Indígenas: "Se les da poder mientras no peligre estructura social"

Alhena Caicedo, antropóloga y profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de Los Andes, autora del libro “La alteridad radical que cura”. Alhena Caicedo, antropóloga y profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de Los Andes, autora del libro “La alteridad radical que cura”.

Servindi, 23 de noviembre, 2017.- Partiendo de las reflexiones acerca del uso del yajé (o ayahuasca) como práctica cada vez más frecuente en contextos urbanos, distanciándose de su carácter ancestral, la antropóloga Alhena Caicedo analiza como ello ha impactado en el empoderamiento indígena.

La investigadora, autora del libro “La alteridad radical que cura”, analiza estas implicancias, a su vez que señala peligros como el riesgo de desaparición la sabiduría de la vida de las culturas indígenas yajeceras, y cuestiona como las estructuras de poder excluyen al indígena, alentadas a su vez por un sistema capitalista homogeneizante, enemigo de la diversidad.

A continiación la entrevista que brindara la investigadora al portal La Silla Vacía

“A los indígenas se les deja ser poderosos en cosas que no ponen en riesgo la estructura social”

Con mingas como la reciente que hicieron, los indígenas han ido ganando espacios de poder en el país. Pero, paralelamente, algunas comunidades han ido perdiendo un poder más difícil de entender para el resto de colombianos pero esencial para su identidad como es el poder del yajé (*).

A propósito de esto, la Silla Académica habló con Alhena Caicedo, antropóloga y profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de Los Andes, autora del libro “La alteridad radical que cura”, sobre cómo ha evolucionado el poder del yajé en los indios del Amazonas y las implicaciones que ha tenido su boom en las ciudades.

–Usted dice que la demanda de yajé ha sido creciente desde hace treinta años sobre todo por las clases medias urbanas y algunas élites, ¿cuál es la razón?

La primera cosa que hay que considerar es que la representatividad del mundo indígena tuvo un momento de inflexión que fue el reconocimiento por parte del Estado de la diversidad étnica y multicultural en la constitución del 91, eso implicó un cambio frente a las connotaciones de que eran menores de edad, inferiores, pobres, todos los estereotipos que tienen ser indígena. Les reconocieron derechos que les habían negado empezando por la ciudadanía.

Más que las élites, pues la clase alta en este país es absolutamente goda, fueron las clases medias profesionales, conformadas, especialmente, por médicos, antropólogos, artistas, quienes desde los ochentas empezaron a viajar al piedemonte amazónico del Putumayo, por pura curiosidad intelectual y apertura mental, y a crear los primeros vínculos con los taitas.

Las clases medias de Pasto fueron de las primeras en hacerlo y por ello fue una ciudad importante en el proceso de urbanización del yajé.

–En su libro se muestra que los indígenas reivindican el poder sobre el yajé y la práctica de los taitas en razón de su sangre india, ¿el yajé es exclusivo de ellos?

En Colombia es imposible diferenciar el yajé de lo indígena, pero lo cierto es que no es una exclusividad de los indios pese a que, históricamente, han sido los yajeceros los más poderosos; es más bien exclusivo de una región, el Putumayo-Caquetá en el piedemonte amazónico del suroccidente colombiano donde la planta se da naturalmente y donde ha sido usada tanto por indígenas como por mestizos.

–¿Por qué los indígenas son los más poderosos?

Así como en las ciudades, la mayoría de la gente sale a la calle y reconoce las diferentes marcas de los carros que le pasan al frente; para la gente del Amazonas el mundo son las plantas y aunque allá todo el mundo sabe cómo se llama cada mata y para qué sirve, hay unos especialistas, que son los taitas, que tienen un conocimiento botánico avanzado, especialmente, de las plantas maestras (borracheros, shishaja, vinanes, chondures, cuyanguillos, etc.) que no son las comunes y corrientes. De todas, la más importante es el yajé.

–Usted dice que en el contexto urbano se prefiere hablar de taitas o chamanes porque tienen una connotación positiva, en vez de curacas que implican que pueden hacer el bien o el mal, ¿por qué esa invisibilización de lo negativo?

Tiene que ver con un cambio en la representación de lo indígena en la sociedad urbana en los últimos treinta años. Se pasó del imaginario del indio brujo amazónico, asociado entre otros al “indio amazónico” de la Caracas, que practica magia negra, roja, blanca, que es brujo, consultado por las clases populares supersticiosas, a la imagen de lo que Astrid Ulloa ha denominado el “nativo ecológico”, esa idea del indígena sabio, aislado del mundo mestizo, conectado con la naturaleza.

Ese cambio de mentalidad pasó por darle una connotación moral al yajé, por modificar los valores asociados al mismo y reivindicar sólo lo positivo, su poder terapéutico.

–Y ¿qué fue lo positivo que encontraron en el yajé que los hizo cambiar de opinión?

