“Domitila estaba harta. Todos los días era lo mismo. Pasaron los años y nada cambiaba (...) Armada con las recomendaciones de su profesora, Domitila retornó a su casa decidida”.
Por José Luis Aliaga Pereira
21 de abril, 2024.- Domitila estaba harta. Todos los días era lo mismo. Pasaron los años y nada cambiaba. Regresaba del colegio y los veía tranquilos; pero, bastaba que ingresen a su dormitorio, la discusión comenzaba. Le contó a su amiga. Ésta le dijo que esperara, que las discusiones de pareja siempre se dan. Pasó un tiempo más, Domitila ya frisaba los 13 años. Los diálogos resultaron más fuertes.
La admiración hacia sus padres y la armonía que llenaba, acerca del amor, en la cabecita de la niña, se resquebrajaba; comenzó a entender: la desconfianza que dominaba a su madre la desconcertó. Su padre era muy bueno, no lo podía creer. Su amiga le dijo que quizás ellos pensaban que no los escuchaba porque se encerraban en su habitación y en ese momento recién se iniciaban los gritos y los insultos. Domitila no aguantó más y contó de esto a su profesora de psicología. La maestra le dio un sabio consejo.
Armada con las recomendaciones de su profesora, Domitila retornó a su casa decidida. Los encontró en la sala, como siempre, en silencio, ninguno pronunciaba palabra alguna. — Quiero hablar con ustedes —les dijo sin temor.
Su padre se sorprendió. La madre, en cambió, la miró y le sonrió.
Domitila les contó de manera pormenorizada todo lo que había escuchado.
— ¿Desde los seis años nos estás escuchando? —preguntó el padre.
—Si —respondió Domitila—. Ahora si entiendo sus palabrotas; antes no podía. Era una niña, ahora soy adolescente y exijo que discutan en mi presencia.
Padre y madre se dirigieron a su habitación. Ya no gritaron. Al rato estaban junto a Domitila. Se notaba que habían llorado.
La niña nunca más escuchó grito alguno. Las conversaciones fluyeron, incluso de los más álgidos problemas.
SOBRE EL COLUMNISTA
José Luis Aliaga Pereira
Nació en 1959 en Sucre, provincia de Celendin, región Cajamarca, y escribe con el seudónimo literario Palujo. Tiene publicados un libro de cuentos titulado «Grama Arisca» y «El milagroso Taita Ishico» (cuento largo). Fue coautor con Olindo Aliaga, un historiador sucreño de Celendín, del vocero Karuacushma. También es uno de los editores de las revistas Fuscán y Resistencia Celendina. Prepara su segundo libro titulado: «Amagos de amor y de lucha».
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