Por Catherine Walsh*
14 de noviembre, 2019.- Estas notas comenzaron como una necesidad, mi necesidad de reflexionar sobre la rebelión y protesta de los pueblos durante dos semanas en Ecuador, una protesta de rebelión que viví y que continúa afectando mi cuerpo, mente, espíritu y alma.
A diferencia de muchos de los análisis que circulan en el mundo intelectual “crítico”, no tienen la intención de imponer una interpretación singular, asumir una voz autorizada, simplificar los hechos o hacer que los eventos, movilizaciones y movimientos sean objeto de estudio.
Son notas, parte de un texto inacabado y en desarrollo, escritas a partir de mi sentipensar, notas que abren la reflexión sobre la complejidad de lo vivido y lo que continúa. Sin embargo, a medida que Chile y Bolivia también comenzaron a explotar, las notas crecieron, crecen y crecerán, y con ellas mis preguntas sobre las coincidencias, las relaciones y las conexiones...
I
Ha pasado un mes desde el “despertar de octubre” en Ecuador. Me refiero al “despertar” de protesta social masiva, lo que probablemente fue el mayor levantamiento indígena y huelga nacional en la historia de esta plurinación andina-amazónica-pacífica.
Mientras decenas de miles de personas marcharon desde las provincias a la ciudad capital de Quito, miles también ocuparon oficinas de los gobiernos provinciales, bloquearon carreteras y comercio, y cerraron la operación del país, todo en respuesta y resistencia a las políticas económicas impuestas por el estado y el FMI, incluyendo el decreto presidencial que eliminó los subsidios al combustible.
El hecho de que este despertar de protesta fue liderado, en gran parte, por mujeres no ha sido suficientemente reconocido. Tampoco se reconoce —en los medios de comunicación o en las propias organizaciones indígenas— el papel de las mujeres en repensar, recrear y sembrar el movimiento, la política, la lucha y la vida de hoy (en Ecuador y la región), o su papel de despertar la resistencia y re-existencia en estos tiempos de opresión capitalista-patriarcal-colonial, de violencia, destrucción y muerte.
Pero también me estoy refiriendo a otro “despertar”, él de la represión y violencia autorizadas y dirigidas por el estado. Sin duda, el despertar del estado en Ecuador fue impulsado por la carta de intención de marzo de 2019 con el FMI y sus demandas de reformas estructurales económicas, sociales y tributarias. El hecho de que estas reformas violen los derechos económicos, sociales y culturales nacionales e internacionales y amenacen la existencia misma de la mayoría de la población, es motivo suficiente para protestar, como lo es la inconstitucionalidad de la carta de intención, que fue firmada por el presidente Lenin Moreno sin aprobación previa de la Asamblea Nacional (el Congreso).
Pero, al contrario de lo que pueda parecer, el “despertar del estado” no es del estado-nación o estado nacional tal como lo conocemos. Más bien, es de la corporación estatal o del estado corporativo constitutivo de las etapas nuevas y emergentes de la acumulación e interés capitalista- colonial-global.(1)
Es un despertar, sacado a la luz en Ecuador, de nuevas estrategias y configuraciones de la matriz de poder colonial, en la que, como he argumentado en una carta reciente al difunto Aníbal Quijano, el estado corporativo desnacionalizado y el aparato o complejo militar-policial son parte.(2)
En este sentido, Ecuador evidencia lo que algunos de nosotrxs hemos sospechado por un tiempo: el naciente despertar o renacimiento del cóndor. Mi referencia, simbólicamente, es al ave, enorme, longevo y con semblanza de buitre, nativo de los Andes y que se cree casi extinto. Literalmente, es al “Plan Cóndor”, la campaña clandestina respaldada por Estados Unidos que comenzó a tomar forma en los años 60 bajo Kennedy contra la “amenaza cubana” y continuó a lo largo de las administraciones de Johnson, Nixon, Ford, Carter y Reagan.
Sin duda, sus antecedentes empezaron décadas antes, en las operaciones de la CIA coordinadas con y por Nelson Rockefeller e impulsadas por el control del petróleo en la región. La misión del Plan Cóndor era de erradicar la influencia y las ideas soviéticas, comunistas y socialistas, y suprimir —a través de la violencia, la represión y el terror— a la oposición social y los movimientos, incluidos los movimientos indígenas, que amenazaban los intereses del capital y el avance del neoliberalismo. Los gobiernos de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil fueron los principales miembros, aunque Ecuador y Perú también formaron parte.
