Hablar de Máxima Chaupe es hablar de la dignidad y valentía de un pueblo que no se deja amedrentar con amenazas.
Máxima historia...
Por José Luis Aliaga Pereira
22 de octubre, 2022.- Las anécdotas y relatos repetidos por el eco popular, muchas veces, sustituyen a la eficacia y rapidez de los medios de comunicación que, en estos tiempos, se encuentran muy desprestigiados; mucho más si se trata de escribir de los abusos que cometen las empresas extractivas y que tienen que ser copiados en su verdadera dimensión histórica de nuestro pueblo; tal y como sucedieron, con dignidad y valentía. ¿Quién o quiénes podrían entintar sobre estos temas sino es el que los padeció y padece día a día?
Como está registrado, para la posteridad, por los comunicadores sociales que, en su momento, cubrieron esta noticia, lo que sucedió y sucede con la familia Chaupe-Acuña, es un abuso del poder. Solo por el hecho de defender su vida y la de su comunidad, vienen siendo objeto de acoso por Minera Yanacocha cuyos esbirros ingresaron a sus tierras de manera abusiva para destruir sus cultivos y matar sus animales.
Los casos más preocupantes fueron los que se suscitaron el 18 de setiembre y el 4 de octubre del 2016, fechas en las que los mineros se enfrentaron con los miembros de esta familia y, por lo mismo, fueron la causa para que se tenga que abrir una investigación fiscal en la que la autoridad judicial encontró indicios razonables para iniciar una denuncia.
La investigación concluye de esta manera:
"Que la empresa minera Yanacocha sí ingresó en tales oportunidades al predio Tragadero Grande para extraer cultivos de papa, sembrando en su lugar ichu (paja), también procedió a destruir parcialmente una choza y luego hizo una zanja en la mitad del terreno. Todo ello aceptado por la propia empresa, y corroborado con fotos, videos y declaraciones"
"Que pese a que este terreno es aún materia de litigio, conforme lo aceptado por ambas partes, de las constataciones realizadas por diferentes fiscalías y el propio poder judicial, es la Familia Chaupe quien está ostentando la posesión del predio, pues se ha encontrado que dicho lugar está compuesto por áreas cultivadas y usadas para el pastoreo por los Chaupe-Acuña. En ese sentido, siendo que el delito de usurpación protege la posesión del agraviado, la empresa minera estaría incurriendo en este ilícito".
"Este es el primer caso en que un Fiscal resuelve seriamente el tema, valorando las pruebas y dando argumentos contundentes sobre la existencia de indicios de delitos, dando luz verde a la investigación", según lo indica en un artículo la Dra. Mirtha Vásquez, abogada de la familia.
Desde la Plataforma Interinstitucional Celendina, un grupo de defensores y defensoras de Derechos Humanos, también acompañamos a la familia Chaupe-Acuña, durante 15 días, en las alturas de Conga y, por ello, fuimos testigos de lo que vienen sufriendo.
Su vida se desenvolvería de manera pacífica, tranquila, sino fuera por el personal de seguridad de la minera que, aprovechando el silencio y soledad de las alturas de Conga, caminan por el cerco construido, por órdenes de los jerarcas mineros, para vigilar los pasos de esta humilde familia so pretexto de cuidar un corral de alpacas que construyeron, con un torreón, desde donde la filmaban, y que al inicio cuidaba la Policía Nacional.
Amparados por una tenue neblina, el miércoles 5 de agosto de 2015, un grupo de personas, entre ellas varios policías, treparon la cerca colocada por Yanacocha en sus terrenos de las alturas de Conga que limita con los de la familia Chaupe con quienes se encuentra en litigio. Al parecer, como nos dijo la señora Acuña, la intención de la todopoderosa minera es amedrentarla para que, de esa manera, venda sus tierras.
Los trabajadores de Yanacocha, incluyendo los policías, tomaron fotografías e incluso uno de ellos ingresó al predio de la señora y luego se retiró al ver que doña Máxima estaba acompañada por su hijo e integrantes de la Plataforma Interinstitucional Celendina (PIC) que filmamos el hecho que después fuera negado por la todopoderosa minera.
Entre los individuos que se encontraban tras el cerco estaba una ingeniera de nombre Marlene quien fue reconocida, de inmediato, por doña Máxima y que, aparentemente, comandaba el operativo psicológico.
Como es de conocimiento por la comunidad cajamarquina, del país y el mundo, la empresa minera Yanacocha intenta arrebatar las tierras de esta humilde familia para explotar el oro que se encuentra en el subsuelo, utilizando toda su influencia en el gobierno peruano. También, afirmó la señora Chaupe, que la minera viene amenazándola de muerte por intermedio de uno de sus trabajadores, que se desempeña como cuidador de alpacas. Asimismo dijo que un vigilante de Seguritas (Cía. de Seguridad) todos los días, desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, la observa haciéndola sentir vigilada, como si estuviera en una verdadera cárcel. En ese tiempo, minera Yanacocha organizaba un evento con algo más de 50 comuneros de tres comunidades (Chugurmayo, Chorro Blanco y Las Posadas), en el que entregaba lana de alpacas que la minera cría en el terreno destinado a ser destruido para obtener oro.
