Servindi, 12 de junio, 2022.- El mundo rural está lleno de misterios que el conocimiento occidental no puede descifrar o comprender. Pero allí están, desafiando el entendimiento racional con creencias firmes y arraigadas en el saber popular.
En esa perspectiva compartimos un relato de nuestro colaborador José Luis Aliaga Pereira que nos cuenta una historia inexplicable, pero cierta, de la cual se alimenta la osmovisión de los pueblos como Huauco, nombre originario del actual distrito de Sucre, en la provincia de Celendín, Cajamarca.
Vista panorámica del distrito de Sucre, antes llamado Huauco.
Su hijo se ha quedau
Por José Luis Aliaga Pereira*
Nos lo contó "Puricho" una tarde, hace dos semanas, cuando hacíamos "hora" en la Plaza Mayor de Sucre, antes llamado Huauco, frente a la tienda de don Melesio, el que prepara los "trilos": afrodisíaco que se ha hecho muy conocido. Reunidos Nelson, "Foforito" y el que escribe estas líneas; se acercó al grupo "Puricho", luego de saludarnos, sin más, nos empezó a contar:
"Eleazar, el hijo de don Marciano, de un día para otro, amaneció raro. Nadie lo podía controlar. Hablaba tonterías, como un verdadero loco; y lo peor de todo es que tenía una fuerza descomunal. Sujetarlo era imposible. Por más que le preguntaron dónde se había metido o se había ido, no respondía. Hablaba cojudeces. Un vecino, al ver esta situación, aconsejó a sus padres que hablaran con "El Chino" porque, según los síntomas, explicó, su hijo se ha "quedau". ¿Tú lo conoces di "Foshforito"?, preguntó "Puricho".
— Sí, respondió "Foshforito"—, él saca ánimas.
— ¿Y quién pue' es el "Chino"? Preguntó don Marciano —continuó contándonos "Puricho".
— Es el hijo del Neuter; él sabe curar —respondió el vecino.
Y fuimos en busca del "Chino", dejando a Eleazar amarrado en la cabecera del catre, cuidado por dos de sus tíos.
Lo contrataron.
Compren coca, cigarros y trago, les dijo el curador. Eso hicieron.
Un cuarto para las doce de la noche nos vamos, habló como ordenando. Y, ¿quiénes me van a acompañar?, se preguntó mirándonos, uno por uno —sigue contando "Puricho"—.
Él mismo "Chino" escogió su gente —"Puricho" hablaba con un tonito cantarín, medio burlón. Entre ellos estuvo el "Coche Pepe" —nos dice—; lo escogió por ser el más robusto y coqueador.
— Sequia, sequia se fueron. Doce de la noche —"Puricho" vivía su narración—. Llegaron a la Posa Brava. El "Chino" se calateó, se quedó totalmente en pelo y les dijo: —Con esta soga me pegan hasta más no poder. No se preocupen que me duela o no me duela. Me suenan nomá, carajo.
La Posa Brava, lugar de los acontecimientos. Foto: José Luis Aliaga Pereira
— ¡Frag!, ¡frag!, ¡frag! —la voz de "Puricho" sonaba como viento que hace zumbar un látigo—. Apareció por ahí una luciérnaga y ¡trag! con su mano la cogió y a la talega de coca".
— ¡Espíritu! ¡Es el espíritu! -gritó "Fosforito".
— Acá lo tengo —intervino Nelson, agarrando un poco de aire con su mano, interpretando al "Chino", interrumpiendo a "Puricho".
"— Ya está, vamos —continuó Puricho—. La última recomendación, dijo "El Chino" —Puricho nos miró a los ojos—. ¡Nadie mire atrás! Porque, si voltean, se jode todo.
— ¡Ya! —asintieron los de la comitiva—. El "Chino" avanzó adelante con su talega de coca; pero, a la altura del tanque de agua, "Coche Pepe" volteó —"Puricho", al contarnos, hizo el ademán de voltear con la cabeza.
— ¡Carajo! —grita el "Chino" y, como si tuviera ojos en la espalda, a pesar de la oscuridad, le dice a "Coche Pepe"—: ¡Te dije que no voltees! ¡La fregaste! ¡Vamos de regreso!
Y, otra vez, a la Posa Brava; otra vez a calatearse, a flagelar sobre su espalda y todo su cuerpo, con la soga; y, de nuevo, volvió a capturar la luciérnaga en la talega de coca.
— ¡Vamos! —ordenó más serio, el "Chino" —cuenta "Puricho"—. Esta vez, con la experiencia, nadie volteó la cabeza.
— Ya era la una o dos de la mañana. Llegamos a la casa. Al cholito —nos dice "Puricho" refiriéndose a Eleazar —, sus tíos lo tenían sujetau contra el catre. Pero lo más sorprendente —"Puricho" acomoda su chompa sobre sus hombros—; es que, Eleazar, miró a "Coche Pepe" a los ojos y le dijo: Fueee, mi tío Pepe que pue' ¿tanto miedo has tenido que volteaste?
¿Cómo lo supo? —se pregunta "Puricho". Todo esto",
— ¿Se sanó? —pregunta Nelson.
— Se sanó —contesta "Puricho" mientras retira del grupo, cruzando la Plaza Mayor, sin voltear la cabeza.
— Yo sabía de ese caso —nos dice "Foshforito"—. Ya sanó Eleazar, contó que todo lo había visto desde el catre donde se encontraba amarrado. No fue luciérnaga lo que atrapó el "Chino", fue la misma ropa del enfermo la que utilizó y, cuando la metió al agua, no la podía sacar.
— Gracias que son las cuatro de la tarde —nos tranquilizó Nelson—. Porque, si fuera de noche, achichin; no hubiéramos podido dormir.
Sonreímos de buena gana.
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* José Luis Aliaga Pereira (1959) nació en Sucre, provincia de Celendín, región Cajamarca, y escribe con el seudónimo literario Palujo. Tiene publicados un libro de cuentos titulado «Grama Arisca» y «El milagroso Taita Ishico» (cuento largo). Fue coautor con Olindo Aliaga, un historiador sucreño de Celendin, del vocero Karuacushma. También es uno de los editores de las revistas Fuscán y Resistencia Celendina. Prepara su segundo libro titulado: «Amagos de amor y de lucha».
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