Servindi se complace en compartir un valioso informe que resume la enorme experiencia desarrollada por el Colectivo de Trabajo Jenzera en el Pacífico Colombiano a través de la Escuela Interétnica que desarrolló una labor inédita e histórica de trabajo intercultural.
Se trata de un proceso innovador, engarzado en un proceso complejo y un contexto agravado por enormes dificultades producto de las diferencias étnicas y las tensiones provocadas por actores externos.
La economía impuesta en la región con la complicidad de las autoridades y actores foráneos, así como el despojo de las poblaciones con arraigo territorial, han venido erosionando las posibilidades de un desarrollo en armonía con el ambiente.
Más allá de los problemas, Jenzera nos muestra un camino para afirmar procesos constructivos e interculturales orientados a resistir las presiones que buscan alterar las posibilidades de soñar y construir planes de vida con autonomía basados en el arraigo y la vocación pacífica de los habitantes del Pacífico.
Se trata de una valiosa experiencia que los tomadores de decisión deben considerar en aras de implementar estrategias de resolución de conflictos en contextos agravados y con poblaciones vulnerables.
Efraím Jaramillo Jaramillo, miembro del Colectivo de Trabajo Jenzera y autor del presente informe.
Escuela Interétnica en el Pacífico Colombiano
Dificultades, retos y oportunidades
Por Efraín Jaramillo Jaramillo*
Varias entidades amigas nos hicieron el encargo de hablar de la “Escuela Interétnica para la Resolución de Conflictos en el Pacífico colombiana” (en corto: Escuela Interétnica) explicando su razón de ser y su desarrollo histórico. También nos pedían que presentáramos al Colectivo de Trabajo Jenzera, su surgimiento, desarrollo y relación con los pueblos indígenas y afrocolombianos del Pacífico. Este encargo lo asumimos con entusiasmo, pues compartimos las preocupaciones de estos amigos de que pueden estar gestándose disputas entre comunidades indígenas, afrocolombianas y campesinas por la posesión de la tierra. En este sentido pensamos es ilustrativo mirar algunas luchas que han realizado conjuntamente estos pueblos en un pasado no muy lejano, por defender sus territorios colectivos. Con este fin se escriben estas notas.
El Colectivo de Trabajo Jenzera
El Colectivo de Trabajo Jenzera (en corto: Jenzera) es un grupo interdisciplinar e interétnico fundado en 1998 por personas con amplia experiencia en el acompañamiento organizativo a pueblos indígenas, afrocolombianos y campesinos, en varias regiones de Colombia. Con domicilio en la ciudad de Bogotá, Jenzera es una institución sin ánimo de lucro de carácter civil, comprometida con los esfuerzos organizativos de estos pueblos por superar estadios de pobreza y exclusión social.
El grupo inicial se conformó en 1995 para luchar por los derechos del pueblo embera katío del Alto Sinú, vulnerados por la empresa Urra S.A. El nombre Jenzera, que en lengua embera significa hormiga, fue una idea del líder tradicional embera katío Kimy Pernía, colectivo del cual hizo parte hasta su secuestro y desaparición por paramilitares en 2001. Un compendio de la experiencia de acompañamiento (⇒ capacitación y asesoría) de Jenzera con el pueblo Embera Katío del Alto Sinú, puede verse en la recopilación de textos realizada para conmemorar al inmolado líder Kimy Pernía a los 10 años de su desaparición: KIMY, Palabra y espíritu de un río (1).
Se puede descargar publicación en el siguiente enlace: https://www.iwgia.org/es/recursos/publicaciones/317-libros/3014-kimy-palabra-y-espritu-de-un-ro.html
A partir del año 2000 el colectivo fue forzado a abandonar la región del Alto Sinú. Poco después, el colectivo fue requerido por el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), para hacer parte del acompañamiento organizativo a los pobladores indígenas y afrocolombianos de la cuenca del río Naya, después de la masacre paramilitar de 2001. Ese fue el momento fundacional de la Escuela Interétnica del Pacífico.
Situación social del Pacífico percibida por Jenzera a su llegada a la región
Hasta hace pocos años el territorio región del Pacífico era percibido como un lugar promisorio por su asombrosa biodiversidad y su gran estado de conservación, lo que inspiraba a sus pobladores ancestrales a impulsar un empoderamiento social y político de sus comunidades para salvaguardarlo, sobre todo después de que el Estado por medio de una nueva Constitución Política (1991) “abriera” sus puertas a un reordenamiento del país, basado en criterios históricos, geográficos, ecológicos y étnicos, conciliando así sus diferencias con los pueblos indígenas y afrocolombianos.
