servicios ecosistémicos, como la generación del agua y, constituye el escenario donde se desarrolla la actividad agrícola para la provisión de alimentos a las ciudades de sierra, selva y costa.

Por otro lado, al ser la precipitación el principal agente que contribuye al proceso de erosión hídrica, la generación de sedimentos y sólidos de arrastre produce la colmatación de cauces, represas, canales de riego, embalses que tiene altos costos de mantenimiento.

Según estudios de SENAMHI (Atlas de erosión de suelos, 2017). En la cuenca Vilcanota-Urubamba, los niveles de erosión anual para esta cuenca, alcanza una tasa promedio de 58.2 TM/ha/año, valor que califica un grado de erosión Alta, según clasificación FAO. Es decir, que la erosión, se lleva millones de toneladas de suelo productivo y no productivo de nuestra Región.

De otro lado, la deforestación en Perú es preocupante, habida cuenta que es un factor que genera erosión de los suelos, en 2019, según reporte del MINAM, se deforestaron 147,000 hectáreas de bosques.

El incremento del proceso de deforestación en el Perú es alarmante, pues, según el informe de Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) hasta el año 2017 el Perú ha perdido un total de 7.7 millones de hectáreas de bosque natural, de los cuales el 60% estuvo concentrada en los departamentos de Ucayali, Madre de Dios, Huánuco y Loreto (Informe Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina -MAAP).

Todos conocemos las principales causas de la devastación de bosques en el Perú; sin embargo, las causas principales son: la minería ilegal, monocultivos, tala ilegal, agricultura migratoria, urbanización y construcción de carreteras; empero, la responsabilidad en su control no debe recaer sólo en el gobierno nacional y sectores, sino en los gobiernos regionales y locales.

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Pues éstos últimos se hallan de cara a la población y administran el territorio jurisdiccional respectivo y deben de contar con planes y proyectos para el control de estos dos procesos: la erosión y deforestación.

De acuerdo con un análisis de la Universidad de Maryland, publicado en Global Forest Watch, 2020; la selva del Perú perdió 140,185 hectáreas de bosques primarios en 2018, lo que ubica al país como el sétimo con mayor deforestación de este tipo a nivel mundial.

Es preciso señalar que los bosques primarios poseen especies forestales que pueden tener cientos o miles de años, y almacenan más carbono que otros bosques.

La deforestación de estos bosques hace que el carbono almacenado sea liberado, contribuyendo, no sólo al calentamiento global, sino a la pérdida del suelo por erosión.

El Día Internacional de la Pachamama, sirva para sensibilizar, concienciar, llamar la atención, señalar que existen problemas sin resolver, como los comentados y otros que los gobiernos deben considerar en sus políticas de desarrollo.

Además, todos los ciudadanos seamos exigentes con quienes en este momento y a futuro administran la gestión pública y consideren la variable ambiental en las políticas de desarrollo.

Sin duda, en este Día Internacional de la Madre Tierra, requerimos un importante viraje hacia una economía más sostenible, más socialmente justa, más equitativa y que funcione tanto para las sociedades como para los ecosistemas del planeta. Es hora de promover y plantear acciones para la armonía del hombre con la naturaleza.

Hoy vivimos semanas de preocupación, debido a la pandemia; no obstante, habría sido distinto en nuestro país y en muchos otros, que millones de ciudadanos hagan frente a esta pandemia, conociendo que tienen una estructura de saneamiento adecuada, con agua de calidad potable que no genere enfermedades transmitidas por el agua, sabiendo que tenemos suelos productivos y no erosionados que garanticen una dieta equilibrada en vitaminas y minerales, que tengamos en nuestras ciudades aire no contaminado, que poseamos una minería con tecnologías no deteriorantes, que los residuos sólidos que todos generamos sean adecuada y sanitariamente gestionados, contemos con ríos no contaminados y aguas residuales tratados, de modo que tengamos una calidad de vida acorde a nuestros tiempos.

El COVID-19, que ahora nos afecta y el Día Internacional de la Pachamama, deben motivarnos a tener una reflexión personal para entender que, sin agua de calidad, sin suelos productivos, sin un aire limpio y sin un ambiente equilibrado no hay vida.

Por lo tanto, los recursos naturales, los diversos ecosistemas, la diversidad biológica deben ser respetados y ciertamente, deben ser nuestros aliados.

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*Juan Gil Mora es consultor Ambiental. Registro SENACE y doce nte en la Escuela de Posgrado en la Universidad Andina del Cusco.

 

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