Los evidentes límites del modelo de desarrollo basado fundamentalmente en el mercado han llevado a países y centros de excelencia a buscar nuevas formas de medir el desarrollo. El sector forestal no es una isla y tampoco escapa de estas corrientes que van superando a pasos raudos un enfoque que solo se concentra en el mercado.
Por Rodrigo Arce Rojas *
29 de noviembre, 2016.- La búsqueda de pistas que nos conduzcan a definir los criterios, pautas y atributos del desarrollo forestal nos deben llevar irremediablemente a la indagación del pasado y del futuro para construir nuestro presente.
Muchas de las raíces profundas de los problemas actuales forestales tienen que ver con el reconocimiento del momento (que debió haber sido más bien un proceso) en el que el ser humano rompe su relación con la naturaleza y su pretensión de dominio a ella queda legitimada social y culturalmente.
Esta disyunción se traduce “científicamente” en la economía que hace que finalmente solo interesen los actores que están en la transacción de bienes (y luego abarca incluso los servicios del bosque) que son perfectamente apropiables, se les puede asignar precios y pueden ser vendibles.
Se construyen entonces discursos legitimantes del valor del crecimiento económico que a fuerza de poderosos mecanismos de domesticación ideológica nos los terminamos creyendo.
Entonces se edifican culturas y estructuras psíquicas profundas que imponen sutilmente el discurso del desarrollo forestal fundamentalmente asociado al mercado.
Es claro que el desarrollo forestal colectivo que tenemos en el imaginario social lo asocia fuertemente a la contribución económica de la comercialización de bienes y servicios ecosistémicos. Todo aquello que ha podido traducirse en mercado de una u otra manera ha sido abordado por el desarrollo forestal.
Ha habido dificultades para tratar aquellos servicios ecosistémicos que no son fácilmente asimilables en términos de mercado y tampoco son capitalizables en términos políticos.
Así, los servicios ecosistémicos de regulación (control del clima y de las enfermedades); apoyo (ciclos de nutrientes y la polinización de cultivos), y cultural (beneficios espirituales) han recibido poca atención en los esquemas de desarrollo forestal.
Los evidentes límites del modelo de desarrollo hegemónico basado fundamentalmente en la teología del mercado han llevado a países y centros de excelencia a buscar nuevas formas de medir el desarrollo.
Es así que se ha ido incorporando mediciones de desarrollo que incluyen temas como la desigualdad, la igualdad y equidad de género, índices de desempeño ambiental, índices de desempeño de sostenibilidad, índices de vida mejor, bienestar, bienestar subjetivo, entre otros.
Resulta ilustrativo el concepto de Progreso Multidimensional entendido como un espacio de desarrollo con límites normativos contundentes: “nada que disminuya los derechos de las personas y las comunidades, ni nada que amenace la sostenibilidad ambiental del planeta, puede considerarse progreso” (PNUD, 2016).
Interesante mencionar que todos estos valiosos esfuerzos todavía se dan en el marco del desarrollo asociado al mercado. Pero no solo se trata de ajustes sino también de esfuerzos para ir definiendo otros marcos epistemológicos para la construcción de modelos alternativos de desarrollo.
El sector forestal no es una isla y tampoco escapa de estas corrientes que van superando a pasos raudos un enfoque que solo se concentra en el mercado.
También es importante mencionar los esfuerzos, dentro de una lógica de mercado, para tratar de superar las fallas de mercado a través de la economía institucional que nos habla de la necesidad de contar con buenas políticas, normas, acuerdos, pactos; organizaciones reguladoras, organizaciones que protegen a los consumidores, organizaciones que luchan contra los monopolios.
Inclusive los conceptos de gobernanza, inclusión social, asistencia social forman parte del paquete de herramientas para amortiguar los efectos de una economía demasiado enfocada en el crecimiento económico. No obstante, todos estos esfuerzos, la corrupción aparece como una enfermedad de difícil tratamiento y eliminación.
Desde las empresas también se dan corrientes de revisión de un modelo excesivamente concentrado en el lucro y aséptica de los actores y el espacio en el que desarrollan sus actividades.
Esto es producto tanto de la influencia de corrientes de pensamiento que vienen de la sociedad civil, organismos internacionales como de la propia sensibilidad de algunas empresas.
A las corrientes de las certificaciones ambientales, certificaciones de responsabilidad social se suman las Empresas B que “combina el lucro con la solución a problemas sociales y ambientales aspirando a ser la mejor empresa PARA el mundo y no solo del mundo” (Sistemab).
En términos de visión de futuro es importante mirar las tendencias que incluyen no solo el cambio de la demanda de productos procedentes de bosques naturales hacia productos forestales que proceden de plantaciones forestales.
Pero además es importante mencionar la aparición de nuevos materiales que, producto del desarrollo tecnológico, serán más flexibles a la vez que más resistentes.
También es importante mencionar la emergencia de consumidores más responsables que demandan productos orgánicos, productos que den cuenta de su procedencia y de su cadena de valor más respetuosos con el ambiente, la sociedad y los derechos humanos de los trabajadores forestales.
No podemos desconocer el hecho que todavía tenemos un modelo de desarrollo forestal fuertemente influenciado por la economía de mercado, como tampoco la necesidad de seguir explorando nuevas opciones que abran el abanico de posibilidades para una relación más respetuosa con la naturaleza y el cosmos, con la sociodiversidad de los actores forestales, sus derechos, sus sueños, sus indicadores propios de bienestar.
En el modelo de desarrollo forestal al que aspiramos buscamos que la corrupción no sea un concepto negado o maquillado y que se la ataque frontalmente para erradicarla, que la improvisación no sea el reflejo de una institucionalidad descoordinada e incomunicada.
Buscamos un desarrollo forestal basado en el amor a la naturaleza (lo que no impide el aprovechamiento forestal respetuoso y cuidadoso de los procesos ecológicos, su capacidad de adaptación y resiliencia); que signifique oportunidades sostenibles para todos (para la gente y para los bosques).
Que implique institucionalidad al servicio del bienestar de la gente y de sus bosques; que implique grandes acuerdos, espacios de diálogo y espacios para procesar las diferencias con sentido de sostenibilidad; que conceptos como ética, estética, valores no sean ajenos; que la ingeniería conviva con la poesía, con la intuición, con las emociones, con la filosofía.
Buscamos que el desarrollo forestal sea capaz de dialogar de manera empoderada y contributiva con otros sistemas, procesos, programas, planes, estrategias y acciones ligadas al desarrollo rural, lucha contra la erradicación de la desnutrición infantil, derechos humanos, igualdad y equidad de género, vivienda digna, entre los múltiples aspectos del desarrollo multidimensional del cual el sector forestal forma parte consustancial.
Para avanzar hacia ello necesitamos impulsar procesos de desarrollo forestal con un enfoque territorial que construya confianza, capacidades, emprendimiento, creatividad, innovación.
Pero sobre todas las cosas, que construya solidaridad, reciprocidad y que se manifieste en bienestar subjetivo, con tanta importancia como los números de la contabilidad de contribución tangible al desarrollo nacional.
Bibliografía revisada:
- PNUD. (2016). Progreso multidimensional: bienestar más allá del ingreso. Informe regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe. New York: Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
- Sistemab. La Empresa B. Recuperado de: http://www.sistemab.org/espanol/la-empresa-b
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* Rodrigo Arce Rojas es ingeniero forestal rarcerojas@yahoo.es
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