No obstante, en clara contradicción con el espíritu de esta Constitución, el gobierno de Cesar Gaviria inició otra “apertura”, que privilegiaba planes de inversión local, regional y nacional, sin consideraciones ambientales, sociales o culturales. Era un ordenamiento diferente, centrado en macroproyectos extractivos y agroindustriales, que jugaban en contra de afrocolombianos e indígenas, que irían modificando las articulaciones locales y regionales, transformando negativamente las dinámicas económicas comunitarias. Recién años después los afrocolombianos y los indígenas despertarían del sueño, percatándose de que seguían vigentes las crónicas trabas del sistema social, que permitían que coexistiesen diversos mecanismos de exclusión económica, social, política y cultural de sus comunidades.
Esta sintomática pérdida de racionalidad del Estado colombiano para pensar políticas públicas para el Pacífico, en franca contravía con los derechos constitucionales de sus pobladores étnicos, condujo a que hoy nos encontremos con un territorio lleno de desigualdades y apremios económicos, donde abundan actos de corrupción en la ejecución de los recursos públicos. con poblaciones fraccionadas y relaciones interétnicas lastimadas, pese a que hasta hace pocos años estos pobladores compartían prácticas económicas, territorios y recursos, y se encontraban construyendo —no exento de dificultades— un destino en común.
El primer inconveniente para el futuro de estos pobladores es que continúa ampliándose la frontera agrícola para cultivos agroindustriales o de uso ilícito, a costa del bosque natural, destrucción de su flora y su fauna y contaminación de ríos con residuos químicos y fumigaciones, que han deteriorado considerablemente sus territorios y empobrecido su oferta ambiental.
El segundo, es que, para el caso de los territorios colectivos de indígenas y afrocolombianos, aunque existe un reconocimiento jurídico, este reconocimiento no ha estado acompañado de mecanismos de seguridad para hacer efectivos los derechos a sus pobladores, ya que es evidente la impotencia del Estado frente a un dominio territorial de poderosos grupos económicos que explotan los recursos ambientales. Peor aún, sus territorios han sido convertidos en espacios estratégicos para economías ilegales y operaciones militares: zonas estratégicas para cultivos ilícitos y corredores geográficos para el tráfico de drogas.
sus territorios han sido convertidos en espacios estratégicos para economías ilegales y operaciones militares: zonas estratégicas para cultivos ilícitos y corredores geográficos para el tráfico de drogas.
El tercero, es que en la medida en que crecen los cultivos ilegales y se expanden las grandes plantaciones agroindustriales, ganaderías o actividades extractivistas, la vida económica y social de las comunidades se supedita a la dinámica del flujo de recursos generados por estas actividades. En casi todas las comunidades afectadas por este tipo de economías, caen vertiginosamente los cultivos de pancoger y se incrementa la dependencia de alimentos importados. El abandono de las actividades de “chacra” es el primer paso para la desestructuración económica de las comunidades. Y el uso del suelo y de recursos del territorio con el fin de responder a demandas de mercados externos a la región, es la antesala para la desterritorialización y posterior ‘desarraigo’ de las comunidades étnicas.
A manera de conclusión. La determinación del Estado por regresar a economías extractivistas de enclave, orientándolas hacia megaproyectos que faciliten negocios transnacionales, en nada se compadecen con las necesidades económicas y territoriales de afrocolombianos e indígenas.
Este modelo de intervención económica y las consecuencias antes descritas se han repetido tantas veces en diferentes regiones del Pacífico, que lleva a suponer que detrás de este modelo económico se encuentra una política deliberada para desplazar poblaciones de determinadas áreas requeridas por intereses económicos vinculados a grandes proyectos agroindustriales. Y es que en el Bajo Atrato (departamento del Chocó) se iniciaron los grandes cultivos de Palma aceitera, después de haber sido desalojadas violentamente las comunidades de la zona. En otras zonas, como en el Alto río San Jorge, el desalojo de la población indígena Embera Katío de su resguardo ‘Quebrada Cañaveral’ tuvo lugar para cultivos de coca. En otras zonas el objetivo del desalojo fue la explotación a gran escala de los recursos ambientales, especialmente madereros y mineros o para ampliar los latifundios ganaderos.