¿No es el despertar de octubre evidencia del renacimiento del cóndor y de un Plan Cóndor II tomando forma e iniciando su operación?
No sugiero una repetición de lo sucedido hace más de 50 años, sino un nuevo capítulo o secuela. La configuración, los actores, las alianzas y las estrategias actuales ciertamente no son las mismas; no es olvidar la presencia, particularmente en México y Colombia —pero no solo allí— de pactos narco, paramilitar, estatales. Me refiero a las formaciones y corporaciones estatales presentes y emergentes a lo largo de la región en las cuales los intereses extractivos y del capital global —y sus lazos obvios— son partes constitutivas.
Las complicidades y la configuración actuales no son solo sembradas y movidas por los EE. UU., aunque sin duda su gobierno, aliadas empresas e instituciones “multilaterales” (el FMI, el BID, el Banco Mundial, la OEA, etc.) son céntricos del juego.
Las complicidades y las configuraciones con el capitalismo global también están adentro mismo de los países latinoamericanos. Fueron y están en los llamados gobiernos progresistas, aunque muchos de la izquierda tradicional niegan reconocer.
Las complicidades y las configuraciones con el capitalismo global también están adentro mismo de los países latinoamericanos. Fueron y están en los llamados gobiernos progresistas, aunque muchos de la izquierda tradicional niegan reconocer.
Están en las oligarquías y élites, los intereses empresariales y en las iglesias (es decir, alianzas evangélica-políticas que incluyen católicos conservadores y Opus Dei), por nombrar solo algunos. La cooptación y la corporación de gobiernos locales y de líderes comunitarios, en particular de líderes indígenas y campesinos, son parte del plan, dando una cara mucho más compleja y diversa a la operación, pero también permitiendo alcanzar uno de los objetivos estratégicos: la grave debilitación y fragmentación de las comunidades y los movimientos sociales. Por todo esto y muchas razones más que aún no hemos descubierto, el nuevo Plan Cóndor es mucho más complejo que su predecesor.
El despertar de octubre es del cóndor ahora en vuelo y movimiento. Pero también, y al mismo tiempo, es de los pueblos y la gente en resistencia, rebelión y en acción insurgente y creativa de (re)vivir y (re)existir.
Ecuador fue el comienzo. Luego vino Chile donde las protestas dirigidas por Estudiantes contra las políticas neoliberales y por una Asamblea Constitucional y nueva Constitución (del pueblo y no pinochetista), han llevado a las calles a millones de personas de todas las edades en una rebelión de dignidad.
Es una movilización que ya tiene casi un mes, sin la necesidad de figuras o líderes. La respuesta estatal: represión y violencia desproporcionada y brutal, cuyos niveles se vieron por última vez con Pinochet y su Plan Cóndor. En las palabras televisadas del presidente Piñera: “Estamos en una guerra contra un enemigo muy poderoso: el pueblo”. Si bien la violencia en Santiago (televisada y en las redes sociales) es evidencia, lo que no se ve en los medios ni en la prensa es la violencia, deshumanización y exterminio aún más brutales autorizadas y dirigidas por el estado en Wallmapu, el territorio y las comunidades de la nación mapuche.
Bolivia vino después. Allí, las inconsistencias y sospechas de fraude de las elecciones nacionales del 20 de octubre despertaron la rebelión, una respuesta de los pueblos a las complejas tensiones sociales y políticas que el gobierno de Evo / García Linera ha agravado durante mucho tiempo, con su autoritarismo político-patriarcal, su economía extractivista, su intencionada fragmentación y debilitamiento de los movimientos sociales, y su imposición de otro mandato presidencial después que un referéndum popular dijo que NO.
La rebelión tomó el país, no en una simple polarización de aquellos a favor y en contra de Evo, sino en una amalgama de luchas, fuerzas, intereses y visiones mucho más complejas, políticamente, culturalmente y socialmente enraizadas y con ideas y prácticas diferenciales de (pluri)nación, gobierno, democracia, poder, existencia y pueblo.