Su capacidad de limpiar en diferentes dimensiones, limpia en términos físicos, es una purga en su mejor expresión, te da diarrea y vómito. También, te limpia en términos espirituales o psicológicos, como dice el antropólogo Carlos Alberto Uribe, es como el Prozac moderno, saca lo malo como el dolor, la angustia y la suciedad en general.

Le permite a la gente tener “la pinta”, “ver” qué es lo que lo está enfermando, mirar cuál es el espíritu del otro lado que le está causando lo que tiene y en ese sentido de alguna forma es psicoanalítico.

El yajé permite ordenar, internamente, las cosas.

—¿Ese poder de cura tiene que ver con lo que en su libro usted llama el poder de apropiarse de lo diferente?

Para las culturas chamánicas amazónicas, el mundo está dividido en dos: nuestro mundo, que es en el que hacemos lo cotidiano y “el otro lado del mundo”, (una especie de mundo espiritual para ponerlo en términos occidentales) donde viven las madres o espíritus de todas las cosas, de los dantes, de los peces y, hasta, de los celulares, o los carros en esta etapa de industrialización.

—¿Y qué tiene que ver con el yajé?

Por medio de la ingesta del yajé el taita conoce y comprende ese “otro lado del mundo” donde está la posibilidad de atrapar lo que es diferente y aumentar su poder de curación. Un taita que requiere el poder del colibrí, por ejemplo, puede ir hasta el otro lado del mundo, donde está la madre de los colibríes y negociar con ella para obtener el poder moverse muy rápido y entrar y salir casi sin ser percibido; si eso es lo que necesita en un momento dado.

De todos los poderes, el más potente es el del jaguar, porque es un animal importante en la selva. “El taita que lo convoca debe domarlo; si lo logra, podrá encaminar la fuerza hacia la curación; de no tener éxito, el jaguar lo matará”, dice el taita Juan Mutumbajoy.

—¿Y para qué sirven esos poderes?

Para las culturas chamánicas, lo que pasa en este mundo es el resultado de algo que falló en el otro lado del mundo. Entonces, por ejemplo, si lleva varios meses sin llover, el chamán es el especialista que es capaz de pasar de este mundo al otro lado y negociar con la madre del agua que vuelva a llover.

—En su libro se dice que la creciente demanda de yajé en las ciudades, visibilizó a muchos taitas y les dio autoridad, ¿eso se tradujo en un poder político?

En los noventas y en el 2000 hubo grandes taitas que hicieron grandes cosas, por ejemplo, el taita Antonio Jacanamijoy llegó hasta la Asamblea de Naciones Unidas para denunciar la patente que tenía Loren Miller, estadounidense, dueño de una farmacéutica, sobre el yajé desde 1986, lo que benefició a las comunidades indígenas de nueve países amazónicos.

Ya no hay grandes taitas como los que conocimos hace 20 años. Los taitas Querubín Queta (kofán), Pacho Piaguaje (siona), Antonio Jacanamijoy (inga) y Martín Agreda (kamentsá) que se encargaron de visibilizar el uso ritual del yajé en las ciudades ya murieron y después de que hubiera un pico, con el paso del tiempo, el reconocimiento político ha decaído de la mano de una pérdida del monopolio sobre el yajé.

—Entonces ¿uno podría decir que así como la urbanización del yajé les dio reconocimiento e incidencia política, también se los quitó?

El yajé hace parte de la cosmovisión y forma de habitar el mundo de ciertos pueblos indígenas, que es diferente a la occidental, pues los referentes culturales del mundo urbano son otros, por eso el uso que se ha hecho en las ciudades es muy diferente.

Se ha reducido a un uso médico-terapéutico especializado que se suele asimilar al de la medicina alopática pero en los mundos indígenas esa especialidad no existe como tal, el taita puede ser también autoridad política, religiosa y médica.

Adicionalmente, se ha mercantilizado.

Hoy en día uno puede ver consumo de yajé en muchos de los países alrededor del mundo: Europa, Norteamérica, Australia, entre otros.

Estos nuevos escenarios de consumo no son iguales, hay modalidades terapéuticas que van desde el spa a la consulta psiquiátrica, tomas más afines con la nueva era o con nuevas terapias de ayuda personal.

Hay gente que invita a taitas amazónicos a dar tomas en Hungría o en Polonia, y uno encuentra también neochamánes alrededor del mundo que combinan el consumo ritual de yajé con otros psicoactivos y con otras tradiciones indígenas y místicas. También están las iglesias ayahuasqueras de Brasil que tienen gente en muchos países. El escenario es enorme y descontrolado.

En países como Perú ha habido un boom del turismo chamánico. La ciudad de Iquitos está llena de gringos y europeos, que pueden pagar miles de dólares por una semana de dieta de yajé. La cantidad de dinero que deja es impresionante, hay nuevos taitas indígenas y gringos que ganan mucho dinero, aunque eso no es extrapolable a las comunidades indígenas.