Motivos para la Esperanza
“Allí donde está el peligro,
crece también lo que salva”
Hölderling
En muchas zonas, aún en aquellas donde el conflicto armado degradó la política —es decir, la lógica de vida que une y asocia a los pobladores— encontramos esfuerzos e iniciativas de toda índole por escapar a los conflictos armados y por tratar de superar los traumas sufridos, para construir a pesar de la violencia, nuevas formas de solidaridad, participación ciudadana y fomento de una cultura de la tolerancia, destruidas por la violencia. Lo significativo es que son iniciativas que surgen al calor de la brega cotidiana y perseverancia de los pobladores por crear formas de sociabilidad pacíficas y resistir los embates del conflicto, lo que podríamos caracterizar como la creación de relaciones interculturales desde abajo, desde las comunidades, para garantizar la permanencia en sus territorios. Esto ha cobrado gran vigencia debido a que en los diálogos de paz en la Habana se puso sobre la mesa, la necesidad de atender los territorios interétnicos y su gobernanza intercultural. Acompañar estos esfuerzos de los pobladores ha sido un objetivo central del trabajo del colectivo Jenzera su trabajo, y la Escuela Interétnica ha sido el medio para abordar este empeño.
Retos de la Escuela Interétnica para la superación de conflictos y construcción de Gobernanzas en el Pacífico colombiano.
Algunas de las razones que explican la concentración de conflictos políticos, socioeconómicos y armados en el Pacífico:
1. Un serio aprieto que enfrentan los pueblos étnico-territoriales del Pacífico se centra en las repercusiones que han traído los procesos de ocupación violenta de sus territorios en los últimos años, que se sumaron al anterior proceso de ocupación desordenada de sus territorios por campesinos, originada en la propia dinámica de exclusión económica —acaparamiento de tierras— al interior del país.
2. El Pacífico colombiano hace parte de un corredor estratégico para el tráfico de drogas y movilidad de grupos armados, que intercomunica a varios departamentos (Antioquia, Chocó, Risaralda, Valle del Cauca, Cauca y Nariño).
3. Es una macrorregión de un amplio y diverso portafolio minero y de uso del suelo (plantaciones agroindustriales de palma aceitera, banano, plátano, incluidos cultivos ilícitos).
4. Estas dinámicas económicas se han producido en un contexto de pobreza y exclusión social, que refuerza las tensiones por la competencia de pobladores en el acceso a la tierra, o alrededor de elementos étnico-culturales. Esta situación se torna problemática si se considera que en diferentes lugares del Pacífico los pueblos indígenas y afrocolombianos habían mantenído hasta hace pocas décadas un uso compartido del territorio.
5. La posición geopolítica, que, debido a su conexión con Cali, Medellín, Pereira y Pasto vincula al Pacífico con procesos desventajosos de integración económica nacional.
6. La presencia histórica de grupos armados (ELN, AGC) y otras bandas armadas que siguen ahí, aún después de las desmovilizaciones de las AUC y de las FARC.
La tarea de mayor envergadura para la Escuela Interétnica es la de encontrar caminos para la articulación política de los diferentes sectores sociales y grupos étnico-territoriales de las áreas rurales del Pacífico, procurando su adhesión a un proyecto de vida y convivencia común que fortalezca capacidades para la protección de sus territorios, un proyecto que sea además, compatible con el plan de vida de cada grupo.
Es un proceso que calificamos de intercultural. De acuerdo con este Proyecto, la interculturalidad consiste en "la promoción sistemática y gradual de espacios y procesos de interacción positiva que vayan abriendo y generalizando relaciones de confianza, reconocimiento mutuo, comunicación efectiva, diálogo y debate, aprendizaje e intercambio, regulación pacífica de los posibles conflictos, cooperación y convivencia" [entre pueblos étnico-territoriales] (2). Existen sin embargo, problemas y dificultades al respecto que la Escuela interétnica busca abordar:
Identidades en conflicto
Existen muchos espacios de colisión. Por ejemplo: La competencia por los recursos. El hecho de estar o no vinculados a grandes cultivos (incluyendo los ilícitos); el ubicarse en contextos geográficos vitales muy diferentes (río, selva, manglar, montaña, valle), la propia ética ecológica de cada grupo de población, etc. Se trata de diferencias que a veces importan más (para unir o para distanciar) que las propias diferencias étnicas o culturales.
El miedo, la incertidumbre, situaciones traumáticas sufridas y la inseguridad, son señas de identidad común para todos los grupos sociales que habitan el Pacífico, que obstaculizan habitualmente la fusión de identidades con autoestima, propician el recelo y la desconfianza mutua, por lo cual son más vulnerables y están expuestos a coerciones de actores sociales con poder.
Organización interna
Para construir alianzas se requieren organizaciones de base consolidadas. En Colombia es preciso lidiar con diversos tipos de organización peculiares de cada grupo de población. Cada uno presenta retos muy distintos que requieren de atención específica. Existe la tendencia a considerar que el discurso político convoca y articula los intereses de la gente. Pero no, qué va, la ruptura del sector indígena con el sector campesino en lo más álgido de las luchas por la tierra en los años 70, ilustra esta situación.