En esta mezcla, la rápida escalada del caos, confrontación y violencia no fue (o no solo fue) dirigida por el estado como ocurrió en Ecuador y que ocurre en Chile. En cambio, su ímpetu parece estar vinculado, en gran parte, a la oposición “cívica”: a una élite regional derechista con claros intereses capitalistas, religiosos y patriarcales, y con posturas anti-indígenas, racistas, fascistas y machistas.
Es esta “oposición” que ha trabajado durante las últimas décadas para mantener vivo el colonialismo interno y la colonialidad. Aquí no se trata solo de los niveles de violencia, sino de sus formas particularmente terroríficas: deshumanizaciones de líderes y autoridades indígenas, especialmente a mujeres, la caza de personas asociadas al gobierno y la quema de casas, entre otras, que recuerdan y continúan el largo horizonte de la empresa-matriz colonial en su proyecto interno y a la vez global.
Con la renuncia de Evo el 10 de noviembre, algunxs dicen que comenzó el “golpe”. Otros, incluidos Evo y García Linera, argumentan que el “golpe” fue constitutivo del esfuerzo por desacreditar las elecciones.
Otras y otros sostienen que la ira, la indignación y el descontento social en torno a las elecciones y el presunto fraude proporcionaron el momento perfecto para poner en práctica el derrocamiento que los miembros de la oposición conservadora boliviana, con el apoyo de los Estados Unidos y la OEA, habían estado preparando. Me viene a la mente la “retirada” del gobierno, hace algunos años atrás, de Zelaya en Honduras (orquestada por la OEA y los Estados Unidos).
La autoproclamación hoy, 12 de noviembre, de la senadora blanca, rubia, ultra derechista y religiosamente conservadora Jeanine Áñez como presidenta interina, y su objetivo declarado públicamente: “a pacificar el país”, son indicativos de lo que está por venir. “Sueño con una Bolivia libre de ritos satánicos indígenas; ¡la ciudad no es para los indios, que se vayan al alitiplano o al chaco!” dijo en un tuit del 14 de abril de 2013 que ahora recircula por las redes. Otro tuit el 20 dejunio de 2013: “Que el año Nuevo Aymara no luciera del alba! ¡Satánicos, a Dios nadie lo reemplaza!”
Con la Biblia en alto, se regocijó esta noche frente al palacio presidencial. La Biblia y la bandera de “Democracia”, una democracia, sin duda, concebida y controlada desde las nuevas configuraciones y estrategias coloniales que mencioné anteriormente y especialmente emergente en América Latina hoy, en las que la alianza de la religión y la política es una parte componente.
Una democracia diseñada para devolver a Bolivia al redil, asegurándose de que todo lo que amenaza su avance, especialmente los pueblos indígenas, campesinos, sectores populares, jóvenes, feministas y mujeres atrevidas, y también las ideas, prácticas y conocimientos que incomodan y desafían los valores conservadores-occidentales-religiosos, deben ser disipados, controlados, dominados, eliminados, exterminados. ¿Podemos dudar del renacimiento, la presencia y el vuelo del cóndor hoy?
II
El sonido de las bombas de gas lacrimógeno y de los helicópteros las 24 horas del día todavía resuenan en mis oídos, junto con el rugido agudo de los aviones de guerra que sobrevolaron Quito durante 4 horas al día la semana siguiente del paro-levantamiento.
¿Una demostración de poderío militar o simplemente “práctica”, como afirmaban las noticias oficiales, para un día de conmemoración de la fuerza aérea?
Las resonancias invaden mis sueños, junto con las imágenes duraderas de niveles de brutalidad policial, represión estatal y violencia nunca antes vistas en esta plurinación ecuatoriana.