En respuesta a lo anterior, hay un extractivismo yajecero voraz en la amazonia. El yajé se está exportando a países de Europa, ya no sólo en líquido sino en gel o pastillas y para el consumo individual, sin ritual y sin taita.

—¿Por qué la mercantilización del yajé se han reflejado en pérdida de poder de los indígenas?

Porque antes el acceso al yajé y a los taitas estaba acotado en términos espaciales, sólo se encontraban en el piedemonte amazónico de Colombia y sólo se podía llegar a ellos a través de las redes de intercambio que existen desde la época prehispánica entre la parte andina y la amazonía. Por esas redes los yajeceros indígenas y campesinos intercambiaban plantas de frío y de calor y también saberes entre los de las tierras altas y los de las tierras bajas. Entre ellos sabían quién tenía el poder de curar y qué tipo de males.

La realidad ha cambiado significativamente. Ya están cultivando yajé en Villeta. Han logrado cultivarlo por fuera de la selva. Se demora más en crecer pero ya no es un producto silvestre.

En cuanto a los taitas, el conocimiento botánico se ha perdido en buena medida. Hay personas indígenas y no indígenas que se autoproclaman chamanes después de cinco meses de tomar yajé e incluso uno encuentra ofertas de cursos con diploma. Mucha gente en las ciudades que asiste a rituales puede estar convencida hasta el tuétano de que se trata de un taita cuando en realidad puede ser un perfecto charlatán. La desregulación del campo es muy dramática, las mismas autoridades indígenas reconocen la situación, y los indígenas como siempre son los más perjudicados.

—El libro relata que para convertirse en taitas los indígenas dedican toda una vida y su cualidad más importante es el aguante ¿eso es cosa del pasado?

A diferencia de nuestra concepción de poder como la capacidad de acumular cosas, para los indígenas yajeceros tradicionales, el poder, es poder hacer, e implica poner a prueba permanentemente la capacidad física, emocional y mental.

Anteriormente, no cualquiera llegaba a ser taita. El entrenamiento pasaba por probar todos los tipos de yajé y plantas maestras y aprenderlas a pilotear sin morir en el intento. Por ejemplo una de las pruebas más duras es la del borrachero, porque la cabeza se va completamente.

El poder acumulado de su relación con el yajé es lo que les da la capacidad para interpretar las visiones, intervenirlas e incluso transformarlas.

En otras palabras, la práctica constante, es lo que les da la capacidad de curar. Pero el poder también se pierde si no se se sabe usar, o si no se tiene el cuidado necesario,

Los nuevos taitas, producto de un reducido entendimiento del poder del yajé, han dejado de lado que así como el yajé le da al aprendiz la capacidad para tomar el camino del bien y emplear su poder y fuerza para curar, también podrá desviarlo hacia el camino del mal para atacar y hacer daño. Por eso a los taitas antes les tomaba toda la vida entrenarse.

—¿Cuáles son los riesgos de no hacerlo?

Como ya lo dije es reduccionista meter el chamán dentro de la categoría de médico, pero para responder esta pregunta es útil hacerlo. La idea que tenemos de un médico es la de un especialista en quien confiamos para que nos cure. Lo que pasa con un mal médico que no es capaz de encontrar la cura y que, por el contrario, te puede enfermar, pasa con un mal taita. Los que realmente lo son, son hiper rigurosos.

Asimismo, el extremo al que se ha llegado de que una persona puede pedir yajé a domicilio y tomárselo sólo en su casa, es igual a automedicarse y además de los riesgos que eso tiene, no te garantiza que te puedas volver médico a partir de automedicarte.

Tenemos demasiados prejuicios, estamos atrapados en la imposibilidad de asumir nuestra raíz indígena.

—¿Qué se podría hacer para que vuelva a haber control?

Como siempre la forma de regulación que encuentran los gobiernos es la prohibición. En Colombia, por ahora, hay ambigüedad jurídica porque el yajé no es legal ni ilegal. En Europa, cambia de un país a otro, en Francia, por ejemplo, está prohibido, en España y Bélgica no.

El panorama es muy complejo, yo no sabría exactamente qué hacer pero lo más importante es visibilizar lo que está pasando a nivel mundial y fomentar la investigación.

En Colombia no hay un solo ente que le apueste a la investigación en este campo, el día que Colciencias financie algo así podremos asumir que hubo un cambio de era en las políticas de ciencia y tecnología. Tenemos demasiados prejuicios, estamos atrapados en la imposibilidad de asumir nuestra raíz indígena.

Mientras tanto Brasil (al menos hasta el gobierno de Dilma) y Canadá, han sido potencia y dentro de los resultados han encontrado que el yajé es muy útil en el tratamiento de la depresión y de las adicciones, y están investigando las potencialidades en otro tipo de trastornos.