Se requiere entonces, incorporar en el aprendizaje una comprensión crítica de la realidad que viven las regiones, colocando especial atención en los modelos de desarrollo existentes. Una idea central de la Escuela Interétnica es en este sentido, formar talentos críticos y auténticos, y mentes liberadas, en condiciones de avizorar un futuro promisorio para sus comunidades.
Una idea central de la Escuela Interétnica es (...) formar talentos críticos y auténticos, y mentes liberadas, en condiciones de avizorar un futuro promisorio para sus comunidades.
El empeño de indígenas, afrocolombianos y campesinos del río Naya por reconstruir sus vidas y territorios, después de la masacre de 2001, es una experiencia que ofrece un ‘efecto de demostración’ (impacto político organizativo) hacia otras zonas del Pacífico, que puede contribuir a desarrollar nuevos temas y metodologías de interés general para otras comunidades.
A comienzos de los años 70, los pueblos indígenas de la zona andina (Cauca, Tolima, Nariño) venían creando organizaciones y levantando una serie de reivindicaciones, la mayoría de ellas de tipo territorial, pues la presión de latifundistas sobre sus tierras, territorios y recursos se había vuelto inaguantable y amenazante para su sobrevivencia; fueron luchas pioneras que plantaron talanqueras a la pérdida de territorios. De estas luchas andinas por la tierra, se beneficiaron otros pueblos indígenas de Colombia; para finales de esa década, se comenzaron a titular resguardos indígenas en toda la zona del Pacífico. En algunas ocasiones, los indígenas obtuvieron aún, derechos sobre territorios que eran ocupados conjuntamente con población negra. Algunas comunidades negras quedaron así englobadas en resguardos indígenas. Esto trajo tensiones entre estos dos pueblos y “congeló” en muchas zonas las “fraternas” relaciones que habían sostenido.
Estrechamente ligada a sus luchas territoriales, algunas organizaciones negras reivindicaron su pertenencia a un pueblo diferente con culturas propias que diferían con las del resto de la sociedad colombiana, acercándose así a lo que conocemos como reivindicaciones étnicas. Estas reivindicaciones territoriales, nacieron al calor de las luchas indígenas por la tierra. Con la Organización Regional Embera Wounaan (OREWA), las organizaciones negras del Pacífico hicieron un frente común para reivindicar un manejo territorial ajustado a las necesidades de las comunidades negras e indígenas.
Movilizaciones sociales étnicas por territorios interétnicos en el Pacífico
- Proceso Interétnico Territorial Wounaan –Negro del Bajo San Juan.
Preocupados por la colonización, la explotación maderera y la afectación legal de sus territorios, líderes y miembros del Cabildo Mayor, Cabildos locales y comunidades indígenas y negras del Bajo San Juan, plantearon ante instituciones estatales y organizaciones indígenas, la creación del Gran Territorio Wounaan –Negro en 1989. Para esa época las autoridades indígenas solicitaron una capacitación al CRIC. Un miembro del actual Colectivo de Trabajo Jenzera, que para la época trabajaba en el CRIC, se hizo presente con dos líderes indígenas (Juan Cometa y Anatolio Quirá) en el Bajo San Juan para capacitar a los líderes indígenas en materia de derechos (Ley 89 de 1890, Ley 135 de Reforma Agraria, Ley Segunda de 1959 sobre la Reserva Forestal del Pacífico, Ley de Control y Conservación de los Recursos Naturales y el Código Minero, y, sobre todo el recién expedido “Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre pueblos indígenas y tribales”, que para entonces era el principal instrumento internacional sobre derechos de los pueblos indígenas.
Las demandas de los afrocolombianos e indígenas giraban alrededor del territorio. Este territorio, según el credo de estos pobladores, debería garantizar a) la autonomía para el manejo de recursos ambientales, b) la titulación de la propiedad comunitaria y c) dejar claro el desacuerdo con el tipo de manejo forestal del INDERENA. La iniciativa principal emanada de las primeras conversaciones, era la de fundar el Gran territorio Wounaan-negro. Esta iniciativa se plasmó en los siguientes tres “Encuentros por la Unidad y Defensa de la Tierra de las comunidades indígenas y negras del Bajo San Juan”, desarrollados durante los siguientes tres años (1989, 1990 y 1991). De esos encuentros surgieron conclusiones y propuestas de comisiones en recursos naturales, producción, organización y tierras, para ser presentadas y negociadas ante instancias gubernamentales.
Indígenas Wounaan, Bajo San Juan, 1989. Llegada a encuentro interétnico
La legislación más tratada en el inicio de este proceso fue la Ley Segunda de 1959 sobre la Reserva Forestal del Pacífico, pero en un sentido crítico frente a la explotación y enajenación de las tierras y recursos naturales de las comunidades indígenas y negras, por parte de concesiones estatales.
