Comunicación indígena es escuchar, caminar y tejer

Omar Rincón. Foto: Universidad de Los Andes. Omar Rincón. Foto: Universidad de Los Andes.

Servindi, 14 de octubre, 2023.- “Comunicar es activar el plan de vida y hacer la política (existir, resistir y proponer) porque sin proyecto político, no hay tecnología que valga” escribe Omar Rincón, profesor de la Universidad de los Andes en Colombia.

Así lo hace al prologar el libro “Pueblos indígenas y territorios mediáticos. Estudios sobre comunicación indígena en Argentina”, importante publicación que contiene 14 textos, 14 mujeres autoras, 7 hombres y 1 colectivo.

El libro de reciente publicación ha sido editado por Liliana Lizondo y Magdalena Doyle, publicado por la Friedrich-Ebert-Stiftung (FES) y puede ser descargado libremente desde la Internet.

Si bien la comunicación indígena son diversas cosas –como se detalla en el texto– “mas allá de los medios o tecnologías, los formatos o las estéticas, primero están las luchas de cada pueblo y cada territorio” afirma Rincón, director de FES Comunicación - Fundación Friedrich Ebert Latam y el Caribe.

Descargue la publicación en formato PDF con un clic en el siguiente enlace:

https://library.fes.de/pdf-files/bueros/la-comunicacion/20568-20230919.pdf

Comunicación indígena es escuchar, caminar y tejer

Por Omar Rincón

Hola, soy no indígena, machirulo, blanquito, académico occidental, privilegiado… por lo tanto, no debería decir nada. Fin del prólogo. La única opción que me queda es plantear desde y en la comunicación un diálogo intercultural entre mi cultura académica-blanca-macho-occidental y las culturas indígenas. Lo hago para intentar reflexionar sobre la comunicación en la cancha de los pueblos indígenas, no sobre lo indígena. Dejo clarito que no hablo en nombre de los pueblos indígenas, sino que quiero contar lo que he escuchado de ellos, invitar a reflexionar sobre las discriminaciones de representación y enunciación que sufren y nuestros estereotipos comunicativos sin contexto ni historia que ponen de manifiesto nuestras ignorancias, nuestros racismos y los odios masivos y mediáticos que ejercemos; y asumir mi privilegio para escribir algunas intuiciones sobre la comunicación indígena, de lo cual me declaro aprendiz.

“Lo indígena” existe solo para nosotros los occidentales. “La categoría “indígena” no es identitaria, sino política. Yo no me enteré de que era indígena hasta que llegué a la ciudad” escribe la lingüista mixe Yásnaya Aguilar. Además, “lo indígena” no existe porque en nuestra América tenemos, por lo menos, 538 formas de serlo. Ya que donde hay una lengua, existe una cultura. Y tenemos 538, en rápido “googleo”: Brasil (160), México (68), Colombia (68), Perú (47), Argentina (39), Bolivia (36), Venezuela (26), Guatemala (24), Paraguay (19), Ecuador (14), Honduras (8), Costa Rica (7), Panamá (7), Chile (6), Nicaragua (6) y El Salvador (3). Y lo peor es que poco o nada hablamos ninguna de estas lenguas. Lo cual significa que nos estamos perdiendo de la real diversidad cultural latinoamericana que es la de los pueblos indígenas. 538 lenguas quedan y han resistido la extinción para aparecer en este siglo XXI con una presencia significativa y poderosa en la escena pública mediática y digital y recordarnos que somos ignorantes de sus culturas.

Saberes ancestrales

Entre lo que he escuchado, he aprendido que los indígenas han tenido desde siempre una propuesta de mundo distinta a la teocracia (el mundo-dios), la aristocracia (el mundo-rey), la democracia (el mundo-hombre), uno mundo-tierra que practica el pensamiento Tierra que significa pensar con su propia cabeza, hablar su propia lengua, estudiar y significar desde sus propias historias y territorios, analizar y transmitir sus propias experiencias. Y todo eso se concreta en el Buen Vivir (1) que es la realización ideal y hermosa del planeta por una vida digna, en plenitud, equilibrio y armonía, fundada en principios y valores ancestrales como la relacionalidad, la complementariedad, la ciclicidad, la correspondencia y la conciencia natural.