Otro suceso del que no fuimos testigos, pero si escuchamos el informe verbal que hiciera su hijo a doña Máxima Acuña el 3 de febrero de 2016, cuando nos dirigíamos, llevando víveres, a su casa en Tragadero Grande.
A "Cholo" lo encontramos alegre, casi recuperado. El tajo en el cuello con el que los delincuentes contratados por Yanacocha quisieron eliminarlo, sana con rapidez increíble. Fueron ocho puntos de sutura los que, junto a la medicina, salvaron de este acto criminal, al perro guardián de la familia Chaupe.
Daniel, hijo de doña Máxima, nos recibió con una broma cruel: "Para la próxima —dijo—, así, caminando y cargando víveres, como ahora vienen, llegarán para mi entierro" —luego, en el trayecto a su casa, nos contó todo".
Aprovechando la densa neblina de la mañana, ¡otra vez!, los empleados yanacochinos habían ingresado a su propiedad destruyendo su chacra de papas, intentando eliminar a "Cholo", uno de sus fieles perros guardianes, y, como si esto fuera poco, lo amenazaron de muerte: "Ahora son tus papas y tu perro, después será contigo", le dijeron.
Doña Máxima de Chaupe lo escuchaba atenta y preocupada. Llegábamos con varios miembros de la Plataforma Interinstitucional Celendina (PIC), cargando, al igual que ella, víveres para esta familia que vive en constante amenaza por parte de la empresa minera que, en complicidad del gobierno de turno, del Poder Judicial y la Policía Nacional puede ingresar a la casa de doña Máxima y destruir todo lo que signifique alimentación y mejoras en su vivienda, cuando se le viene en gana.
"Sucedió la mañana del 2 de febrero de 2016 —les dijo con voz entrecortada—. Los operarios de Yanacocha ingresaron por la puerta del cerco que ellos mismos construyeron. Cuando vieron que los estaba filmando con mi celular, corrieron tras de mi para quitármelo —agrega Daniel dibujando en su rostro una sonrisa triste".
Al llegar a su casa lo primero que hace es conducir a su madre y mostrarle el daño ocasionado por los esbirros de la minera.
El cuadro que observa doña Máxima la hace llorar de cólera e impotencia. "—¿Qué pué espera el gobierno que tanto habla de justicia? —se pregunta—. Yo veyo cómo llegan a defender a la mina fiscales y policías, ni bien lo piden —reclama—; pero, cuando se trata de una persona humilde, no se les ve ni sus polvos. No es la primera vez —habla con el rostro bañado en lágrimas—. Esta es mi casa y, de aquí, ¡muerta me sacarán! —afirma contundente sobreponiéndose al dolor y al llanto".
Al costado de la casa de doña Máxima, trabajadores de Yanacocha cambian baterías a un panel solar que termina en pararrayos y que, según testigos, también sirve para que la empresa coloque sus cámaras con las que observa, durante el día, los movimientos de esta familia que se ha convertido en la piedra en las botas yanacochinas que están embarradas con sangre del pueblo.
Mucho más antes, el 12 de agosto de 2011, preocupados por la golpiza y desalojo a la familia de doña Máxima, fecha que consideramos fue el inicio de la estrategia psicológica de minera Yanacocha para expulsar de sus terrenos a la familia Chaupe-Acuña, la PIC presentó a las autoridades de la provincia de Celendín, un documento solicitando garantías ante las autoridades, denunciando el ataque sufrido por la familia Chaupe-Acuña quienes se negaron y niegan vender sus terrenos a Yanacocha; por esto vienen sufriendo una constante intimidación y hostigamiento por parte de la policía, trabajadores y funcionarios de la empresa minera Yanacocha. Su predio es de unas 30 hectáreas ubicadas en Tragadero Grande, cerca de la Laguna Azul, en Sorochuco. Su padre, Jaime Chaupe, la compró en 1994 a Esteban Chaupe Rodríguez. Incluso recibieron los documentos por la compra-venta y el certificado de posesión de Sorochuco. En ese terreno, levantaron sus chozas y sembraron sus chacras.
En el 2010, trabajadores de la minera intentaron construir una trocha que atravesaría su terreno. Al ver esto, su padre reclamó a los encargados de la construcción y le respondieron que el terreno era de propiedad de Yanacocha.
Buscaron al ingeniero Guillermo Silva Silva, quien les manifestó que la propiedad había sido inscrita en Registros Públicos. Según los integrantes de la familia Chaupe-Acuña, ellos nunca firmaron un documento de venta. La empresa no les ha podido demostrar que existe un documento de esa naturaleza.
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* José Luis Aliaga Pereira (1959) nació en Sucre, provincia de Celendin, región Cajamarca, y escribe con el seudónimo literario Palujo. Tiene publicados un libro de cuentos titulado «Grama Arisca» y «El milagroso Taita Ishico» (cuento largo). Fue coautor con Olindo Aliaga, un historiador sucreño de Celendin, del vocero Karuacushma. También es uno de los editores de las revistas Fuscán y Resistencia Celendina. Prepara su segundo libro titulado: «Amagos de amor y de lucha».
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