Estado prefiere antes celebrar su fiesta que atender a comunidades nativas
Por Manolo Berjón y Miguel Angel Cadenas
4 de setiembre, 2016.- La comunidad nativa kukama de Nueva Alianza está situada en la margen izquierda del río Marañón, en la boca del río Urituyacu, en el distrito de Urarinas, provincia y región Loreto, Perú, en el área de amortiguamiento de la Rerserva Nacional Pacaya Samiria. Recordamos que el 21 de agosto 2016 se produjo un terrible derrame de crudo en el Oleoducto Nor-peruano a la altura de esta comunidad. Una comisión estatal ad hoc se hizo presente en la comunidad para “comenzar el diálogo”. Sospechamos que el Estado está feliz de lo conseguido en Nueva Alianza. Ellos impusieron la fecha de la reunión, el dinero que iban a recibir los trabajadores y las empresas que iban a trabajar, entre otros puntos.
La comunidad de Nueva Alianza avisó del derrame a Petroperú. Este envió a una contratista para que verificara sobre el terreno. La comunidad decidió no dejarles pasar hasta que Petroperú no se hiciera presente en la comunidad. Petroperú no llegó, prefirió sacar comunicados responsabilizando a la comunidad de Nueva Alianza de entorpecer las labores de limpieza y cargar con las consecuencias de una posible lluvia en cuanto a dispersión del crudo. Una comisión de la PCM (Presidencia del Consejo de Ministros) tuvo que anunciar su viaje para el 31 de agosto, 10 días después del derrame. ¿Por qué el 31 de agosto? Da la casualidad que el 30 de agosto, en Perú, se celebra la fiesta de Santa Rosa de Lima. Así que prefirieron pasar la fiesta en paz. Ironías de la historia: Santa Rosa de Lima se pasó su vida atendiendo a pobres y enfermos, y el Estado prefiere antes celebrar su fiesta que atender a la comunidad nativa de Nueva Alianza. Ironías de la historia.
Un punto delicado fue “la negociación” laboral. Ofrecieron pagar S/. 50.00 y no se movieron de ahí. La comunidad protestó, pero no consiguieron nada. Detrás puede haber un castigo de Petroperú porque alguien ha roto, presumiblemente, el Oleoducto. No nos parece que sea la comunidad la que tenga que pagar los platos rotos de terceros. En Cuninico pagaron S/. 70.00 y en Chiriaco S/. 150.00. Hay que tener en cuenta que personas de Nueva Alianza han trabajado en la limpieza en estos otros puntos. Si el Estado comprendiera el stress acumulado en Nueva Alianza y la frustración que significa un sueldo impuesto, que consideran injusto por ser el trabajo más duro y riesgoso, hubiera tenido más cuidado. La lectura de Petroperú, en el caso de que sea correcta, es que el dinero de la limpieza de los derrames anteriores en la zona (Cuninico y San Pedro) ha incentivado para que delincuentes hayan podido cortar el oleoducto buscando trabajo: un círculo vicioso. Lo que no dice Petroperú es que también el Oleoducto está en pésimas condiciones y no se adecua a las leyes ambientales peruanas. Y son estas las verdaderas reivindicaciones, aunque en los discursos aparezcan otras cosas. Porque sí, el dinero es fundamental para estos tiempos y para continuar siendo indígenas.
La comisión también impuso que Lamor fuera la empresa que comenzara a realizar la evaluación de la limpieza y posteriormente contrate personal local. Petroperú no dice que en Cuninico hubo problemas porque algunas subcontratistas dejaron de pagar a sus trabajadores y quienes tuvieron oportunidad de hacer algo, desde el punto de vista indígena, no lo hicieron. Por cierto, el ministerio de trabajo no se hace presente.
Nuestra lectura difiere. Hay que situar los acontecimientos en un contexto más amplio. Es esta falta de miras, y un cierto aire triunfal de haber solucionado el problema, el que no permite hacer una lectura correcta. Nueva Alianza, San Pedro, Cuninico… (por citar solo tres comunidades del Marañón) no están aisladas. Tratarlas individualmente y fuera de contexto solo lleva a postergar problemas que en algún momento serán difíciles de resolver.
Cuando el gobierno parece satisfecho con los resultados de Nueva Alianza, los comunicados previos se habían comprado algunas de las tesis de Petroperú, salta la noticia que varias organizaciones indígenas bloquean los ríos Corrientes y Marañón, que impide el paso de embarcaciones. Entre otros motivos aducen los derrames de petróleo y la indiferencia del gobierno para remediar lo ocurrido. (http://larepublica.pe/impresa/politica/798938-comunidades-nativas-anuncian-paro-indefinido).
¿Qué está pasando? ¿No debiéramos estar contentos porque se desactivó un conflicto? Parece que no, que no se ha desactivado. En nuestra opinión, hay varias cosas para tener en cuenta. Primero, hay que tratar a la gente como gente, con dignidad que decimos los cristianos. Y tener una idea de país que ayude a todos a vivir con dignidad. De lo contrario tenemos territorios indígenas que presentan las tasas más altas en lo que nadie desea: desnutrición, esperanza de vida por debajo de la media nacional, escasa atención en salud y educación, pocas oportunidades de vida, no ser dueños de su propio territorio… Cuando las personas viven bien no desean arriesgar nada. Habitualmente quien arriesga tiene poco que perder. Por lo tanto, sin un plan a largo plazo que permita condiciones dignas de vida tendremos parches que poco a poco irán rompiéndose de nuevo. Dirán que esto es lo de siempre. Sí, pero conviene resaltarlo, antes de continuar con otras cosas.