Sus sabedores o mamos o taitas, o como se les diga, son los PhD de sus pueblos. Y lo son porque recibieron los saberes de la palabra de origen, fueron formados por años en el oficio de leer y comprender la naturaleza, los espíritus, lo humano y lo no humano, y la comunidad les cree por su autoridad, experiencia, saber y utilidad de sus conocimientos (lo mismo como nosotros creemos en nuestros científicos). Los indígenas crean, entonces, teorías basadas en la palabra de origen, el territorio y la identidad y en sus métodos de saber leer, comprender y explicar las entidades que habitan el mundo con energías y vidas propias; por eso, los saberes ancestrales manejan las energías del viento, la luz, el agua, la conexión indisoluble con la Tierra, con todos los seres vivos y lo espiritual (Santos, 2019).

Se produce conocimiento usando las tecnologías/saberes de la escucha, las limpias, el mambeo, el refrescar, el armonizar la palabra para comprender las subiendas de peces, la información que traen los vientos, aquello que dicen los cantos de pájaros al amanecer o antes de la tormenta, la vida animal, las plantas, los seres de la naturaleza, los remolinos del río para navegar. Y es que el conocimiento se produce desde y en los territorios y las “prácticas de lugar”, en hacer amanecer la palabra, tejer la palabra, caminar la palabra. El resultado es un pensamiento dulce basado en el no hacer daño a los demás.

El resultado es un pensamiento dulce basado en el no hacer daño a los demás.

Estos procesos de conservación, producción y expansión de saberes se hacen habitando otras temporalidades, los tiempos de la paciencia y la espera, y las creencias en lo inmaterial que se siguen por fe. Las luchas por conservar su sabiduría y ganar soberanía cultural, las luchas territoriales y por la defensa de la Pacha Mama, y el descubrir que lo no humano es alegría y conocimiento son su propuesta

En este escenario, quiero presentar cinco ideas que emergen para nosotros, la cultura política y académica occidental, desde mis escuchas interesadas en lo indígena diverso:

1. Los pueblos indígenas son, en el siglo XXI, los protagonistas de la vida pública, cultural y política de América Latina. Y esto es evidente por ejemplo en Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Perú, Bolivia, Colombia y México. Sus saberes ancestrales y su dignidad de lucha nos iluminan, guían y atraen para buscar una sociedad más de los comunes, de celebración de la vida, la Madre Tierra, lo no humano y lo espiritual que nos habita.

2. Los pueblos indígenas salieron del silencio, la exclusión y el negacionismo que les hemos impuesto. Y junto con las mujeres, los pueblos afros, las diversidades sexuales y los jóvenes se tomaron la palabra, la política, las calles, la comunicación, la vida. Y al hacerlo, expusieron y estallaron los racismos y discriminaciones, nos pusieron de frente contra nuestros privilegios, nos orientan hacia lo común y lo de todos por encima del yopitalismo.

3. Los pueblos indígenas han resistido y luchado por lo que saben que es de ellos:

  • sus tierras y el derecho a vivir en el lugar donde siempre han estado y que había sido expropiado;
  • por preservar sus identidades, saberes, usos y costumbres;
  • por no perder sus memorias, sus lenguas y sus culturas;
  • por un mejor estar juntos llamado Buen Vivir;
  • por luchar contra los extractivismos de la tierra, los saberes y las vidas.

4. Los pueblos indígenas, ahora, se activan por estar en el poder democrático occidental para hacer el bien común. Ya lo lograron en Bolivia, llegaron y no se van a ir ya que cambiaron el paisaje y el modo de la política. Así mismo, son el actor clave de la política en Ecuador y Chile. Y en Colombia ya llegaron a las Naciones Unidas. Llegamos a los tiempos del poder indígena… es lento, pero llega. Y es que, como dice Máma Luz Dary del Pueblo Misak en Colombia, “el poder es el espacio de decisión, de poder ayudar, de llegar a la comunidad, de escuchar a los y las que están alrededor. Y como una ha estado con el pueblo, pues una sabe qué necesidades tiene y cómo vive” (Rincón y Bohórquez, 2022).