El inicio de este proceso interétnico territorial con la participación del CRIC, ONIC, OREWA, ACIA, OBAPO y los Cabildos Mayores del Bajo y Medio San Juan, fue pionero en la región del Pacífico de Colombia, a partir del cual se fundó el Consejo Comunitario General del San Juan, ACADESAN (Ley 70 de 1993 y Ley 60 de 1994).
Epílogo:
Después de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 se pensó que por fin se abriría el camino para concretar la creación de un territorio interétnico en el Pacífico, que fuera un modelo para otras regiones del Pacífico. Pero esto no se dio. Por encima de los anhelos de los pobladores nativos afrocolombianos e indígenas, primaron los intereses “politiqueros” de líderes de la región, entre estos un reconocido líder indígena embera. Todos ellos movieron sus arrestos para presionar la conformación del Municipio Litoral de San Juan en 1993.
Una iniciativa similar tendría que esperar una década más, para que se volvieran a presentar acercamientos entre indígenas y afrocolombianos con el fin de desarrollar estrategias comunes para la defensa de sus territorios, de sus organizaciones y ante todo de sus vidas. Esto sucedió en el río Naya, después de que el 11 de abril del 2001, un grupo paramilitar, integrado por más de 100 hombres uniformados, hizo un atroz recorrido por la región del Alto río Naya, que costó la vida a cerca de 50 pobladores.
- Encuentros interétnicos del Naya
Debido a las consecuencias de la masacre paramilitar en el Alto Naya en abril del 2001, y sus consecuencias para toda la cuenca, dirigentes indígenas, afrocolombianos y campesinos blancos y mestizos, empezaron a discutir la necesidad de darle vida a un movimiento interétnico para oponer resistencia a la pérdida de sus espacios territoriales. Miembros del Colectivo de Trabajo Jenzera fueron invitados a participar de las deliberaciones sobre el futuro de este territorio.
Agenda de trabajo interétnica. Primera escuela interétnica que organizó el Colectivo de Trabajo Jenzera.
Los pobladores del Naya no estaban dispuestos a seguir viviendo en la incertidumbre ni a soportar por muchos años más el terror. Tampoco estaban dispuestos a seguir aceptando las presiones sobre sus territorios y recursos, pues estas presiones se habían tornado amenazantes para su sobrevivencia. Por eso acordaron que el territorio del Naya fuera declarado un bien protegido por el ‘derecho internacional humanitario” para que no pudiese ser arrebatado a sus legítimos dueños.
Pero también habían percibido que una irracional explotación económica (extractiva, agropecuaria, industrial) en alguna de las zonas del Naya afectaba negativamente la totalidad del ecosistema. De allí que concluyeran que la defensa de ese territorio ameritaba una concertación social y política de los diversos grupos que viven y dependen de ese territorio para su sobrevivencia. Consecuentemente con este planteamiento, se desarrolló la idea de que existían otros legados civilizatorios, diferentes a la tradición occidental capitalista, individualista y universalista. (3)
Al margen de la voluntad política, los dirigentes campesinos, indígenas y negros eran conscientes de que sus organizaciones tenían muchas falencias y debilidades que eran necesarias superar si se quería eficacia en las acciones. Sobre todo, tenían muy claro que se requería de mucha imaginación y creatividad para iniciar un proceso de unidad entre poblaciones diferentes culturalmente y separadas por sus historias particulares, pero unidas por los mismos problemas y las mismas adversidades. También sabían por experiencia propia que el proceso de trabajar unidos requería de mucha generosidad y tolerancia frente a las particularidades culturales de cada cual.
Actuando en consecuencia, los Cabildos Indígenas, los representantes del Consejo Comunitario del Naya y de las Juntas de Acción Comunal, iniciaron diálogos que permitieran establecer las necesarias confianzas y tomar conciencia de la realidad que vivían, poner en la mesa sus fortalezas, auscultar las posibilidades que tenían para superar sus problemas, pero también a entender sus dificultades y limitaciones. Definieron entonces desarrollar una ‘agenda de trabajo interétnica’, para ir despejando el camino de obstáculos y llegar a acuerdos sólidos y duraderos frente a la construcción de un modelo de convivencia que respondiera a las necesidades de los cuatro pueblos del Naya. Un modelo que fuera ambiental, social, cultural y económicamente sostenible.
“Apuestas” de la agenda de trabajo interétnica
- La primera apuesta de la Agenda interétnica fue crear una organización conjunta que articulara las fortalezas de todos los pobladores para obtener espacios de autonomía frente a los grupos armados de la región y poder aumentar la capacidad de presión al Estado para que respondiese a las demandas de los pobladores.
