Estímulos económicos post COVID-19 no deberían alentar futuras pandemias

Recientemenete, la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES), organismo encargado de sistematizar el conocimiento científico sobre la biodiversidad para guiar las decisiones políticas mundiales, advirtió que antes de pensar en medidas de reactivación económica Post COVID-19 primero deben considerarse tres aspectos fundamentales: fortalecer las regulaciones ambientales; adoptar a todo nivel el enfoque de "Salud Única" (que contempla las interconexiones entre la salud de las personas, animales, plantas y medio ambiente), y estimular el financiamiento a los sistemas de salud pública. De no hacerlo, se estaría contribuyendo a la próxima pandemia.

Las medidas de estímulo económico después de COVID-19 no deberían estimular futuras pandemias

Por Karina Toledo 

Agência FAPESP, 20 de mayo, 2020.- Las enfermedades que han surgido de la relación entre animales y humanos matan a alrededor de 700,000 personas en el mundo cada año y el riesgo de nuevas pandemias es alto. 

Se estima que las aves acuáticas y los mamíferos son un reservorio de 1.7 millones de virus aún no identificados, pero con el potencial de infectar a los humanos.

"Cualquiera de estos podría ser la próxima 'enfermedad X', potencialmente más perjudicial y letal que COVID-19. Si no tenemos mucho cuidado con las elecciones que hacemos hoy, es probable que las pandemias ocurran con mayor frecuencia en el futuro, se propaguen más rápidamente, tengan un mayor impacto económico y maten a más personas", advierten científicos vinculados a la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES).

El artículo, titulado Las medidas de estímulo de COVID-19 deben salvar vidas, proteger los medios de vida y salvaguardar la naturaleza para reducir el riesgo de futuras pandemias (las medidas de estímulo económico para minimizar los efectos de COVID-19 deben salvar vidas, proteger los medios de vida y salvaguardar la naturaleza para reducir el riesgo de futuras pandemias), se publicó en el sitio web de la entidad, creado en 2012 con la misión de sistematizar el conocimiento científico acumulado sobre biodiversidad para subsidiar las decisiones políticas a nivel internacional.

Entre las actividades que favorecen la transmisión de enfermedades de la vida silvestre a las personas, el texto menciona la deforestación desenfrenada, la expansión incontrolada de la agricultura, la agricultura intensiva, la minería y la explotación de especies silvestres.

El texto está firmado por Peter Daszak (EcoHealth Alliance, Estados Unidos), Josef Settele (Helmholtz-Center for Environmental Research, Alemania), Sandra Díaz (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina) y el brasileño Eduardo Brondizio (Indiana University, Estados Unidos). 

Los tres últimos coordinaron la primera evaluación global del estado de la biodiversidad, publicada por IPBES en 2019. El informe indicó la existencia de 1 millón de especies de plantas y animales en riesgo de extinción en las próximas décadas y ya previó la posibilidad de una epidemia en escala global (lea más en agencia.fapesp.br/30430).

Para los autores, la especie humana es la única responsable del avance de COVID-19. "Al igual que las crisis climáticas y de biodiversidad, las recientes pandemias son una consecuencia directa de la actividad humana, particularmente de nuestros sistemas financieros y económicos globales basados ​​en un paradigma limitado, que valora el crecimiento económico a cualquier costo", señalan.

Entre las actividades que favorecen la transmisión de enfermedades de la vida silvestre a las personas, el texto menciona la deforestación desenfrenada, la expansión incontrolada de la agricultura, la agricultura intensiva, la minería y la explotación de especies silvestres. Según los científicos, estas prácticas ocurren principalmente en las áreas donde viven las comunidades más vulnerables a las enfermedades infecciosas.

Al igual que las crisis climáticas y de biodiversidad, las recientes pandemias son una consecuencia directa de la actividad humana, particularmente de nuestros sistemas financieros y económicos globales basados ​​en un paradigma limitado, que valora el crecimiento económico a cualquier costo.

“Nuestras acciones impactaron significativamente más de las tres cuartas partes de la superficie de la Tierra, destruyeron más del 85% de los humedales y dedicaron más de un tercio de la tierra y casi el 75% del agua dulce disponible para cultivos y producción animal. Agregue a este escenario el comercio no regulado de animales salvajes y el crecimiento explosivo de los viajes aéreos mundiales y quedará claro cómo un virus que una vez circuló sin peligro entre las especies de murciélagos en el sudeste asiático consiguió infectar más de 2 millones de personas, causar un sufrimiento humano incalculable e interrumpir economías y sociedades en todo el mundo. Esta es la mano humana en la emergencia de una pandemia", afirman.

Opciones para el futuro

El principal objetivo del artículo divulgado por la IPBES es alertar a los gobernantes de todo el mundo para que las acciones tomadas para reducir los impactos de la actual pandemia no amplifiquen los riesgos de futuros brotes y crisis. En ese sentido, los autores señalan tres cuestiones a considerar en los planes de estímulo económico que están siendo implementados en diversos países.

El primero es el fortalecimiento y la aplicación de las regulaciones ambientales. En la evaluación de los científicos, solo se deben implementar paquetes de estímulo que ofrezcan incentivos para actividades más sostenibles y positivas para la naturaleza. 

“En este momento, puede ser políticamente conveniente relajar los estándares ambientales y apoyar sectores como la agricultura intensiva, el transporte de larga distancia, las aerolíneas y los sectores energéticos que dependen de los combustibles fósiles, pero si no se demandan cambios urgentes y fundamentales para que estas actividades se vuelvan más sostenibles, esencialmente subsidiarán el surgimiento de futuras pandemias”, argumentan.