5. Los pueblos indígenas nos activan de otro modo… uno pacífico, simbólico, terco, gozoso… uno hecho de palos y celulares… uno hecho de comunidad humana y colectivo social… una activación política de tejer lo común… de no rendirse… de ser tercos… de estar ahí para defender la dignidad. Yásnaya Aguilar, lingüista, escritora, traductora e investigadora en ayuujk o mixe se pregunta “¿Cómo creamos un mundo sin Estados en donde podamos seguir siendo mixes, tzeltales y ya no indígenas; un nosotros sin el Estado mexicano?” y a esto se responde que “su idea era buscar un modelo que no integrara a individuos y pueblos indígenas a los engranes del Estado nación mexicano, sino confrontarlos y prescindir, lo más posible, de ellos. Más que buscar ‘nunca más un México sin nosotros’, están creando ya el ‘Nosotros sin México’” (Aguilar, 2022).

Este libro

Este libro, “Pueblos indígenas y territorios mediáticos. Estudios sobre comunicación indígena en Argentina”, tiene 14 textos, 14 mujeres autoras, 7 hombres y 1 colectivo. Todo editado por Liliana Lizondo y Magdalena Doyle. Mujeres que develan discriminaciones y cuidan las diversidades. Este es un hecho significativo y poderoso porque está elaborado prioritariamente por mujeres ya que son las que hacen y rehacen, inventaron y reinventan el campo de los estudios de la comunicación en Argentina (García Vargas, Díaz Larrañaga y Kejval, 2022). Y nos recuerdan que también en el siglo XXI muchas de las experiencias y prácticas indígenas tienen a las mujeres como protagonistas. Máma Luz Dary del Pueblo Misak nos cuenta este dilema:

“Me tocó vivir cositas fuertes por el hecho de ser mujer. Muchas veces una también se siente vulnerada, porque siempre los hombres tienen esa cosa de que quieren decidir, o quieren pasar sobre una. Entonces una también se arma, se blinda de algo y se para fuerte porque o si no, pasan tumbando. Y me ha pasado en la escuela. Una llega con ideas, empieza a ganarse el espacio y hay gente mayor que dice  “no”. Empecé a trabajar y me gané el respeto. Nos falta a las mujeres empoderarnos un poquito de los espacios, meternos a las universidades, por ejemplo” (Rincón y Bohórquez, 2022).

Este libro está imaginado en modo mujeres. Y, además, hay que decirlo claramente que no es sobre los pueblos indígenas, sino sobre la comunicación habitada, experimentada, gozada y, sobre todo, peleada por las diversidades indígenas. Es un grito académico y activista como lo escriben en el primer texto Liliana y Magdalena cuando afirman que “es notoria aún la escasa institucionalización de la comunicación en la academia argentina y el carácter periférico del tema, incluso en campos en los que se ha abordado con mayor asiduidad como las ciencias de la comunicación y la antropología sociocultural”.  Esa es la razón por la que este libro es muy poderoso, porque reconoce, visibiliza y pone a la comunicación indígena en la cancha académica para que “los y las que los estudiamos” planteemos abiertamente sus luchas políticas por existir desde y en sus formas de pensar, sentir e imaginar. 

La idea es virusiar e intervenir a la academia y sus modos occidentales, machos, blancos, religiosos y norteños con que se hace. Estamos tan acostumbrados a este modo que inclusive este libro sigue normas de citación y escritura académicas. Y esto porque obvio varios y varias de quienes aquí participamos somos parte del “pueblo” académico, blanco y privilegiado. Solo que asumimos nuestro privilegio para plantear que queremos reflejarnos y criticarnos en los modos de comunicar desde lo indígena, que, como ya dije arriba, son por lo menos 538 modos distintos de habitar la vida, los cuerpos y la tierra.

