
Tenemos que ser muy atrevidos e ingeniosos para generar formas organizacionales que permitan el desarrollo del pensamiento complejo precisamente para tener la capacidad de abordar los problemas de alta complejidad de nuestra sociedad. El diseño de una institucionalidad que favorezca el pensamiento crítico también es una forma de hacer gestión pública al servicio del ciudadano y la ciudadana. Pensar como un acto legítimamente transformador.
Retos para el desarrollo del pensamiento complejo en la gestión pública
Por Rodrigo Arce Rojas*
3 de enero, 2019.- La gestión pública, en sentido estricto, tiene el encargo de resolver problemas para atender las necesidades de las poblaciones. Estos problemas son de complejidad creciente y muchos de ellos son de difícil abordaje desde la perspectiva del pensamiento convencional dominante. Para efectos de la presente discusión es pertinente señalar que el pensamiento convencional es aquel que proviene fundamentalmente del enfoque cartesiano y positivista y se caracteriza por ser reduccionista, disyuntiva, lineal, determinista, sujeta a leyes y predictible, entre otros aspectos. No cabe duda que esta forma de pensamiento ha sido fundamental para el portentoso desarrollo científico y tecnológico que podemos apreciar, y que se sigue desarrollando continuamente, pero ante los grandes problemas que aquejan a la humanidad podemos constatar que no es suficiente.
Así, grandes problemas como el cambio climático, la deforestación, la pérdida de biodiversidad y extinción de especies, la minería ilegal, la desigualdad, la pobreza, la corrupción, entre otros, no sólo no pueden ser controlados sino que varios de ellos se incrementan con el tiempo. Por ello, se requiere incorporar otras modalidades de pensamiento para abordar estos problemas de complejidad creciente. Es aquí donde entra en acción el pensamiento complejo.
Es un pensamiento que no se da por satisfecho con verdades universales sino que busca todo el conjunto de posibilidades y por ello valora todos los tipos de pensamiento.
Para efectos de entender las posibilidades que ofrece el pensamiento complejo tenemos que caracterizarlo. Así, podemos decir que el pensamiento complejo es aquel que tiene la capacidad de ver la realidad no de manera fragmentaria o segmentada sino en términos de interacciones, interrelaciones, interdependencias e interdefinibilidades. Es un pensamiento que es capaz de ver más allá de lo evidente pues no se queda en las medias, en lo establecido o en lo instituido sino busca ver lo que no ha sido visto, pensar lo que no ha sido pensado antes, sentir lo que no se ha sentido antes. Es un pensamiento que no se da por satisfecho con verdades universales sino que busca todo el conjunto de posibilidades y por ello valora todos los tipos de pensamiento. Por eso se puede afirmar que la religancia es uno de los atributos centrales del pensamiento complejo. Con esta mirada crítica y creativa busca desequilibrar, indeterminar, indisciplinar la sociedad y el conocimiento convencional. Justamente, lo que busca el pensamiento complejo es romper las camisas de fuerza que la tradición epistemológica, económica y política que lleva a pensamientos acabados o pensamientos únicos. No obstante, no desconoce los aportes del pensamiento cartesiano sino que lo resignifica para entrar en un diálogo fecundo con el paradigma de la complejidad.
Entendemos que la categoría “pensamiento complejo” es reciente para la gestión pública por lo que no esperamos que apelen al concepto como tal sino esperamos ver en acción sus principales atributos y lo que encontramos es un balance altamente deficitario. Algunos de los principales factores que limitan el desarrollo del pensamiento complejo en la gestión pública se muestran en la figura 1.
Fig. 1: Algunos de los principales factores que limitan el desarrollo del pensamiento complejo en la gestión pública
Factores estructurales: La ciencia confluye con la economía y la política y por lo tanto podríamos decir que nos encontramos en una civilización marcada por el pensamiento cartesiano.
Factores ideológicos: El racionalismo lineal forma parte de la manera de pensar de nuestra civilización. Así todo aquello que escapa de la racionalidad científica de causa y efecto es desestimado. Se rechaza la incertidumbre y la complejidad y se prefiere lo establecido, lo estándar, el promedio.
Factores formativos: Nuestra educación está signada por el pensamiento disciplinar. Esto nos ha llevado a la hiperespecialización que produce zonas ciegas y dificultades comunicacionales aún dentro de una misma disciplina.