- La segunda apuesta fue la de establecer conjuntamente una apropiación legal, económica, política y cultural, de los territorios ancestrales del Naya.
- La tercera apuesta fue buscar acuerdos en el manejo del territorio y uso de los recursos ambientales, y en el desarrollo de una economía propia, cultural, ambiental y económicamente sostenible, que garantizara a las comunidades la soberanía alimentaria.
- La cuarta apuesta fue la de alcanzar la convivencia entre las culturas.
Revés de la propuesta interétnica para el Naya: frustración de un proyecto social
A la par que crecía el proceso interétnico y los pobladores afrocolombianos, indígenas y campesinos concertaban el funcionamiento y organización interétnica del territorio del Naya (4), operaba en contravía otro proceso que lo desvertebraba, concerniente a transformaciones en la estructura económica de la zona, que se encontraban en marcha con la implantación de los cultivos de coca, una economía que hizo de la cuenca del Naya un lugar imposible para la vida, pero también a través de amenazas y campañas de exterminio sistemático masivo, como la de la masacre del año 2001.
La conformación, posterior a la masacre, de una asociación civil, la Asociación de Campesinos e Indígenas Desplazados del Naya (ASOCAIDENA) conformada por personas que fueron también perturbadas por los actos intimidatorios de los paramilitares, con anterioridad a los actos de la barbarie de abril del 2001 y que hoy no radican en el territorio del Naya, comenzó a afectar la demanda integral en la forma que habían acordado y esperaban los pobladores del Naya.
En efecto, estas familias de ASOCAIDENA, habían quedado tan confundidas por la masacre, que estaban más interesadas en el cobro de indemnizaciones monetarias individuales, que les permitieran asentarse en otros lugares del país. Y para el Estado también estos pagos individuales constituían una solución muy sencilla al problema.
Pero para los pobladores indígenas con arraigo territorial antiguo, esa solución era muy limitada y los privaba de la oportunidad de reconstruir su vida y fortalecer su resistencia en la actual coyuntura, reorganizar la solidaridad interétnica y el funcionamiento de las instituciones civiles y, en definitiva, restablecer las condiciones para una vida digna en el Naya.
Asamblea de fundación de la Unión Territorial Interétnica del Naya (UTINAYA). La Playa, Alto Naya septiembre 2003
El golpe final a la anhelada propuesta de un territorio interétnico, se lo asestaría un grupo de activistas de derechos humanos que trabajaban con las comunidades afrocolombianas del Bajo Naya en la consecución de un territorio colectivo. Estos activistas planteaban que las leyes colombianas no contemplaban “territorialidades interétnicas” y por lo tanto era ilusorio propugnar por un territorio interétnico. Estos militantes de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, que nunca participaron de los encuentros, no sabían de qué trataba la creación de un territorio interétnico. Sobre todo, no entendieron que se había creado una nueva situación, que exigía que el Estado creara nuevas leyes para dar cuenta de esta nueva realidad. Esta visión poco creativa terminó ‘enredando la pita’ de las luchas interétnicas en el Pacífico, aplazando una vez más la posibilidad que pueblos étnicos pudieran mancomunadamente manejar un territorio común. (5)
c. Las Escuelas interétnicas del Pacífico
A pesar de estos dos reveses experimentados, Jenzerá persistió en la idea de encontrar caminos y estrategias comunes para la defensa de territorios étnicos en el Pacífico, amenazados por el conflicto armado interno. Esta vez convocando a varios consejos comunitarios de varios ríos del Sur del Pacífico y varios resguardos, formulando una metodología, para explorar —desde la perspectiva de los pueblos étnicos— las causas, dinámicas e impactos de los conflictos en los territorios étnicos y buscando que los pobladores superaran sus diferencias y encontraran las vías para una articulación política, procurando su adhesión a un proyecto de vida y convivencia común, compatible con el plan de vida de cada grupo. Este es un proceso que hemos calificado de interétnico, por cuanto promueve espacios y procesos de interacción positiva entre pueblos, diferentes culturalmente, pero que comparten territorios.
La Escuela debía ser entonces un espacio para construir relaciones de confianza y establecer diálogos para la regulación pacífica de conflictos, buscando la cooperación de todos en la defensa de intereses comunes, sobre todo territoriales.