El libro constituye el documento imprescindible para proyectar unos estudios de la comunicación indígena ya que nos cuenta de la historia conceptual habitada por la comunicación indígena para dar cuenta de “las reconfiguraciones de los sentidos en torno al ejercicio de los derechos a la comunicación”; las construcciones teóricas y metodológicas transdisciplinares para comprender la complejidad de los procesos y prácticas indígenas; la apuesta por la producción colaborativa de conocimientos, sentidos y narraciones basadas en los movimientos indígenas y las experiencias de comunicación; la demanda de derechos por parte de los pueblos indígenas y su articulación con el ejercicio de la comunicación; la presencia de académicos/as indígenas

Así mismo, el libro nos revela la agenda en la que la comunicación indígena se focaliza: los proyectos político-comunicacionales indígenas; los modos en que los activismos indígenas transitan y se configuran comunicativamente; la articulación entre las prácticas de comunicación y la política; las implicancias de la mediatización de la comunicación comunitaria local en los procesos de configuración de las respectivas comunidades; las luchas de los pueblos por lograr el reconocimiento y garantía de sus derechos a la comunicación; los discursos mediáticos hegemónicos en relación a los pueblos indígenas. 

Finalmente, este libro nos propone diversas teorías y modos de pensar la comunicación de y sobre lo indígena y, al hacerlo, nos da mucha de la bibliografía existente sobre el tema.

A continuación, voy a resaltar una idea mantra de cada texto que  servirá como invitación a leer todo el libro:

Liliana y Magdalena, las editoras, escriben que “muchas experiencias, sus memorias y enseñanzas fueron narradas; muchas desigualdades expresivas analizadas y denunciadas; mucho de la complejidad y trayectoria de las demandas indígenas en torno al espacio público mediatizado fue y está siendo objeto de atención en las investigaciones que se reúnen en este libro y otras que se desarrollan actualmente en el país”.

Claudia, desde México, nos dice que “en las comunidades y pueblos originarios de América Latina (…) practican, hacen, viven la comunicación. No la definen, analizan o discuten para teorizarla. Desde las universidades y los centros de investigación podemos contribuir al ejercicio de la comunicación que realizan los pueblos originarios facilitando procesos para la reflexión y el análisis del quehacer comunicativo.”

Francisco y Laura Inés, desde la Coordinadora de Comunicación Audiovisual Indígena Argentina, nos plantean que “una sociedad argentina que no escucha sus otros idiomas, que no observa, que no ve esas otras expresiones culturales, cosmovisiones y formas de vida en los medios de comunicación, termina construyendo y sosteniendo una mirada acotada de lo que implica ser argentino”.

Mariana y el Colectivo La Voz Indígena desde Tartagal nos cuentan que “la comunicación, fue, de esta manera, una forma de transgredir aquellos mandatos o espacios designados a las mujeres indígenas, fue un modo de distorsionar las divisiones o fronteras que se establecían de acuerdo con el género. Para este conjunto de mujeres hacer comunicación significó rebelarse contra esas imposiciones”.

María Paula y Emilia, desde Salta, enuncian que “la propuesta de una comunicación propia, en tanto se elaboren y ejecuten programas radiales, así como también proyectos en torno a la recuperación del quechua y el aymara, se articulan sobre la base de un único proyecto político colectivo: recuperar el territorio en sus múltiples dimensiones”.

Florencia, desde la Patagonia, nos certifica que “en el mundo mapuche la comunicación no pasa solamente por lo que occidentalmente se define por comunicación, sino que está presente en todos los aspectos de la vida de manera circular y horizontal, puesto que nadie está más arriba que otro y nadie es dueño de la palabra”.