¿Por qué la fuerza excesiva de la policía y los militares contra miles de personas —mujeres, hombres, jóvenes y niñxs, indígenas, negrxs, mestizxs, urbanxs y rurales—, la gran mayoría en protesta pacífica? ¿Cómo comprender el uso grave y desproporcionado de bombas de gas no solo en las calles, sino también en las zonas declaradas de paz, incluido el Parque Arbolito, las cocinas comunales y la Universidad Politécnica Salesiana donde se alojaron más de 5000 mujeres, niñxs y ancianxs cada noche? ¿Qué pasa con el uso de caballos para dispersar y pisotear la gente (imágenes que recuerdan la invasión española de hace más de 500 años)? ¿De pronunciamientos gubernamentales que culpan a cubanos y venezolanos (supuestamente enviados por Maduro) por la desestabilización? Pronunciamientos que también han ocurrido en Bolivia y Chile, sin evidencia ninguna. ¿Y cómo “leer” la declaración pública del Ministro de Defensa, capacitado hace años en la Escuela de las Américas durante el gobierno de Febres Cordero (colaborador clave del Plan Cóndor I), declaración que autorizó el uso de todos los medios necesarios, incluidas las armas letales, para proteger las instalaciones estratégicas y el Estado? Dijo: “No se olviden que las Fuerzas Armadas, orgullosamente, tienen la experiencia de la guerra”.(3)
Las palabras del presidente Moreno en la reciente inauguración en Quito de la 174ª sesión de la Comisión Internacional de Derechos Humanos ofrecen un tono similar: “Una de las características del estado democrático moderno es su reserva en el monopolio del uso de la fuerza ... un uso de la fuerza del estado que permite la existencia de sociedades pacíficas. Esta situación [de octubre] requería el uso de la fuerza”.(4)
Si bien no se emplearon armas letales, la violencia desproporcionada tuvo su efecto aterrador; las estadísticas hasta el día de hoy: 12 muertos, 11 mutilados por el impacto de las bombas de gas, 1340 heridos en incidentes con las fuerzas públicas, 1152 encarcelados (un número que, un mes después, sigue en aumento).(5)
Por supuesto, las estadísticas no cuentan las historias de las personas asesinadas, brutalmente golpeadas, torturadas, secuestradas, desaparecidas, pisoteadas, gaseadas, gravemente heridas por balas de goma de corto alcance, o de las detenidas ilegalmente sin respeto a los derechos humanos, la Constitución y debido proceso legal.
No evidencian el racismo o la fuerza machista y patriarcal. Y no revelan las complicidades: hospitales que excluyeron a los heridos, policías que atacaron brigadas médicas en la calle, el obispo católico que cerró la puerta de la catedral a la procesión fúnebre en Riobamba de un líder indígena asesinado, por nombrar solo algunos.
Ni las estadísticas ni los análisis políticos que circulan internacionalmente cuentan el dolor y el horror de lo vivido, los efectos físicos, psicológicos, emocionales y económicos —de entonces y ahora— para las personas, las familias y las comunidades; no cuentan sobre la falta de reparación o la escalada desenfrenada del racismo anti-indígena en el discurso del gobierno, la prensa, los sectores conservadores, de élite y algunos de clase media, y en actualidad de la vida cotidiana.
En cambio, y con demasiada frecuencia, estos análisis, escritos desde la distancia, contribuyen a la deshumanización, a la inhumanidad y deshumanidad(es) autorizadas y declaradas, y a la idea de que la política y la lucha política —aún con demasiada frecuencia concebida en los términos simplistas y binaristas de derecha e izquierda— tienen más importancia que la existencia misma.
El reciente informe sobre los derechos humanos durante el levantamiento indígena y la huelga nacional de octubre, publicado por la Alianza de Organizaciones por los Derechos Humanos, se centra en los testimonios de aquellas mujeres, hombres, jóvenes y niñxs cuyas vidas han sido gravemente afectadas por la violencia estatal autorizada, así proporcionando un contexto humano y humanizante para evidenciar lo ocurrido.(6)
III
Es el 13 de octubre. Comienza el tan esperado diálogo entre las organizaciones indígenas y el gobierno. En cumplimiento con la demanda del movimiento indígena, el diálogo se televisa en todos los canales nacionales; un buen ejemplo de cómo las negociaciones podrían y deberían llevarse a cabo en este estado plurinacional (reconocido como tal por la Constitución de 2008). La sesión de varias horas termina con la revocación del presidente Moreno del Decreto 883, cuyo propósito era de eliminar los subsidios estatales de gasolina. Con la revocación llegó el anuncio de que se negociaría un nuevo decreto.