No obstante, teníamos al frente una problemática muy compleja:Pensar ‘lo indígena’ o ‘lo afrocolombiano’ con parámetros homogéneos es una ficción. Cada pueblo es diferente y difiere de otros según la ecología propia de los territorios y los contextos socio-políticos de las regiones. Lo mismo sucede con las afectaciones de intervenciones realizadas en la vida de estos pueblos, también han sido diversas, dependiendo de la situación y circunstancias de cada uno de ellos: el tamaño de su población, el área territorial que poseen, su ubicación, el estado de conservación de sus territorios, el tipo de frente económico que los agrede —ganadero, extractivista, cocalero, palmero, bananero, colonizador—, el grado de autonomía y vigencia de normas tradicionales, o desarrollo de una jurisdicción propia, el nivel de organización y gobernanza que tienen, el grado de conciencia sobre el impacto social, económico y cultural de la degradación de sus territorios y sus recursos, el “tamaño” de su dignidad, medida de resistencia —o resignación— como pauta de comportamiento ante una agresión, su habilidad, talante o fuerza para defender un territorio, el haber conocido y superado —o no— agresiones a sus territorios, comunidades y cultura, el tipo de relaciones con otros sectores sociales organizados, vinculación, o no, con la así llamada “politiquería”, etc.
Considerados como un escollo para la "conquista del Pacífico" sus cosmovisiones y sus conocimientos fueron puestos en duda, en algunos casos aún por ellos mismos, debido a las presiones a las que han sido sometidos, que han provocado tales cambios, que no siempre garantizan que su actuación respecto a su medio y a su cultura sean las más acertadas.[6]
A pesar de todas estas diferencias, algo común los identificaba y generaba un espíritu de solidaridad entre estos pueblos: La exclusión a la que han sido sometidos a lo largo de la historia. Teniendo esto en mente Jenzera convocó a organizaciones indígenas y afrocolombianas (ORIVAC, CRIC, PCN, OIA) para que hicieran parte de estos procesos de formación.
Hasta el momento se han realizado desde el año 2007 hasta el 2019, cinco escuelas interétnicas con representantes afrocolombianos e indígenas de varios ríos del Pacífico: Bahía Málaga, comunidades Wounaan del Bajo San Juan, Consejos Comunitarios del Bajo San Juan, ACADESAN, Anchicayá, Raposo, Mayorquín, Cajambre, Bajo Mira y Frontera, Naya, Yurumanguí, Consejo Comunitario del río Saija (parte baja), barrios populares de Buenaventura, Consejo Comunitario del Río San Bernardo Patía Norte. Cada una de estas escuelas ha tenido una duración aproximada de 18 meses.
La primera escuela recibió el nombra de “Ciclo de talleres interétnicos para la resolución de conflictos” y se realizó en la comunidad de “El Guabito”, en un resguardo indígena nasa del Norte del Cauca. Las cuatro escuelas siguientes recibieron el nombre de “Escuela Interétnica para la resolución de conflictos” (en corto: Escuela Interétnica). Esta primera escuela se realizó influenciada por los 4 encuentros del Naya y el fracaso que tuvo la implementación de los acuerdos del Naya, arriba enunciado.
Primera Escuela interétnica. “El Guabito” (Norte del Cauca), 2004
Los módulos de las cuatro escuelas siguientes se desarrollaron en la Aldea Patricio Mulumba de Buenaventura. Por razones técnicas (suministro de energía permanente para la presentación de videos y utilización de computadores) estas escuelas no pudieron realizarse en los ríos, como inicialmente se había pensado.
Al final de la 5ª escuela interétnica se publicaron los resultados de una investigación colaborativa con la universidad de Colorado de los Estados Unidos, organizada por la profesora de ciencia política Marcela Velasco. Esta investigación la realizaron en el 2018, 14 estudiantes y en el 2019, 19 estudiantes. Los resultados fueron publicados en el libro “Resistencia y adaptación en el Pacífico colombiano: Una mirada desde nuestras comunidades al territorio, los gobiernos propios, el medio ambiente y la economía.”
Este libro contiene las entrevistas realizadas a 195 líderes y autoridades de 40 comunidades del Pacífico, que confirman la realidad de abandono, pobreza y violación de los derechos socioeconómicos y ambientales que sufren los pobladores del Pacífico. Reflejan también altos niveles de dolor, pérdida de identidad, desarraigo territorial, debilidad organizativa, pérdida de gobernanza y, sobre todo traumas individuales y colectivos en las familias y comunidades. Una situación que despertó una profunda preocupación en los participantes de la Escuela Interétnica y en los líderes de las comunidades. (7)
2ª. Escuela interétnica 2007-2008. Buenaventura (aldea Patricio Mulumba).
3ª. Escuela interétnica 2009-2011. Buenaventura (aldea Patricio Mulumba).
4ª. Escuela interétnica 2013-2014. Buenaventura (aldea Patricio Mulumba).
5ª. Escuela interétnica 2018-2019. Buenaventura (Aldea Patricio Mulumba).