José y Emilse, desde el Pueblo Kolla, testimonian que “nos unen las mismas preocupaciones: deconstruir imaginarios sociales que nos ubican como pueblos extintos, sostenidos desde la idea de una “Argentina blanca”; alejarnos de posturas que nos esencializan o nos folklorizan, subestimando nuestra agencia política, nuestras organizaciones e incluso nuestras producciones; nos interesa evidenciar la centralidad y la importancia que cobran los medios indígenas en sus comunidades y territorios”.

Diana, Sixto, Cristóbal, Isabel y Maximiliano crean un capítulo colectivo e intercultural desde Lqataxac Nam Qompi para testificar sobre “la primera radio en la que se hablaba libremente en el idioma qom, que es el que habla aproximadamente el 80 % de la población en Pampa del Indio, con la puerta y el micrófono libre a la comunidad, a sus reclamos, a la emisión de comunicados sin necesidad de pagar y la posibilidad de afirmarse identitariamente en un gran acto de empoderamiento, visibilización, practicar la memoria y acompañar la lucha por la recuperación del territorio, que es también la lucha por una comunicación propia y libre”.

Ileana, desde Tartagal, reflexiona que “mediante el uso de ciertos recursos radiales, La Voz Indígena pone en evidencia la cosmovisión y la concepción de los pueblos originarios en relación con la tierra, explicitando la importancia de vivir en armonía con la madre naturaleza y la actual problemática indígena en la región ya que en su puesta al aire aborda la realidad social de los pueblos relatados desde sus propias experiencias comunitarias”.

Oscar nos trae el activismo Mapuche que en modo de las “hibridaciones propiamente mapuche en muy diversos formatos atraviesan diferentes espacios públicos y se consolidan como herramientas de disputa del movimiento y nos muestran una identidad étnica que emerge construida como un proyecto, con una plasticidad que permite prever un futuro con cada vez más puntos de identificación entre el Movimiento Mapuche y otros movimientos sociales para crear una pugna cada vez con más fuerza y visibilidad política frente a los estados monoculturales”.

Ana, Florencia, Abigail y Maira, desde el norte argentino, nos explican que “la radio, dispuesta en pueblos, parajes y campo adentro, se torna en una herramienta política y estratégica para el conjunto de luchas que se levantan desde las comunidades indígenas en particular y/o poblaciones rurales: la lucha por las tierras y los territorios… porque narrando y contando desde otras lógicas, con otros ritmos y tiempos, el principio de búsqueda es la palabra: “Mi papá dijo: “mira hijo, no tengo estudio, lo que tengo es mucho para contar, es mi palabra”” dice en wichi Laureano Segovia”.

Liliana Lizondo analiza los modos de enunciación de la naturaleza y afirma que “el modo de nombrar a la naturaleza en los medios indígenas podría ser una de las dimensiones desde las que se debería pensar la Comunicación con Identidad; es decir, una comunicación capaz de dar cuenta de seres que no son humanos tal como Occidente define a los humanos pero que sí se integran en una comunidad”.

Luciano documenta la criminalización del Pueblo Mapuche en los medios de referencia y nos cuenta “que las demandas de pueblos y comunidades indígenas tienen que ver con el reconocimiento constitucional de la preexistencia étnica y cultural” y que esto reconoce “su anterioridad en el tiempo a la conformación de los Estados nacionales” y que, por lo tanto, “supone el reconocimiento de una historia marcada por el genocidio y la sistemática violación de sus derechos” que no termina.

De verdad es un agasajo leer el libro, hay de todo (experiencias, prácticas, procesos, evidencias, gente, naturaleza), pues está escrito por autores/activistas que, desde el territorio y las experiencias mismas, aportan diversas perspectivas teóricas, de escritura y de reflexión. “Pueblos indígenas y territorios mediáticos” no tiene pierde y se puede leer como uno quiera, sirve en cualquier orden y produce esperanza sobre el giro indígena de la comunicación como posibilidad de “otras” formas de enunciación. 