Miles de mujeres y hombres indígenas celebraron en la Casa de Cultura; muchos otros y otras participantes y simpatizantes de la protesta se unieron en las calles aledañas. Sin embargo, fue una especie de victoria pírica, importante sin duda para poner fin a las rondas de violencia de los 11 días de protesta y movilización, pero insuficiente para eliminar la incidencia y la presencia del FMI y sus demandas de reforma estructural y control económico, político y social. Insuficiente para abordar y reparar las violencias cometidas por las fuerzas estatales, e insuficiente para atender las causas del creciente empobrecimiento, la creciente violencia (especialmente contra mujeres) y el despojo, desplazamiento, desposesión y contaminación territorial, resultados de una economía extractivista (erigida y asentada en el gobierno de Rafael Correa) que hoy no conoce límites ni reclamos de daño.
Insuficiente para hacer de la Constitución, considerada por muchxs la más radical del mundo (con su reconocimiento, entre otras áreas, de los derechos de la Naturaleza), un documento de praxis.
Si bien el diálogo organizado por el gobierno continúa con algunos sectores, la CONAIE y el movimiento indígena, junto con otras organizaciones sociales y colectivos, han tomado su propio camino en el Parlamento plurinacional de los pueblos. La propuesta del Parlamento presentada al gobierno el 31 de octubre deja claro el problema: el sacrificio de la sociedad para cumplir con los indicadores de crecimiento económico y las demandas del sistema capitalista.
“El cambio en la perspectiva civilizatoría, ... la transición desde una visión capitalista hacia una nueva forma de relación entre la sociedad, la naturaleza y la producción, ... políticas públicas más coherentes, éticas y humanas” son los principios rectores de este importante documento que describe un plan de reforma económica, política, social y tributaria que se centra en las personas y la comunidad, y que tiene un alcance estructural. Los representantes del gobierno, incluido el presidente, rechazaron el plan directamente.
Las palabras televisadas del recién nombrado jefe del Conjunto de las Fuerzas Armadas hacen un indirecto a esta propuesta y al movimiento indígena: “Nuestras fuerzas armadas no vamos a permitir imponer un modelo que intenta en contra de los términos de la democracia básica.” (7)
¿Coincidencia que estas palabras llegaron el mismo día de la “democracia” de la autoproclamada presidenta de Bolivia, el mismo día en que Trump anunció con orgullo que América Latina está volviendo a la democracia y que solo quedan Venezuela y Nicaragua? (8)
No es coincidencia, digo yo, sino parte del plan, de los despertares de octubre (y ahora noviembre) y del cóndor ahora en movimiento y vuelo regional.
Estas notas, sin duda, continuarán…
Quito, 12 de noviembre de 2019
Notas:
(1) Ver: José Ángel Quintero Weir, “La emergencia del Nosotrxs,” Pueblos en camino. 18 enero, 2019. https://pueblosencamino.org/?p=6988
(2) Catherine Walsh, “Reflexiones en torno a la colonialidad/descolonialidad del poder en América Latina hoy. Una carta a Aníbal Quijano”, Otros Logos. Revista de Estudios Críticos, 10, diciembre 2019. http://www.ceapedi.com.ar/otroslogos/
(3) http://www.teleamazonas.com/2019/10/oswaldo -jarrin-analiza-situacion-del-bloqueo-de-vias/
(4) Citado en el diario La Hora, 9 de noviembre 2019, p. B3
(5) Milagros Aguirre, “Las medidas verdades de una rebelión de 11 días,” Quito: Comité Ecúmenico de Proyectos, October 2019. http://www.rebelion.org/docs/262149.pdf
(6) Alianza de Organizaciones por los Derechos Humanos, Verdad, Justicia y Reparación. Informe de verificación sobre derechos humanos. Levantamiento indígena y paro nacional, 3-13 de octubre 2019. Quito, October 2019. https://www.inredh.org/archivos/pdf/informe_final_alianza_%202019_oct.pdf
(7) Ecuavisa, 12 de noviembre 2019.
(8) Citado por Jorge Gestoso en noticias Telesur, 12 de noviembre 2019. Ver también: https://www.telesurtv.net/news/trump-amenaza-venezuela-nicaragua-tras-golpe-bolivia-20191111-0050.html
---
* Catherine Walsh es profesora principal y directora del doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede de Ecuador, donde también dirige el Taller Intercultural y la Cátedra de Estudios de la Diáspora Afro-Andina. Tiene una larga trayectoria acompañando los procesos de los movimientos indígenas y afrodescendientes en Abya Yala/América Latina.
AÑADE UN COMENTARIO