Han transcurrido 13 años del terremoto de Pisco (en la región de Ica, Perú), ocurrido el 15 de agosto de 2007, y la experiencia en su gestión (con serias deficiencias) sigue enseñándonos. Esta experiencia podría ayudarnos a comprender mejor dos fenómenos recientes como las inundaciones y huaycos tras El Niño costero de inicios del año 2017, y la actual crisis sanitaria por la pandemia del COVID-19. Pero ¿hemos aprendido?
Del Terremoto de Pisco a la Pandemia del COVID-19
Por Antonio Peña Jumpa*
15 de agosto, 2020.- Han transcurrido 13 años del terremoto de Pisco (en la región de Ica, Perú), ocurrido el 15 de agosto de 2007, y la experiencia en su gestión (con serias deficiencias) sigue enseñándonos. Esta experiencia puede ayudarnos a comprender mejor dos fenómenos recientes que aún afrontamos: las inundaciones y huaycos tras El Niño costero de inicios del año 2017, y la actual crisis sanitaria por la pandemia del COVID-19.
La experiencia de desastre vivida el 15 de agosto del 2007 y los días, meses y años posteriores significó un aprendizaje estanco o incompleto. Tanto en Pisco, Ica, Chincha, Cañete, Castrovirreyna, Huaytará y Yauyos (entre otras provincias afectadas), el terremoto mostró un conjunto de carencias o defectos que a la fecha no hemos logrado concientizar y superar.
A continuación, presentamos una muestra de estas carencias o defectos:
1. Ni las autoridades estatales ni la población local estuvieron preparadas para afrontar el terremoto. Si bien el terremoto es aún un fenómeno natural imprevisible, no lo es el diseño y construcción de nuestras viviendas, y la previsión de un plan de ayuda inmediata en nuestra comunidad, barrio y distrito. Al habitar un lugar vulnerable a un peligro como los terremotos, lo mínimo que podríamos exigir es construir nuestras viviendas con reglas de seguridad y contar en el barrio con un plan de emergencia o respuesta inmediata.
2. Ocurrido el desastre, el Presidente de la República, sus ministros y asesores actuaron sin planificación o con una planificación muy limitada. Estuvieron impresionados por el fenómeno y sabían que había que auxiliar de inmediato a las personas heridas y damnificadas, pero este auxilio se hizo sin un plan efectivo que considere objetivos, estrategia y metodología. Manejaban cifras erradas sobre el número de viviendas damnificadas, sobre la situación jurídica de las y los damnificados respecto a las viviendas que ocupaban y respecto a sus necesidades inmediatas, y, contrariamente, proponían medidas ajenas a la situación.
3. Se decretó un bono de reconstrucción de viviendas (bono de 6,000 soles) que las autoridades centrales, regionales y locales no supieron a quién entregar: las y los poseedores de las viviendas por reconstruir no eran sus titulares o propietarios, sino, en un alto porcentaje (75% aproximadamente en algunos barrios), eran herederos, inquilinos, guardianes o invasores. Al final, el bono se entregó a un grupo de personas (quienes en muchos casos no lo aplicaron a la vivienda) y fue una burla para el resto.
4. Se afrontó el desastre en forma centralizada. En un inicio el gobierno central actuó solo, coordinando secundariamente con las autoridades regionales y locales. Luego, en el proceso de reconstrucción, estas autoridades regionales y locales lograron intervenir con un presupuesto para obras determinadas; sin embargo, no cesaron los conflictos entre niveles de gobiernos.
5. Los casos de corrupción se duplicaron o triplicaron en el gobierno central y en los otros niveles de gobiernos regionales o locales. La corrupción ocurrió en las acciones de ayuda inmediata, en la gestión administrativa y en las adjudicaciones o licitaciones de obras públicas (como reconstrucción de escuelas, hospitales o carreteras) o de compras de bienes y de servicios. A pesar de la constitución de un ente especial denominado FORSUR, la corrupción se expandió.
6. Ni el Poder Judicial, ni el Ministerio Público pudieron procesar y condenar a los responsables directos, y el Congreso de la República archivó la investigación contra los políticos y autoridades del gobierno central implicados. Para las y los damnificados y afectados queda aún el recuerdo de injusticia e impunidad.
7. Ocurrido el desastre, apareció un grupo de empresas que aprovechó la situación. Fueron empresas transnacionales y nacionales de todo tipo de actividad (incluyendo financieras), que, bajo un aparente ofrecimiento de apoyo, compraron terrenos, ofrecieron bienes y servicios, elaboraron proyectos de viviendas, etc., que luego revenderían o venderían a un mayor precio. Muchas de estas empresas son las que se beneficiaron con las licitaciones o adjudicaciones convocadas por alcaldes, gobiernos regionales y ministerios.
Pareciera que estos hechos descritos aún se viven en el desastre de El Niño Costero y en la crisis sanitaria del COVID-19 que actualmente afrontamos. Al transcurrir más de tres años del fenómeno de El Niño Costero, la falta de previsión de nuestras autoridades estatales y la descoordinación del gobierno central con el gobierno regional y el local continúan, y la insatisfacción de las y los damnificados y su población local se repite. En el mismo sentido, la crisis sanitaria actual carece de un plan de previsión, de falta de coordinación entre niveles de gobiernos, y reproduce la insatisfacción de las y los afectados y su población. En ambas crisis también se suman casos de corrupción.
¿Qué hacer?
Una medida alternativa que a la fecha no se diseña y ejecuta, o que se ha realizado en forma muy limitada, es la participación directa de las y los damnificados, afectados o la población local organizada. Tanto en la experiencia del terremoto de Pisco, como tras el fenómeno de El Niño Costero y en la actual coyuntura de desastre sanitario, no se ha trabajado con esta población local organizada. Sin embargo, es en esta población donde se encuentra la causa del problema (al no estar preparados frente al desastre) y la alternativa de solución (es la que puede controlar y dar su satisfacción por las acciones que se tomen).
Lo más lamentable de la experiencia del terremoto de Pisco es que a pesar de los años transcurridos y los miles de millones de soles “invertidos” o gastados, nunca se alcanzó la reconstrucción prometida. Por ello, aún es tiempo de pensar y tratar con acciones diferentes la reconstrucción tras El Niño Costero y la actual emergencia sanitaria del COVID-19.
(escrito en Lima el 14 de agosto de 2020.
* Antonio Peña Jumpa es profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
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