Por Eduardo Paz Rada (*)
ALAI, 4 de mayo, 2017.- El reordenamiento geopolítico y geoeconómico mundial se acelera vertiginosamente con las crisis continuas en Europa, la pérdida de hegemonía económica y financiera de Estados Unidos, las nuevas potencias emergentes en el tablero internacional, la guerra de ocupación permanente en Oriente Medio y la tendencia a la parálisis de la unidad e integración de América Latina, situación ésta que provocaría una derrota histórica y estratégica de la región, después de más de diez años de avances muy importantes bajo el impulso de gobiernos nacionalistas, antiimperialistas y socialistas inspirados por la gesta libertaria de Bolívar, Morazán y San Martín en el siglo XIX.
La confluencia de liderazgos decididos a impulsar la unidad de América Latina y el Caribe con la formación de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), el 2004, la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), en 2008, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en 2010, y el fortalecimiento del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) con la incorporación de Venezuela, en 2012, fueron señales profundas de la posibilidad de que la región se convierta en un actor fundamental en el plano internacional.
Con un territorio de más de 22 millones de kilómetros cuadrados, 650 millones de habitantes, un Producto Bruto de 9 millones de millones de dólares (un nueve con doce ceros) aproximadamente, con reservas principales de bosques, minerales e hidrocarburos y fuentes de agua más importantes del planeta, América Latina y el Caribe representan un potencial económico y estratégico de altísimo nivel frente a otras regiones o potencias.
Camino de unidad sin Estados Unidos
La Nación Continente fue concebida por Bolívar y enriquecida por José Martí en el siglo XIX, Manuel Ugarte, José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre, como Patria Grande o Indoamérica, o por Jorge Abelardo Ramos con su Historia de la Nación Latinoamericana, durante el siglo XX y a principios del siglo XXI fueron los gobernantes Lula Da Silva de Brasil, Néstor Kirchner de Argentina, José Mujica de Uruguay, Rafael Correa de Ecuador, Fidel Castro de Cuba, Daniel Ortega de Nicaragua, Evo Morales de Bolivia, entre otros, los que, liderados por el comandante Hugo Chávez de Venezuela, marcaron el camino de la unidad al margen del dominio de los Estados Unidos.
La Cumbre de Presidentes de las Américas, realizada en Mar del Plata en noviembre de 2005, rechazó, en presencia del Presidente de Estados Unidos, George Bush, el proyecto de Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) impulsado por la potencia del norte. Este rechazo fue acompañado por los movimientos sindicales, populares, campesinos, junto a personalidades e intelectuales del continente.
Esta impronta, en los últimos dos años, tuvo fuertes traspiés no sólo por la constante presión del imperialismo, sino por la dinámica política en los países más fuertes económica, diplomática y políticamente de la región. En Argentina en 2015 ganó las elecciones el empresario conservador y neoliberal Mauricio Macri y algunos meses después fue destituida, a través de un Golpe de Estado, la Presidenta Dilma Rousseff de Brasil, asumiendo la conducción el entonces Vicepresidente Michel Temer, representante de poderosos intereses transnacionales y financieros y acusado de hechos de corrupción.
Brasil y Argentina en contra-ruta histórica
Es indudable que las dos potencias sudamericanas marcan los ritmos internacionales de la región y la dupla Macri-Temer han adoptado posiciones radicalmente diferentes a los anteriores gobiernos en lo que se refiere al posicionamiento unitario, defensivo y articulado de la región. Por una parte han prácticamente congelado los procesos de UNASUR y CELAC, por otra parte han desarrollado una artera ofensiva contra el gobierno y el pueblo de Venezuela al observar su participación como miembro pleno de MERCOSUR y, finalmente, sobretodo el gobierno de Buenos Aires ha manifestado su interés en vincularse a la librecambista Alianza del Pacífico (A del P).
Sin embargo, existe una paradoja al respecto. Brasil, que durante los pasados últimos años avanzó en altos niveles de crecimiento, convirtiéndose en la octava economía mundial, propició la cooperación Sur-Sur, es aún parte del acuerdo Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS), como potencia planetaria, e impulsó y encabezó la integración de América Latina y el Caribe, al dejar de incentivar la unidad regional pierde peso estratégico porque, teniendo peso continental, su importancia se diluye si se aísla y pierde influencia en su vecindario.
Al respecto, las Fuerzas Armadas de Brasil ya han manifestado su preocupación por este hecho y otros de la política interna y porque las políticas de Temer están poniendo a Brasil bajo el control del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el gobierno de Estados Unidos. El Jefe del Ejército, General Eduardo Días Da Costa, manifestó su preocupación: “somos un país que está a la deriva que no sabe lo que quiere y lo que debería ser”.
Las tendencias regionales y mundiales
Por su parte, México, el otro país latinoamericano con una economía grande, se encuentra en un gran dilema: hasta ahora ha tenido una política de espaldas a sus vecinos de centro y sud América y ha privilegiado las relaciones comerciales liberales con Estados Unidos pero, con el nuevo gobierno en Washington está sufriendo humillación y maltrato, frente a lo cual ha mostrado indicios de buscar acercamientos con sus hermanos países latinoamericanos.