La comunicación indígena

La comunicación en el mundo indígena es transversal a todo. La comunicación nace de la oralidad; la comunicación está en sentir y conocer el territorio y los modos de relacionamos con lo espiritual, las identidades, las autoridades, la comunidad, los pueblos; la comunicación es esa fuerza que resiste” cuenta Diana Jembuel desde el Pueblo Misak en Colombia (Rincón y Bohórquez, 2022).  Y así como Diana lo expresa, desde mis escuchas a los pueblos indígenas he generado un reciclaje de ideas que nos permitirían caracterizar los criterios destino de lo que sería la comunicación indígena:

  • Comunicar es ir escuchando.
  • Comunicar es caminar el territorio, la palabra y los pensamientos.
  • Comunicar es tejer lo común.
  • No interesa divertir, se comunica para armonizar, refrescar, cuidar el encuentro.
  • Comunicar es narrativa circular, en espiral, convergente (historias, personajes, imágenes, sonidos, personajes…) conla Madre Tierra.
  • Se comunica en narrativas del sigilo, la contemplación, el silencio… de los sentidos poéticos y espirituales.
  • Se comunica en narrativa oralizada porque lo sonoro es más colectivo que lo visual.
  • Se comunica desde lo colectivo y la comunidad, no hay autor individual. 
  • Comunicar es activar el plan de vida y hacer la política (existir, resistir y proponer) porque sin proyecto político, no hay tecnología que valga.
  • Comunicar es apropiarse e intervenir las tecnologías para pasar de la resistencia ocultada a la visibilización estratégica.
  • Comunicar es habitar los tiempos propios y propicios de la paciencia y los sueños, los símbolos, la naturaleza (lo no humano), los rituales.
  • Comunicar es ejercer el derecho a autorepresentarse para ganar soberanía cultural al hacerse territorio, cosmovisión y relato de identidad que está basada en los saberes ancestrales y la naturaleza.

La comunicación indígena son formas diversas de visibilización inscritas en las identidades propias, pero también puede ser el no ser enunciado: “Los pueblos originarios han ensanchado sus horizontes de visión, pero esto no ha significado que muchos de ellos se hayan dejado ver por completo; sigue habiendo ocultamiento, negativa a la exposición… profesar una anti-visualidad” (Mora, 2019). Este ocultamiento táctico y estratégico nos indica que la comunicación indígena es un asunto político de la enunciación y la visibilidad. Por eso, más allá de los medios o tecnologías, los formatos o las estéticas, primero están las luchas de cada pueblo y cada territorio.

Bibliografía

- Aguilar, Y. (2022). México es una nación artificial. Corriente Alterna, 26, Recuperado de: https:// corrientealterna.unam.mx/territorios/mexico-es-una-nacion-artificial-yasnaya-aguilar/

- Aguilar, Y. (2022). Políticas de la identidad. El País, Agosto 27. Recuperado de: https://elpais.com/ ideas/2022-08-28/politicas-de-la-identidad.html

- García Vargas, A. Díaz Larrañaga, N. & Kejval, L. (2022). Introducción. Tejer la trama, describir el paisaje, narrar el camino. En: García Vargas, A. Díaz Larrañaga, N. & Kejval, L. (Comps), Mujeres de la comunicación en Argentina (5-22). FES Comunicación: Buenos Aires.

- Mora, P. (2018). Máquinas de visión y espíritu de indios. Idartes: Bogotá.

- Rincón, O. & Bohórquez, D. (2022). Mujeres Misak, el poder del cuidado. Cerosetenta,  julio 21, 2022. Recuperado de: https://cerosetenta.uniandes.edu.co/mujeres-misak-el-poder-del-cuidado/ Santos, B. (2019). Curación como tecnología. Idartes: Bogotá.

Nota:

(1) El Buen Vivir recoge las tradiciones del Sumak kawsay (Ecuador), la Suma qamaña (Bolivia), los mapuche (Chile, Argentina), los guaraníes en Bolivia, norte de Argentina y de Paraguay que hablan de sus teko kavi (vida buena) y teko porã (buen vivir o buen modo de ser), los Achuar (Amazonía ecuatoriana), los Maya (Guatemala), Chiapas (México) y los Kunas (Panamá).

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