El politiquero o cara de palo, crónica de Aliaga Pereira

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Servindi, 29 de enero, 2023.- El diccionario indica que el “cara de palo” alude a la persona que dice o hace, sin inmutarse, cosas por las que debiera avergonzarse.

El politiquero “cara de palo” es un prototipo de personaje que se reproduce en diversos contextos, pero especialmente, en momentos previos a las contiendas electorales donde reaparecen sin inmutarse.

El relato que nos comparte José Luis Aliaga Pereira nos pinta a un “cara de palo” local, pero que sin duda refleja numerosos “caras de palo” que pululan en diversos escenarios.
 

 

"Ay, Perú, patria tristísima. 
¿De dónde sacaron los poetas sus pájaros transparentes?". 

Manuel Scorza, Patria tristísima (Poema) 

El politiquero o cara de palo

Por José Luis Aliaga Pereira

29 de enero, 2023.- Era increíble pero allí estaba, al final de la manifestación que, poco a poco, se había reunido frente a la universidad para inicir la marcha. Al mediodía rodeaban la plaza  de Armas de Cajamarca y seguían llegando, por todas las calles de la ciudad, como agua de río al mar. 

Los que sabían quién era y qué hacía, sintieron vergüenza ajena. Todos arengaban en el último grupo de compañeros que ingresaba por el Jr. Amalia Puga, cuando apareció con su casaca doblada en el brazo derecho y una cara hipócrita, sin una pizca de rubor. Sonrió con timidez fingida. Pero, ¿cómo puede sonreírnos este tipo si nos negó el apoyo cuando fuimos a solicitarle gasolina para trasladarnos desde Celendin a Cajamarca?, se preguntaron. 

La multitud llenaba las tres cuartas partes de la plaza. Hombres y mujeres del campo llegaban de provincias y distritos de la región para manifestar su rechazo al nefasto megaproyecto Conga que asesinaría cerros, lagunas y bofedales, en las alturas de Sorochuco.

Los compañeros habían solicitado audiencia con el alcalde para que apoye con el traslado. "No hay dinero” —les dijo. Solo pudieron llenar tres combis con 15 personas cada una. Todos pagaron sus pasajes, pero eran más los que se quedaron en la ciudad por falta de movilidad. 

Desde Bambamarca, su alcalde, apoyó el viaje y estuvieron más de 1500 ronderos y ronderas alzando su voz en las calles cajamarquinas. Era importante demostrar a la empresa minera y al gobierno de turno que el pueblo estaba unido en defensa de su territorio, del agua y de su vida. Los intentos para destruir el cerro Quilush no cesaban y si esto sucedía podría haber sido el inicio de otros nefastos proyectos para Cajamarca. 

Al llegar al costado de la Prefectura lo perdieron de vista. Se iba a iniciar la presentación de los oradores, representantes de los pueblos que defendían las cabeceras de cuenca. La plaza cajamarquina rebozaba de aliento, miles de campesinos y campesinas, ronderos y ronderas, ciudadanos de todo el departamento norteño de nuestro Perú, se habían dado cita.

Pasaron los segundos y los minutos; de pronto, sus ojos sorprendidos vieron al mencionado personaje. Ahora tenía la casaca puesta sobre una camisa celeste. El moderador anotaba quienes serían los oradores de aquella tarde. Parecía una pelea, un forcejeo vergonzoso que era observado por los comuneros. Todos querían intervenir. Podrían, por supuesto, haber ganado ese lugar, por su consecuencia, por sus hechos y no por sus palabras por más hermosas y poéticas que estas fueran.

Este alcalde, al que llamaron "cara de palo", había sido candidato y llegó al poder con la promesa de defender al pueblo de la amenaza minera. Pero, sentado ya en el sillón municipal, no realizó ni siquiera un taller que explique, en especial a los jóvenes y niños, el por qué seguir en la lucha para defender nuestro territorio. Aunque  las otras autoridades tampoco hicieron nada. De éste, esa tarea, era su obligación. 

Su discurso fue revolucionario. Pero pocos aplaudieron su intervención; sabían de su verborrea. "Una cosa es con cajón y otra con guitarra", decía.

"Eso es lo que dicen todos", la muchedumbre gritó. 

Desde aquel día su comportamiento como autoridad fue peor. Invitó a la fiesta de aniversario del pueblo al jerarca dueño de la minera más grande de Sudamérica. Cuando se le increpó por este hecho, argumentó que no sabía de la invitación y que declararía, a esta visita, como "NO GRATA". Nunca lo hizo. Al contrario, viajó a Lima para conseguir presupuesto para el pueblo y lo único que consiguió fue fotografiarse, sonriente, con una congresista que era una recalcitrante defensora del extractivismo.

Así terminó su mandato, sin pena ni gloria. 

Han pasado los años y, no se sabe con qué artimañas, logró acompañar como asesor a un congresista al que el cargo le cayó desde el cielo por el fallecimiento por Covid19 de la verdadera elegida. 

Hace pocos días, después de muchos años, en Cajamarca, se realizó una manifestación en defensa de la democracia: un golpe de estado cubierto de acusaciones y mentiras que mandos militares realizaron en complicidad con el verdadero poder que maneja todo desde las sombras, sorprendieron al presidente para luego traicionarlo y, finalmente, encarcelarlo. En esta movilización se lo vio al "alcalde", ¡otra vez!, en la misma actitud: sostenendo la cola de la bandera ecológica más grande del mundo, aquella que marchó en defensa del agua y la vida, desde las lagunas de Conga hasta la ciudad de Lima. Su cara fingida, hablaba, imperturbable, de su vida. 

Los días pasan, el pueblo cada día es más consciente de lo que sucede a su alrededor y ha salido a las calles a demostrar su enojo y exigir un cambio total. Los golpistas, desesperados, amenazan. Lima se llena de provincianos que protestan. Más de sesenta asesinados tiñen con su sangre las manos de los gobernantes a quienes llaman usurpadores. El pueblo avanza en una batalla diferente, pacífica, multitudinaria... hermosa. 

Los politiqueros también comienzan a aparecer, como siempre, con su cara de palo.

 

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* José Luis Aliaga Pereira es comunicador y escritor cajamarquino. Es autor del libro “Grama Arisca, cuentos, relatos y anécdotas” y el cuento largo “El milagroso Taita Ishico”. Próximamente publicará "El cazador de viudas frescas y otros cuentos".

 

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Un banquete electoral, cuadro de Medina Vera (1905-08-19). Fuente: Wikimedia Commons

Servindi, 24 de octubre, 2021.- “Hay quienes creen o consideran que escribir sobre lo que sucede en nuestras provincias, distritos o comunidades del interior, es un esfuerzo vano, insignificante, que no tiene relevancia y no ataca el problema principal como la corrupción en la que, por ejemplo, están metidos los delincuentes o dizque políticos de cuello y corbata”. Seguir leyendo...

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Comentarios (1)
Yeni cojal rojas (no verificado) Lun, 30/01/2023 - 10:58
Excelente aunque el retrato tiene parecido al escritor o vi mal jaj
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