Escuelas de Gobernanza étnica
- En el año 2018 se desarrolló una escuela de gobierno patrocinada por la gobernación de Antioquia para formar organizaciones comunitarias y guardias indígenas con comunidades embera katío. El objetivo era crear condiciones organizativas (gobernanza étnica) para garantizar el retorno de comunidades del Resguardo La Puria en Carmen de Atrato, que vivían en condición de desplazamiento en Medellín.
Comunidad del resguardo La Puria, Carmen de Atrato, Chocó, receptora de la población retornada.
Intercambio. Viaje a comunidad embera de Dojuro (Resguardo Karmatarúa)
Autoridades de la Guardia indígena del resguardo Karmata Rúa. Durante la visita de Intercambio
- En el año 2019 y 2020 se realizó una escuela de gobernanza en el resguardo Ríos Valle y Boroboro en el municipio de Bahía Solano (Chocó). Esta escuela fue financiada por la Fundación Swissaid, en el marco de su acompañamiento que hace al logro de la seguridad alimentaria y el mejoramiento de los medios de vida de manera sostenible para las comunidades indígenas. Con esta capacitación Swissaid buscaba mejorar la capacidad organizativa e institucional de los cuatro cabildos menores que hacen parte del Resguardo, así como la instancia municipal que los articula (CAMIZOBAS – Cabildo Mayor de la Zona de Bahía Solano). Un mejoramiento de la Gobernanza indígena es Importarte para fortalecimiento de las relaciones con los vecinos afros del Consejo Comunitario Rio Valle y el Parque Nacional natural Utria PNNU con los cuales se comparte territorio. Esta escuela tuvo un año y medio de duración, aunque fue perturbada por la pandemia del Covid y el asesinato de Miguel Tapí Rito, uno de sus líderes fundadores del Resguardo.
Comunidad El Brazo. Resguardo Ríos Valle y Boroboro. 2º módulo de la Escuela de Gobernanza
Notas:
(1) KIMY, bed’ea jauri ome dod’ebena. Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA) y Colectivo de Trabajo Jenzerá, compilador: Efraín Jaramillo Jaramillo, Copenhague, junio de 2011. https://www.iwgia.org/es/recursos/publicaciones/317-libros/3014-kimy-palabra-y-espritu-de-un-ro.html
(2) Proyecto Awal Q'anil de Guatemala.
(3) Documento de análisis: “Diez tesis para la convivencia en una región interétnica del Pacífico.” http://jenzera.org/web/?page_id=7&paged=2
(4) “El Pacífico colombiano. El caso del Naya”. Segundo informe de IWGIA, Bogotá, 2008. https://www.iwgia.org/images/publications/0299_El_Caso_del_Naya_-_informe_IGIA_2.pdf
(5) Estos activistas no habían entendido, que los importantes reconocimientos constitucionales y legales que posibilitaron la constitución y consolidación de muchos territorios colectivos, obedecieron a encuentros interculturales fraguados durante las sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente, dando inicio a una reorganización interna y a agendas políticas propias para construir nuevas formas de organización y solidaridad, encaminadas a escapar a la guerra y a revertir siglos de exclusión.
(6) Sería inaceptable pasar de largo, sin mencionar una dolorosa contingencia de como una comunidad indígena, a través de presiones y amenazas, pueden ser “capturadas” (otros hablan de “cooptación”) por ideologías totalitarias, o proyectos criminales: Zumban en los oídos con dolor las voces de indígenas kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta (Junio/2007), pidiendo la liberación de Hernán Giraldo, alias “el patrón”, jefe del bloque paramilitar Resistencia Tairona, “honrado” por ellos con el título de “benefactor y protector de indígenas”, no obstante ser responsable de muchos atropellos a estas comunidades y de asesinatos y desapariciones de campesinos, y de ambientalistas de la Sierra Nevada, que como Julio Henríquez Santamaría y Gentil Cruz, trabajaban con comunidades Kogis en la reconstrucción espacial y ambiental de su territorio. Aquí, como en otros casos de cooptación de organizaciones indígenas por gobiernos, políticos, sectas religiosas, grupos guerrilleros o paramilitares, algunos dirigentes optan por actitudes reservadas y sumisas, rayanas a la condescendencia.
(7) “Resistencia y adaptación en el Pacífico colombiano: Una mirada desde nuestras comunidades al territorio, los gobiernos propios, el medio ambiente y la economía.” http://jenzera.org/?p=3656
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* Efraín Jaramillo Jaramillo es antropólogo colombiano, director del Colectivo de Trabajo Jenzerá, un grupo interdisciplinario e interétnico que se creó a finales del siglo pasado para luchar por los derechos de los embera katío, vulnerados por la empresa Urra S.A. El nombre Jenzerá, que en lengua embera significa hormiga fue dado a este colectivo por el desaparecido Kimy Pernía.
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