Factores institucionales: Nos movemos por sectores, departamentos, áreas que tienen políticas, objetivos, visiones, misiones, funciones y competencias que nos modelan para que actuemos fragmentariamente y rompamos lazos comunicacionales aun al interior de una propia institución. Los códigos de conducta aseguran el estricto cumplimiento de los enfoques estratégicos.
Factores legales: El marco normativo refuerza la sectorialidad y prohíbe tratar temas que por funciones y competencias le corresponde a otro sector.
Factores procedimentales: Todos los procesos, mecanismos, directivas, procedimientos están orientados a que no se rompa la organización sectorial.
La confluencia e interacción de los factores produce la emergencia de un pensamiento simplificante. Estos factores pueden estar presente en mayor o menor medida en cada una de las instancias y personas que hacen gestión pública y va a depender de los grados de libertad existentes para dar pie al pensamiento complejo.
Una gestión pública con un enfoque fuertemente sectorial y disciplinario ha mostrado ser efectivo para muchos de los aspectos de la vida política, económica y social pero no ha sido capaz para resolver los grandes problemas que aquejan a nuestros países
Una gestión pública con un enfoque fuertemente sectorial y disciplinario ha mostrado ser efectivo para muchos de los aspectos de la vida política, económica y social pero no ha sido capaz para resolver los grandes problemas que aquejan a nuestros países. Así, con toda la arquitectura organizacional existente, la corrupción ha llegado a enquistarse de una manera altamente preocupante. En el mismo sentido, la fragmentación en la gestión de bosques y la inexistencia real de un marco de gestión territorial ha provocado que la deforestación con todas sus secuelas siga aumentando. Así podríamos mostrar innumerables ejemplos que dan cuenta de la necesidad de adoptar nuevas formas de pensamiento en la gestión pública.
Los gestores públicos son conscientes que existe la necesidad de hacer algo. Muchos de los diagnósticos de gobernanza y de institucionalidad dan cuenta que la falta de articulación y comunicación entre las entidades públicas es un mal endémico. También proponen marcos de modernización de la gestión pública que estipulan políticas de creatividad, innovación, articulación entre otras medidas. Algunas de las formas con las que tratan de superar la sectorialidad refieren a la creación de Comisiones Multisectoriales, Grupos de Trabajo, Comisiones Especiales, entre otros. Pero, en tanto estos grupos se mantienen en perspectivas de sumas de sectores y de trabajo multidisciplinar no se logra quebrar el pensamiento cartesiano.
tenemos que ser muy atrevidos e ingeniosos para generar formas organizacionales que permitan el desarrollo del pensamiento complejo precisamente para tener la capacidad de abordar los problemas de alta complejidad de nuestra sociedad.
Es importante reconocer que la realidad no se organiza en sectores ni en disciplinas que nosotros hemos creado. La realidad es un todo en el que interactúan materia/masa, energía, información y sentido, considerando aspectos tangibles e intangibles. En consecuencia tenemos que ser muy atrevidos e ingeniosos para generar formas organizacionales que permitan el desarrollo del pensamiento complejo precisamente para tener la capacidad de abordar los problemas de alta complejidad de nuestra sociedad. Se podrían generar fuerzas de trabajo con licencia para pensar más allá de todo marco (epistemológico, sectorial, institucional, disciplinario, entre otros) para ver más allá de lo evidente. Esto requiere voluntad política, marcos legales e institucionales que permitan estas fuerzas de trabajo puedan encontrar lo que funciona, lo que no funciona y cómo podría funcionar mejor. Está claro que estos grupos deben contar con un marco epistemológico coherente con el paradigma de la complejidad y con los valores supremos de sustentabilidad, justicia, equidad y paz. El diseño de una institucionalidad que favorezca el pensamiento crítico también es una forma de hacer gestión pública al servicio del ciudadano y la ciudadana. Pensar como un acto legítimamente transformador.
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*Rodrigo Arce Rojas doctor en Pensamiento Complejo por la Multiversidad Mundo Real Edgar Morin de México. Correo: [email protected]
Comentarios
Excelente!
Excelente!
Muy bueno, muy instigante y
Muy bueno, muy instigante y muy necesario, pero debería ligarse claramente a políticas públicas no estatales, pues de otro modo resulta un modo moderno y complejo de reformismo.
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