Segundo, las oposiciones y alianzas entre federaciones se van tejiendo y destejiendo sobre la marcha. Si un grupo de federaciones consigue algo, los demás también lo quieren. Nadie desea ser menos. Eso en la Amazonía es vital. Mostrarse carente de fuerza es un motivo para renunciar a ser dueño. Aunque tampoco faltan pueblos indígenas que prefieren domesticar al blanco por medio de su propio sometimiento. No es cuestión ahora de desenredar madejas, prosigamos.
La plataforma de reivindicaciones que aducen es digna de tener en cuenta: cambio del oleoducto, revisión del contrato con Pluspetrol, remediación urgente del lote 192 y lote 8, ley de monitoreo ambiental, compensación, no criminalización de la protesta y creación de una comisión de la verdad. Tantos años de reuniones, conversaciones múltiples, asesores de todo tipo…, se va adquiriendo un lenguaje denso. Todos sabemos que después quedará en menos. Pero un gobierno que se precie no debiera mirar a corto plazo. Estas reivindicaciones terminarán realizándose, más pronto o más tarde, con más esfuerzo o con menos (esperemos que sea sin muertos). El motivo es muy sencillo: las suscribe cualquier persona bien intencionada. No comprender esto es encender la pradera a medio plazo.
Tercero, la conexión. Señalaremos cinco puntos. Los indígenas se encuentran en reuniones con el Estado. Pudiera parecer que muchas de estas reuniones no sirven para nada. Vayamos más despacio. Es cierto que muchos planteamientos estatales carecen de toda inteligencia y cortesía, pero sirve para que los indígenas se conozcan, conversen, intercambien información, se hagan amigos… En segundo lugar, si la federación vecina, con la que no me llevo demasiado bien, ha conseguido tal cosa, porqué yo no. Si además, el modelo que se ha implementado es que para conseguir cosas hay que hacer paro, pues se hace. En esto el Estado necesita una política preventiva, no solo para apagar fuegos. Tercero, Saramuro – Saramurillo y Trompeteros viven de las compañías petroleras, si a eso se le puede llamar vivir. Lo cierto es que trabajadores de la cuenca del Marañón laboran en Trompeteros y gente de este último lugar en el Marañón. Consecuencia: el trato diferenciado a cada cuenca ya no se sostiene. Se salta de una cuenca a otra con suma facilidad. Antes era impensable. Cuarto, los teléfonos pueden ayudar a difundir las noticias. De igual manera los medios de comunicación. Por cierto, estos últimos, salvo honrosas excepciones, bastante irresponsables, porque desconocen los lugares, no parece importarles mucho y en el fondo se percibe un tufo asqueroso de discriminación hacia los indígenas. Muchos de estos medios se han comprado la intoxicación generada por Petroperú en lugar de comprobar sobre el terreno la situación. En definitiva, que falta mucho por hacer. Tenemos dudas que se quiera hacer. [En 30 días se reúne de nuevo el Estado con la comunidad de Nueva Alianza, veremos qué hemos aprendido]. Quinto: sin una información veraz se corre el riesgo de mal interpretaciones. No hay buena información. Todo esto da campo ancho a los chismes, imparables en la Amazonía, y es la combustión menos necesaria. El Estado debiera plantearse una información adecuada, veraz y rápida a la población local, sin toxicidad. De los medios, mejor no hablar.
Apéndice:
Primero. Como los profesionales de la política han renunciado, entonces las reivindicaciones políticas vienen por otro lado. Ahí tenemos la plataforma del paro. Los políticos profesionales se acercan a Nueva Alianza [igual vale para Saramurillo] para “oler al poder”. Esto es perversión de la política. Por cierto, si pasa algo terminarán por echar la culpa a la gente.
Segundo. Se ha instalado la mentalidad, que no compartimos, de realizar una protesta para ser escuchado. Esta forma de relación insana y perversa no nos llevará a buen puerto. Un gobierno que actúa de esta manera ha renunciado al interés común, a la política. Y solo nos puede traer malas consecuencias. A nosotros nos parece urgente rescatar otras maneras diferentes. Por cierto, desde el poder no saben ubicar ni el nombre de las comunidades, así es difícil conversar. No existe ni un mapa actualizado, menos conocimiento de la zona. Estamos jugando con fuego. Y, por supuesto, gente que se aprovecha. La posible privatización de Petroperú no es de nuestra incumbencia ni nuestra preocupación.
Tercero. El tiempo habitual de los conflictos en el pueblo kukama era entre noviembre y mayo. La tradición siempre se reinventa y es una construcción, las influencias de otras cuencas son más que evidentes.
Nota: nuestro reconocimiento y aprecio a la Parroquia Santa Rita de Castilla (nuestra antigua parroquia), la Comisión de Derechos Humanos del Vicariato de Iquitos, radio Ucamara de Nauta e IDL (Instituto de Defensa Legal) por el acompañamiento a las comunidades del bajo Marañón, tan caras a nosotros.
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