—En su libro usted menciona el caso de una organización que intentó regular el uso del yajé, ¿qué pasó?

En el 2000 se creó Umiyac (unión de médicos indígenas yajeceros de la amazonía colombiana). Se trató de la unidad gremial de médicos yajeceros del Amazonas patrocinada por una ONG norteamericana que estableció un proceso de certificación, un Código de Ética Médica y un tribunal de ética, para regular el uso que se estaba dando del yajé en las ciudades. Ellos previeron lo que estaba por venir. Sin embargo, fue muy difícil poner en práctica el código de ética y la unión sufrió una crisis por escasez de recursos, muchos se retiraron y algunos de los mayores fallecieron. Hoy en día están nuevamente reactivando el trabajo.

Recientemente organizaciones como Iceers, ONG española, han tenido iniciativas interesantes para intentar que la cosa no se desborde, pero aún no son suficientes.

—En su libro, hay un reconocimiento de pérdida del poder sobre el yajé por parte de los indígenas, ¿cuál es la principal consecuencia de esto?

El uso que ellos le han dado al yajé no es utilitarista, el chamanismo es parte de su manera de vivir y de su concepción milenaria del mundo.

Yo no creo que ellos logren recuperar la autoridad frente al yajé. Ya no se puede, se salió de madre, pero lo que está en riesgo es más que eso, es la desaparición de esa sabiduría de la vida de las culturas indígenas yajeceras porque no existe la voluntad de conservarlas y no me refiero en términos de patrimonio, que creo que no sirve de mucho, sino de que puedan vivir en condiciones dignas, haciendo lo que saben hacer y sin todas las amenazas que se ciernen sobre sus territorios y formas de vida.

Tampoco creo que que el uso tenga que seguir siendo el mismo que le han dado las comunidades indígenas. El problema es que no hay suficientes estudios científicos (médicos, farmacológicos, psiquiátricos, sociológicos, antropológicos etc.), vamos muy rápido y no tenemos conocimiento en tiempo real de lo que está pasando con el uso de un psicoactivo tan poderoso.

Cada vez los jóvenes indígenas tienen menos interés y posibilidad de formarse toda la vida como chamanes. En un mundo donde en general sobrevivir como indígena y como campesino a partir de lo que hacen es casi imposible, cada vez es más difícil reproducirse físicamente y culturalmente, esta sociedad lleva 500 años diciéndoles que dejen de serlo.

—¿Cómo repercute el uso que están haciendo las comunidades urbanas en las comunidades indígenas yajeceras?

Ellos no están aislados y resienten todo lo que pasa.

Cada vez los jóvenes indígenas tienen menos interés y posibilidad de formarse toda la vida como chamanes. En un mundo donde en general sobrevivir como indígena y como campesino a partir de lo que hacen es casi imposible, cada vez es más difícil reproducirse físicamente y culturalmente, esta sociedad lleva 500 años diciéndoles que dejen de serlo.

Estamos perdiendo diversidad todos los días en este mundo, estamos regidos por un sistema que se alimenta de perder diversidad.

—¿A qué sistema se refiere?

Al capitalismo que necesita homogeneizar las cosas.

—¿Por qué?

Para poder controlar todo necesita que haya una sola manera de ser y hacer las cosas, la diversidad le genera inestabilidad al capital.

Entonces, la frase del libro “a través del yajé lo indio adquiere poder nuevamente” ¿hoy ya no está vigente?

Indio es el equivalente a ser colonizado. Tanto en el siglo XV como en el siglo XXI los pueblos indígenas siguen siendo víctimas de las desventajas que recaen sobre ellos en una sociedad que, aunque no lo reconozca, es racista. El estatus ganado con el yajé nunca puso en cuestión su marginalidad.

El poder de lo indígena tiene que ver más con los imaginarios que la sociedad colombiana tiene sobre los indios que con ellos mismos. Es decir, se les permite ser poderosos en cosas en las que no ponen en riesgo la estructura social como existe actualmente, al mejor estilo de cuando el presidente Juan Manuel Santos fue a la Sierra Nevada a tomarse la foto con los mamos.

Mientras tanto los indios han peleado, sistemáticamente, en los últimos 80 años, por intervenir esa estructura, a través de las recuperaciones de tierras, las mingas indígenas, bloqueando las vías más importantes, o incluso insertándose en el aparato clientelar de la política nacional, lo que es considerado como un suerte de indianidad inapropiada. Para el Estado donde mejor se ven los indios es en Expoartesanías y en la publicidad de las entidades públicas que los considera patrimonio nacional.

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(*) El Yajé, denominación también utilizada para el Ayahuasca.

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Fuente: http://lasillavacia.com/silla-academica/los-indigenas-se-les-deja-ser-po...

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