El ascenso de Donald Trump al poder de la Casa Blanca ha provocado un sismo económico, financiero y mediático por su agresiva posición antiinmigrantes, proteccionista y nacionalista, que ha generado un replanteamiento de la distribución del poder mundial, particularmente por las amenazas a China y la creación de un foco de conflicto en los mares de Japón y China, su distanciamiento de la Unión Europea y su cálculo de acercamiento a Rusia. En relación a los países de la región, en sus primeras declaraciones Trump se ha pronunciado agresivamente contra los gobiernos de Cuba y Venezuela, aunque en las últimas semanas ha mantenido silencio al respecto.
El ascenso chino se ha convertido en la mayor amenaza económica y financiera para Estados Unidos, por la ampliación constante de sus negocios en los cinco continentes (incluyendo Norteamérica), por el reconocimiento de su hegemonía por parte de las demás potencias mundiales y por los acuerdos, incluidos los militares, que ha firmado con Brasil, México, Chile, Perú y Venezuela, entre otros de la región. La actual construcción de un segundo canal interoceánico en Nicaragua con una multimillonaria inversión y el proyecto de tren que vincule el Atlántico y el Pacífico en Sudamérica son dos casos emblemáticos.
Todo esto se desarrolla mientras la Unión Europea sufre crisis y desintegración con la salida de Inglaterra por el Brexit y con la amenaza de Turquía, como potencia regional importante, de dar paso libre a millones de refugiados de Medio Oriente hacia su territorio, radicalizando internamente a los grupos xenófobos antiinmigrantes.
El lugar de los movimientos nacional-populares
Las organizaciones populares, sindicatos, centrales de trabajadores y obreros, campesinos, indígenas, fuerzas sociales urbanas, trabajadores por cuenta propia y otras de la región, que han participado, durante el periodo que va del siglo, en las cumbres paralelas, en campañas de impulso a la integración, en convocatorias de Evo Morales, Fidel Castro, Lula Da Silva o Hugo Chávez, tienen en el actual momento la tarea de ser la vanguardia que defienda y profundice el proceso de la unidad de la Patria Grande.
A la cabeza de las Centrales de Trabajadores, de Campesinos y de Indígenas, las organizaciones de base y todas la fuerzas populares de los países de la región se hace imprescindible fortalecer UNASUR, CELAC, ALBA, MERCOSUR, Comunidad Andina de Naciones (CAN), Sistema de Integración Centroamericana (SICA) o Comunidad del Caribe (CARICOM) para darles el sentido histórico original de la integración emancipadora.,
Las experiencias de la Cooperación Sur-Sur, de los Foros Alternativos, de las Cumbres paralelas y de la Diplomacia de los Pueblos son muy importantes porque representan sucesos e hitos históricos, como los de los siglos pasados, que van a marcar el futuro de los pueblos, de los países y del conjunto de América Latina y el Caribe. Junto a estos, los sectores intelectuales, políticos, académicos, profesionales, universitarios y estudiantiles deberán también asumir un rol protagónico ante los desafíos planteados.
Se han dado importante pasos en los últimos quince años y no debe retroceder el impulso y la iniciativa, más aún en un momento histórico en que América Latina y el Caribe integrados pueden adquirir un papel protagónico estratégico en la geopolítica y la geoeconomía mundial.
Balance positivo y perspectivas inciertas
Como manifestaron en varias oportunidades intelectuales y políticos --Juan Domingo Perón, Manuel Ugarte, Omar Torrijos, Hugo Chávez, Eduardo Galeano, Fidel Castro, Leopoldo Zea o Ricaurte Soler—“el siglo XXI nos encontrará Unidos o Dominados” y el desafío está planteado. Se han dado importante pasos en los últimos quince años y no debe retroceder el impulso y la iniciativa, más aún en un momento histórico en que América Latina y el Caribe integrados pueden adquirir un papel protagónico estratégico en la geopolítica y la geoeconomía mundial.
El momento actual de los gobiernos no es el mejor, sin embargo la acumulación histórica debe permitir marcar los puntos desde los cuales no se puede retroceder aún en condiciones en la que el poderío estadounidense desarrolle acciones agresivas militar y diplomáticamente en la región.
La conciencia nacional latinoamericana, la democracia deliberativa, la movilización popular y la politización desde las bases tienen una historia contemporánea desde la formación del Movimiento de países No alineados (MNOAL), el tercermundismo, el Grupo 77 más China (G-77), los procesos de liberación y las luchas revolucionarias y frente a los desafíos e incertidumbres actuales, será la respuesta de los pueblos la que definirá los procesos históricos.
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(*) Eduardo Paz Rada es sociólogo boliviano y docente de la UMSA. Escribe en publicaciones de Bolivia y América Latina.
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