A continuación, los autores sugieren que se adopte, en todos los niveles de toma de decisiones, el enfoque "One Health" (salud única), que reconoce las complejas interconexiones entre la salud de las personas, los animales, las plantas y el medio ambiente que comparten.

“Los departamentos forestales, por ejemplo, generalmente establecen políticas relacionadas con la deforestación. El sector privado obtiene grandes ganancias, sin embargo, son los sistemas de salud pública y las comunidades locales quienes a menudo pagan el precio de los brotes de enfermedades resultantes. El enfoque 'One Health' garantizaría que se tomarán las mejores decisiones, teniendo en cuenta los costos y las consecuencias a largo plazo de las acciones de desarrollo para las personas y la naturaleza”, sostienen.

Finalmente, el grupo señala la necesidad de financiar adecuadamente los sistemas de salud, movilizar financiamiento internacional para estimular los programas de salud pública en áreas de enfermedades emergentes, ofrecer alternativas viables y sostenibles a las actividades económicas de alto riesgo y proteger la salud de los más vulnerables.

"Esto no es simple altruismo, sino una inversión vital en el interés de todos para evitar futuros brotes globales", puntualizaron los expertos.

En el camino opuesto

En la evaluación del biólogo Carlos Alfredo Joly, profesor de la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp) y coordinador del Programa BIOTA-FAPESP, Brasil parece ir en la dirección opuesta a la recomendada por los especialistas de IPBES. 

Las cifras del Instituto Nacional de Investigación Espacial (Inpe) indican que la tala ilegal está avanzando a un ritmo rápido en la Amazonía y que el volumen de deforestación acumulada de agosto de 2019 a marzo de este año fue casi el doble que en el mismo período del año pasado.

Además, el gobierno federal recientemente despidió a agentes del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama) responsables de las operaciones para combatir la minería ilegal y el acaparamiento de tierras.

“Toda la legislación ambiental del país ha sido desmantelada. Incluso las reglas que protegen el bosque atlántico han comenzado a relajarse. Un ejemplo es el Despacho 4.410/2020 emitido por el Ministerio del Medio Ambiente en abril, que amnistía en todo el bioma en el que se deforestó áreas de preservación permanente hasta 2008, eximiendo a los propietarios de la obligación de restaurar estas áreas. Pronto no quedará nada”, lamenta Joly. Consultado por el reportaje, el Ministerio del Medio Ambiente no respondió hasta el cierre de esta edición.

Según el coordinador de BIOTA, que ya formó parte del panel multidisciplinario de expertos de IPBES y actualmente coordina el grupo de trabajo destinado a capacitar a los equipos que preparan los informes, nadie tiene idea de la cantidad de virus potencialmente patógenos que existen en los bosques brasileños.

En este momento puede ser políticamente conveniente relajar los estándares ambientales y apoyar sectores como la agricultura intensiva, el transporte de larga distancia, aerolíneas y los sectores energéticos que dependen de los combustibles fósiles, pero si no se demandan cambios urgentes y fundamentales para que estas actividades se vuelvan más sostenibles, esencialmente subsidiarán el surgimiento de futuras pandemias.

“Los investigadores de BIOTA acaban de publicar el primer inventario de virus que infectan plantas en Brasil. Pero nunca ha habido una encuesta sistemática de virus que infectan a los animales. El Amazonas hoy tiene una baja densidad poblacional, pero a medida que más personas ingresan a los bosques y están expuestas a estos patógenos, aumenta el riesgo de cruzar la barrera de las especies”, dice.

Además de la deforestación, otro factor de riesgo señalado por Joly es la extinción de los depredadores como el jaguar y el desequilibrio resultante en la cadena alimentaria. “Hoy hay poblaciones crecientes de capibara en todas las áreas urbanas del estado de São Paulo. 

Por un lado, no hay depredadores para controlar estas poblaciones y, por otro, hay abundante comida en las plantaciones de caña de azúcar y maíz en las orillas de los ríos. Esto ya es un problema de salud pública, ya que los capibaras son el hogar de la garrapata estrella, un vector de fiebre manchada”, explica Joly.

Los cultivos alimentarios también tienden a atraer a otras especies de roedores que son reservorios de varios hantavirus y arenavirus, patógenos que pueden transmitirse a los humanos a través del contacto con heces y orina de animales infectados.

Si, por un lado, la rica biodiversidad del país alberga innumerables especies patógenas desconocidas, por otro, puede ser la fuente de medicamentos capaces de combatir virus y pandemias, argumenta Joly.

“Como parte de la iniciativa BIOprospecTA de BIOTA, los investigadores buscan continuamente moléculas en la biodiversidad brasileña que puedan ser la base para el desarrollo de nuevos medicamentos. 

Esta investigación involucra plantas, animales y microorganismos, terrestres, marinos y de agua dulce. Las moléculas obtenidas de esponjas marinas, por ejemplo, han resultado en medicamentos de gran importancia clínica para el tratamiento de infecciones virales como el herpes”, remarcó Joly.

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Este texto fue publicado originalmente por Agência FAPESP bajo la licencia Creative Commons CC-BY-NC-ND. Lee el original aquí.

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Fuente: https://www.ecodebate.com.br/2020/05/18/medidas-de-estimulo-economico-pos-covid-19-nao-devem-estimular-futuras-pandemias/

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